Ahora, nosotros

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Iván parecía masticar una idea cuando finalmente habló:

—Si tu amiga piensa como vos decís es posible que tengamos una esperanza. Igual dejame hablar con la asistente social para estar seguros y no ilusionar a Marta.

—Pero esa cara me dice que algo sabés: decime, sé buenito —rogué.

—¡Eso es jugar sucio!, no me podés poner esa cara. Soy un pobre hombre que no tiene defensa contra una diosa.

—¡Dale! —insistí.

—Hay un nene en la Sala de quemados...

La sola mención de la sala me produjo escalofríos. La idea de un niño quemado se me hacía horrorosa.

—No te asustes—me preparó—, se llama Martín, tiene 3 años. La casilla en la que vivía con sus padres se incendió. Cuando los bomberos lo encontraron, las llamas habían alcanzado la cuna y tomado el pañal, consiguieron sacárselo, pero hubo quemaduras profundas en miembros inferiores y parte del torso. Fue sometido a varias cirugías de reconstrucción, pero vos viste como son las secuelas del fuego. Las cicatrices nunca desaparecen por completo. Tiene una abuela que no quiso hacerse cargo y cedió la tenencia. Al renunciar judicialmente el chico quedó en condición de adoptable. Lleva más de un año judicializado, lo vienen a visitar, pero hasta el momento nadie ha tenido voluntad de adoptarlo. Aunque, por suerte, las quemaduras no tomaron brazos ni cara la gente se sigue impresionando con el aspecto de las lesiones.

Yo ya estaba muy impresionada con la descripción que me hacía Iván, pero lo escuchaba con atención. De repente dejé de hacer conjeturas y le pregunté:

—¿Cuándo te parece que podremos saber algo?

—Mañana me aseguro de averiguar y te mando un mensaje. Ahora hablemos de nosotros.

—¿Nosotros? —repetí haciéndome la distraída.

—Sí, nosotros. Ya te conté muchas cosas ¿Dejé de ser el "chico estúpido" que te quiere conquistar? —me tiró sin previo aviso.

—Nunca creí que fueras estúpido, pero no me vas a negar que tus pretensiones son, por lo menos, dudosas.

—Ya que estamos en tren de sincerarnos, te voy a decir algo que no hubiese querido que sepas tan pronto, pero no me estás dejando alternativa—afirmó con una seriedad que me preocupó—. Me enderecé en mi silla esperando lo que Iván me diría.

—Es verdad que te quiero conquistar—tragó saliva y siguió—. Es verdad que te sigo desde hace más de un año y no porque "me gustes" ¡Estoy enamorado de vos!

—Iván...

—No. Te pido que no me interrumpas, porque, no sé, sí otra vez pueda decirlo: estoy enfermo.

Mi corazón dio un vuelco, pero no lo interrumpí.

—Llevo años en tratamiento, el mismo que tenía Juan. Por eso no me atrevía a acercarme y, cuando lo hice, fue porque pensé que los resultados favorables que teníamos eran suficientes para poder ser optimista y tomar el coraje que me faltaba para llegar a vos. Entenderás porqué la muerte me afectó tanto. Eran muchas esperanzas que se desvanecieron de golpe. Juan estaba respondiendo muy bien, pero ya viste lo que pasó. No se que me va a pasar y no puedo soportar la idea de que la mujer que amo tenga que cargar conmigo como si fuera una criatura.

La pasta se enfriaba en el plato. Apuré el final de mi copa de vino y lo miré directo a los ojos, muchas de mis dudas se aclararon al instante.

—¡Después de todo, sí, sos estúpido! Perdimos un año. Si te quedan muchos o pocos lo decide Dios, pero este que perdimos fue decisión exclusivamente tuya y me robaste la oportunidad de elegir si quería o no estar a tu lado—y agregué—, no te digo que me haga feliz, pero puedo soportar muchas cosas, incluso la idea de haberme enamorado de un estúpido mocoso que me recordó lo que significaba volver a soñar.

La garganta se me cerraba y la voz moría en un hilo. La conversación no daba para más. Al mirarnos, supimos que esa noche cambiaría nuestras vidas. Salimos casi volando, devorando la distancia. Cuando quise abrir la puerta principal del edificio, la mano me temblaba demasiado como para permitirme atinar a la cerradura. Iván me tendió su palma abierta y allí deposité el llavero. Me negaba a mirarlo a la cara avergonzada de mi excitación, de mi falta de cordura.

Mi "corazón delator" quería dejarme el pecho. Al entrar en el departamento, no pasó como en las películas donde los amantes se golpean contra todos los muebles y terminan en un encuentro sexual desenfrenado y fugaz. Iván esperó que lo guiara y quedamos parados en el centro de la sala. Yo acostumbraba dejar el ventanal entreabierto para que el olor de las hierbas frescas del balcón me obsequiaran con un trocito de naturaleza y su aire de libertad. Por efecto del viento, el perfume saturaba el olfato.

Dicen que el olor que circula en la primera relación nunca se olvida, si era así, el de Iván quedaría impregnado de romero.

De pie, frente a mí, en la penumbra, me ayudó a desvestir. Su aliento era cálido y sus besos muy suaves. Mi nerviosismo casi no me dejaba articular movimiento. Apenas pude sacarme los zapatos y como mi altura había decrecido, él se agachó para poder besarme. Todavía no se quitaba ninguna prenda y yo, desnuda y vulnerable, me imaginaba teñida de púrpura de pies a cabeza. Al descubrir el dormitorio me guió hacia la cama donde me senté y entonces comenzó a sacarse la ropa, despacio pero sin teatralizar la escena. Yo temblaba y él trataba de quitar presión al momento. Me recostó y tomando uno de mis pies me decía en un susurro:

—No me imaginé que tenías unos pies así de bonitos, mirá... siguen y siguen...—mientras depositaba minúsculos besos sobre mi piel en directo ascenso.

Mi desesperación ya no cabía en mi cuerpo. Debo haberme visto terrible ya que Iván dejó de besarme y se acostó a mi lado burlón, entonces, con resentimiento, le reproché:

—No te rías de mí, hace tanto tiempo que no estoy con un hombre que creo que he vuelto a ser virgen.

—Nunca me reiría de vos. ¿Sabés que podemos hacer? Como veo que te estoy asustando me voy a quedar quietito y vos me mimás.

Lo miré y tomé conciencia de la realidad: estábamos los dos solos y yo me portaba como una tonta; entonces me giré hacia él, que me miraba divertido, y tomé dimensión de su figura. Era un hermoso hombre que me contemplaba con ternura y me olvidé de todos mis miedos.


La lluvia solo sirve para llorar.Where stories live. Discover now