5: Confesiones

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Pasaron un par de días. Eliot exploraba la dimensión dos de vez en cuando, tratando de contactar a los seres humanoides de ahí pero no los había vuelto a ver.

***

Micaela iba por la universidad hasta llegar a la zona deportiva. Encontró a Eliot jugando frontón con Gabriel, varias chicas se detenían a mirarlos unos segundos y seguían su camino. A Micaela se le iluminaron los ojos, se percató de que existía cierta rivalidad entre ellos que no podían ocultar a pesar de ser amigos.

Ellos al verla se detuvieron. Micaela sintió algo a su lado, volteó y se vio cara a cara con un ser blanco casi traslucido parecido a una serpiente y de ojos negros, que flotaba a su lado. Lo señaló y gritó, los chicos se rieron un poco y se acercaron a ella.

—Son una especie de espíritus que gustan de la electricidad —le explicó Gabriel—, por eso me siguen. Lamentablemente no sé de dónde vienen, podrían incluso ser de aquí, no lo sé... Me sorprendes, no cualquiera puede verlos.

—Yo siempre me pregunté qué eran —dijo Eliot—, gracias a que ellos me guiaron pude ayudarte ¿recuerdas?

—Seh, seh —renegó el rubio—, no te la pegues de héroe.

Eliot rió y Micaela sonrió, era lindo verlo reír, casi nunca lo hacía.

—En fin, tengo clase —avisó—, hasta más tarde.

Se despidieron y se fue. Micaela quedó con Gabriel, ligeramente nerviosa por no saber de qué hablarle.

—Mmm… ¿Tienes algo que hacer? —le preguntó él.

—Eh, no… Tengo una clase en unas horas, pensaba esperar… por aquí… sola... aburrida.

Gabriel sonrió.

—Si gustas ven conmigo a mi casa, luego te traigo.

—Bueno —aceptó sorprendida—, si no incomodo…

—Nah…

Caminaron hacia el estacionamiento. Micaela notó que unas compañeras la vieron y pensó en que seguramente luego andarían hablando. Aunque en parte era bueno, ¿qué dirían? "Micaela la tímida y tonta chica de la facultad, no sólo andaba con el cotizado de Eliot, sino que ahora también había sido vista con otro muchacho guapísimo". Se regocijó en sus adentros al pensar en ello.

Gabriel la vio sonriendo para sí misma de forma maliciosa y sonrió.

—¿Qué morbosidad estarás pensando? Que te brillan los ojos.

—¡Nada! —saltó ella, completamente ruborizada— ¿Cómo crees?

Llegaron al estacionamiento y ella quedó asombrada con el lujoso Audi azul marino, que sonó tras desactivarle la alarma.

—¿Te quedarás mirándolo o subirás? —preguntó el chico.

—¡Oh! Claro.

Fueron a casa de Gabriel. Nuevamente Micaela se asombró con ésta a pesar de que ya la conocía.

—¿Gustas tomar algún jugo o comer algo?

—Creo que un jugo estará bien.

Gabriel tomó un intercomunicador que había cerca.

—Por favor, prepare dos jugos… Sí… surtido, ¿supongo? —miró a Micaela y ella asintió— Sí, surtido. Gracias.

—Guau, ¿hacen todo lo que te plazca?

—Puede decirse que sólo cuando se trata de comida —se encogió de hombros.

—Oooh.

Él sonrió al verla tan asombrada. Tomaron asiento en un sofá.

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