Extra 2 ❘ ❘Secreto❘ ❘

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Las cosas estaban mal, muy pero muy mal. La cabeza le martillaba, la maldita migraña le estaba matando.

—Joder —sumandole a ello la falta de sueño que había estado padeciendo las últimas noches.

No podía dejar de pensar en Camus, por una mierda que no podía. Cada vez que cerraba los ojos por unos cuantos segundos le veía sonreír en aquel escenario, sentado en esa silla, y lo peor, en compañía de aquel idiota. En el momento en que cruzaron miradas (sin importar la lejanía) supo que todo estaba dicho, y por lo tanto todo era inútil. No podía ir y pedir una oportunidad que estaba seguro sería denegada. La sortija que adornaba su dedo anular era la prueba viviente que la batalla estaba mas que perdida, y que siempre lo estuvo. Nunca luchó por él, no le habló de sus sentimientos, ni se disculpó. No tenía más nada que hacer a su lado, así que se marchó tan rápido como le fue posible de aquel lugar. Verle feliz a lado de Saga le dolía, el pecho se le oprimía y el aire le faltaba. No tenía cara para volver y pedir, no, mejor dicho suplicar e implorar que rompiera su compromiso y huyera con él. Estaba claro cual sería su respuesta.

Esa tarde le dio rienda suelta a su dolor, el alcohol había ayudado, no lo negaría. Pero cuando las semanas pasaron al igual que los meses se dio cuenta que este no ayudaba en nada, el dolor si disminuía, tal vez por unos cuantos minutos, pero nunca se iba, y peor era lo que sucedía mas tarde, con la cabeza casi estallándole los recuerdos llegaban con mucha más fuerza, a tal punto que dolían.

Y entonces el arrepentimiento por las acciones hechas pesaba. Y mucho. Verse cada mañana con un cuerpo desnudo y una cabellara roja a su lado solo ocasionaban que su corazón latiera con fuerza.

Camus.

Pero al verle el rostro se daba cuenta que no era aquel triste pero lindo pelirrojo.

—Hola guapo —susurró con sensualidad aquel chico de aparentemente diecinueve años, mientras se deshacía de aquella sábana dejando al descubierto su desnudez. Le miraba con picardía. Pareciera que estuviera incitándole a que lo tocara.— Mmh.. ¿Qué te parece si repetimos lo de anoche? —su actitud le provocó asco—. Dejame decirte que estuviste magnífico, no me importaría que continuarás llamándome Camus, a decir verdad yo—

Y como todos los días un extraño chico era arrastrado a la salida, y sin importarle los gritos por sacarlo de ese modo le aventaba la ropa a la cara, podía vestirse afuera si quería. Le importaba en lo mas mínimo lo que pasará con su culo.

Sabía que actuaba por impulso, pero no podía resistirse. No cuando aquellos chicos le recordaban tanto a él. Y aquella rutinaria conducta se repitió por largos meses hasta que decidió parar. No por que quisiese si no por aquellas recurrentes visitas en el bar de aquel hombre que debería estar a lado del galo, cuidándolo y haciéndole feliz.

Se suponía que ya estaban casados (o era lo que pensaba), habían transcurrido ya cuatro meses desde la ultima vez que lo vio.

La intriga por saber la razón de sus visitas con frecuencia siempre a la misma hora y salir de la mano con un chico o chica diferente le molestó. Y es que, ¿Cómo podía salir a follar con otro(a), cuando tenía a alguien esperándole en casa? Y no es que fuese cualquier persona, era Camus, su esposo, quien seguramente se encontraba mas que preocupado por su paradero.

¿Como podía hacer tal bajeza?

Tanto era el rencor y la envidia por haberle quitado al pelirrojo que una madrugada lo siguió, debía averiguar con exactitud que estaba pasando. Y no podía creerlo; Saga se encontraba inmovilizándo a aquel chico, al mismo tiempo que le inyectaba algo en el cuello, quizo gritar y ayudar al joven pero la presencia de alguien más le hizo quedar petrificado. Se trataba de un hombre, de cuerpo musculoso y cabellera rubia.

❝Me das Asco❞© CaMilo❇Where stories live. Discover now