Capitulo 2

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"Play the game" - Kodaline

-¡Alfred! – Agoney entró en el apartamento sin llamar a la puerta, sabía perfectamente donde estaban las llaves de repuesto y no dudaba en usarlas cada vez que le venía en gana -. ¡Alfred, tío! ¿Dónde estás?

El salón tenía unas enormes ventanas de cristal que daban a lo más alto del precioso edificio desde donde se podía ver la Isla de los Museos. Agoney siempre rodaba los ojos, era inútil comparar ese apartamento con el que estaba a tan solo seis plantas por debajo, el cual pertenecía a su hermana desde hacía un año y medio y no llegaba a los sesenta metros cuadrados y estaba penosamente amueblado. Este, en cambio, era un ático que cogía la superficie de los tres apartamentos de las demás plantas y estaba perfectamente decorado por un diseñador cuyo nombre era impronunciable, pero que a la madre de Alfredle parecía lo más de lo más.

Al principio esta se había negado a que su hijo viviese en unbarrio como aquel, cuando compraron el ático eran tres apartamentos separados, y apesar de las insistencias de Alfred en que él podía vivir en uno solo, su madre no quedósatisfecha hasta conseguir unir todos y darle a su hijo un piso digno de su nuevo estatussocial.

-¡Alfred, joder! Tengo que hablar contigo – siguió gritando por todo el apartamento

mientras revisaba habitación tras habitación -. Oliver y yo lo hemos dejado, necesito poner verde a ese cabrón -. Agoney abrió los brazos y se dejó caer en la enorme cama de matrimonio que había en la habitación principal, desesperado por no encontrar a su mejor amigo.

Tras de veinte minutos de espera, se rindió y se marchó. Decidió pasear por las calles menos transitadas de Berlín, un auténtico lujo del que poca gente disfrutaba, los turistas siempre venían a ver las grandes avenidas y monumentos sin llegar a conocer realmente la verdadera esencia de la ciudad.

Caminar por los adoquines de las calles estrechas, con edificios algo derruidos y alumbrados tenues y amarillentos, era la terapia favorita de Agoney después de cada ruptura, que solía ser una cada dos meses de media.

Había paseado por allí la primera vez que Leoni le había dado calabazas en quinto curso para salir con Luka, alegando que el pelo del segundo era más bonito. Había salido a correr por aquellas calles, desesperado y con lágrimas en los ojos, la primera vez que se había dado cuenta, con catorce años, de que quizás, y solo quizás, lo que sentía por Nicola era algo mucho más que amistad, había salido por allí con su madre consolándole y muerto de miedo después de que su padre le echase de casa por ser un

maricón pervertidodespués de haberle visto besándose con él por primera vez, porque su versión más joven e inocente no había concebido que alguien pudiese llegar a ser tan cruel por el simple hecho de mostrar afecto a quien le apeteciese.

Aquellas calles también le habían consolado tras romper con Kevin, Pol o Werner entre otros muchos que formaban parte de aquella lista, pero hacía ya tiempo que no necesitaba ese consuelo, simplemente salía a pasear, porque le relajaba, porque allí se había dado cuenta, mirando a los apartamentos y viendo cómo vivían las familias menos adineradas de Berlín, que había cosas peores que ver como el amor de tu mes se había dado cuenta que de él en realidad no era gay, o porque había encontrado a alguien con el pelo mas bonito (si, no solo le ocurrió una vez).

Entró de nuevo en el bloque de pisos después de casi una hora y fue directo a la segunda planta, donde estaba su apartamento provisional, es decir, el de su hermana. Rebuscó en los bolsillos de sus, perfectamente planchados, pantalones caqui y sacó la llave que colgaba solitaria de un llavero que decía Sevilla eres túy que le había traído Miriam el año pasado tras sus seis meses en España. Él odiaba ese llavero, era amarillo fosforito con lunares negros, increíblemente hortera, pero le hacía sonreír cada vez que lo miraba porque su hermana había estado eufórica al darle aquel regalo y solo el verla así ya merecía la pena.

fernweh | ragoneyWhere stories live. Discover now