05: 𝑳𝒖𝒏𝒂 𝑳𝒍𝒆𝒏𝒂.

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Y quién limpiaría sus lágrimas más que su mejor amigo. Quién sería Stiles sin un Scott.

Probablemente un vagabundo en las calles de Beacon Hills, y si puede sobrevivir, en los oscuros y tenebrosos bosques de allí. O tal vez, un pobre estudiante de último año, casi agente del FBI, quién conoce lo desconocido más que nadie, llorando en los baños de hombres en su colegio.

—Stiles, ya—repetía el morocho, por trigésima vez en el día—. Ya te dije, si me contases sobre el tema, te puedo ayudar.

—No puedo Scott, ¡Mira como estoy!

—Ridículo, como siempre—esbozó una sonrisa chistosa, mientras que el castaño lo fulminaba con la mirada—. Eso no te detiene a que me cuentes que les pasó, eso es todo.

<<¿Y cómo te lo digo? ¡SCOTT, SOY GAY! No, eso no es así de fácil>>, pensó mientras el agua fría golpeaba en su cara.

—Me estás estorbando. Pareces un adolescente que dramatiza todo—se quejó el rubio.

—Pero tú eres un adolescente, Liam.

—Cállate, Scott—resopló con estorbo en su mirada, mientras que el lobezno sonreía.

Pero nada de esto le hacía surgir comentarios brillantes cargados con kilogramos de sarcasmo, y menos le hacia gracia a el humano, quién todavía repetía esa escena de la mañana.

Su mente se dividía en partes recordando como las diferentes partes del cuerpo de el mayor se destruían mediante su emotiva charla en su cuarto. Eso, tan solo lograba que las mejillas de Stiles se hagan aún más rosadas por las abundantes lágrimas cayendo de sus ojos. Pero no lo podía parar, y tampoco es como si quisiera. Porque escuchar el melifluo que larga la voz de Derek, era música para los enamorados oídos de el castaño, porque recordar el olor que desprende luego de una misión agotadora aumenta sus sentidos de olfato y tan solo hacen que él quiera despertar con el lobo omega a su lado.

Y se sentía culpable, no solo por no haber corrido detrás de aquella persona que mantiene sus pesadillas intactas, si no que también porque no le contó a su mejor —y más queridísimo— amigo sobre esta limerencia suya con Derek. No es que Stiles no quisiera, pero su orgullo era muy fuerte como para atreverse a aceptar que se estaba enamorando de alguien más, cuando tocaba las manos de Lydia. Le parecía cruel, y por eso se lo negaba, aunque todo dijese lo contrario.

—Stiles—nombró, una vez más.

—Soy gay.

—¿Qué?—preguntaron al unísono ambos hombros lobos presentes delante de el humano.

—Me gusta Derek—confesó, mirando los ojos castaños de su amigo por el espejo.

—Pero eso es obvio—acotó con una sonrisa satisfactoria el menor. Recibió la mirada pesada e intimidante de Alfa de Scott, y se retiró con sus brazos cruzados y constantes quejas.

—Hermano, ¿porqué no me dijiste esto antes?

—No quería aceptarlo—se giró, con sus mejillas carmesí—. No podía aceptar que estaba enamorado de alguien más que no sea Lydia.

Scott aún intentaba descifrar sus palabras justas y emotivas de amigo fiel, pero este tan solo se quedó mirando como los finos labios de su compañero se forjaban uno contra otro, y como sus nudillos delataban la fuerza que el humano hacía.

Y cómo las palabras no le servían de mucho —por no decir que el lobezno no sabía que decir—, recurrió a su primera idea, y hundió la cabeza de su amigo en su pecho, para abrazarlo fuertemente, mientras el llanto continuaba. Podía sentir como las lágrimas mojaban su camisa azul, pero no le importaba demasiado, si no era el ritmo cardíaco acelerado del hiperactivo.

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