-Estamos perdiendo tiempo valioso, Marcus, no puedes seguir retrasando lo inevitable; cásate con mi hija y soluciona tus problemas económicos. Bonnie te ayudará encantada, aún se arrepiente por el trato que te dio aquel día en mi casa.
Afligido por toda la situación, pues en las últimas semanas las cosas se habían salido de su control, Marcus alborotó su oscura cabellera con desesperación.
No podía casarse con Bonnie, esa mujer estaba invadiendo sus sueños con una determinación arrebatadora y ahora sólo podía imaginarla en su alcoba, atada a su cama y rindiéndose ante él. No obstante, la rubia no reaccionaría de la misma forma en la que lo hacia la mujer de sus sueños, Bonnie se asustaría y la última semana se había percatado de lo complicado que sería intentarlo con ella sin que terminara delatando sus preferencias.
Era peligroso.
Sabía que podía casarse con ella y fingir ser otro en el lecho matrimonial, pero...
Aun recordaba la primera noche que ella lo visitó en sus sueños, todo se sentía tan real que la simple idea de compartir cama con ella se le hacía tentadora, sujetar sus cadenas, sus sogas, su fusta... ¡Quería hacer estragos con esa frágil mujer!
-¿Es que acaso no tiene pretendientes? Es la beldad de la temporada, no me digas que no te llegaron ofertas matrimoniales -trató, un poco, de desviar el tema.
-Las rechazó todas, no sé qué demonios espera esa niña.
Quizás a él. Pensó Marcus acongojado.
Ella lo quería y él... muy a su pesar, también, pues en su momento de desesperación por demostrarse lo contrario, había acudido a lady Windsor ofreciéndole ser amantes, besándola a la fuerza y percatándose de que no sentía más que mero aprecio por la mujer. Se sintió tan molesto consigo mismo que sólo odió aún más a Windsor por haberle quitado la oportunidad de hacerla su esposa y olvidar a Bonnie con ella.
-Ya llegará alguien para ella -musitó con desgana.
Él no era el indicado, lo único que conseguiría sería dañarla físicamente y era lo que menos quería para la mujer que amaba. Benjamin no tenía la menor idea del favor que le estaba haciendo al rechazar a su adorada hija, él no desearía para su pequeña nada de lo que él podría ofrecerle.
-Eres imposible -suspiró el barón con cansancio y se apoyó en su costoso bastón-. Vamos, te invito a cenar.
Hizo una mueca.
Desde el día que Bonnie le echó de su casa no había vuelto a la propiedad, por lo que no estaba seguro si sería buena idea presentarse allí.
-No lo...
-No aceptaré un no por respuesta, así que vamos.
Tomando en cuenta que sus recursos económicos eran escasos, no le vendría nada mal aceptar la invitación de Benjamin, antes solía frecuentar la propiedad de su amigo y ahora...
-Y desde mañana comerás con nosotros.
Sonrió con desgana, él sabía cuál era su situación.
Era un milagro que Beaufort estuviera siendo tan tolerante con él, hasta el día de hoy no se había pronunciado para ejecutar los pagarés, sino más bien le había dado la chance de encontrar una buena esposa para liberarse de la deuda. No estaba seguro, pero sentía que Beaufort le estaba dando aquella oportunidad dado que fue uno de sus mejores amigos el que le robó a su futura esposa.
Aceptando la ayuda del barón, Marcus se puso de pie y abandonó su mansión junto a Benjamin. El día se había marchado y ahora las calles se alumbraban por los faroles. La zona donde vivía era costosa, una de las más privilegiadas, era una lástima que su ruina económica no le permitiera disfrutar de esas nuevas comodidades. Sin embargo, su residencia de soltero -aquella que adquirió cuando era un simple abogado- era todo lo que él era. En ese lugar estaba su hogar, lo que amaba y sus secretos. Aún mantenía la propiedad, podría venderla, pero... no quería, le había tomado años confeccionarla a su agrado y no quería perderla.
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Los secretos del conde ©
Historical FictionLA HISTORIA ESTÁ DISPONIBLE EN AMAZON. Marcus Woodgate, conde de Hamilton, requiere de una esposa con urgencia; y no de una cualquiera, sino de una dama con una exquisita dote que le permita pagar las deudas que adquirió junto al condado de su difu...