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Hizo todo aquello que se memorizó de los fragmentos de texto que Janette le trajo hace varias semanas. Efectivamente, se necesitaba un poco de saliva para que fuera más fácil deslizar el duro miembro por sus labios para hacerlo disfrutar plenamente. Regó lengüetazos a lo largo de la verga masculina y la chupó con deleite disfrutando de cada uno de los gemidos ahogados de Marcus, quien seguía sentado y tiraba la cabeza hacia atrás mientras lo hacía gozar.

No podía creer que lo estuviera haciendo, pero llevaba esperando esa oportunidad desde la noche que lo dejó en su despacho semanas atrás, por lo que ahora no la echaría a perder. Si no hacía algo, pronto terminaría casándose con un extraño, algo que no pensaba permitir si Marcus seguía soltero.

Lo conquistaría costase lo que costase, ya nada le importaba. Lady Windsor estaba más que feliz con su esposo, por lo que Marcus terminaría aceptándola una vez que se diera cuenta de que ella era la mejor opción que tendría esa temporada.

-¡Mmm! -Se aferró a los muslos masculinos cuando él empuñó su cabellera y se preparó para las duras arremetidas que pronto llegaron.

Dios santo, eso era mejor que leer aquellas impúdicas páginas.

Todo lo que él le hiciera era mucho mejor y placentero. El calor se alejó en su centro y chupó con más ahínco la verga de su amante deseando conocer su sabor, esa esencia de la que había leído en cada una de las libidinosas páginas.

-Bonnie... -la llamó con voz ahogada-, retírate cariño, yo...

Succionó el falo que se tensaba entre sus labios y aceptó su simiente con deleite, llenándose de su esencia sin remordimientos. Sus hombros fueron presas de la presión de las grandes manos y lanzó una queja dolorida cuando se hizo más profunda.

Él la soltó y entonces se incorporó muy lentamente, relamiéndose los labios con aturdimiento. Lo había hecho, ¡había chu...! Se sonrojó y con las manos temblorosas arregló la prenda de su amante, sintiendo su olor a hombre muy próximo a ella.

-Dime que no hiciste esto con nadie -pidió con voz ronca, captando su atención y apoyando la mejilla en su duro pecho, le respondió.

-No, claro que no. Aprendí esto por ti, quiero comprender qué es lo que no puedo darte.

Agradeciendo que los fuertes brazos la rodearan, Bonnie se acurrucó contra él, temblorosa.

-No quiero que termines en la cárcel de deudores, Marcus -susurró con voz rota, abrazándolo por el cuello y él besó su coronilla.

-No lo haré, confía en mí.

-Cásate conmigo -repitió.

-Déjame pensarlo.

Lo pensaría, realmente quería hacerlo. Frecuentaría a Bonnie ahora que comería en su casa y vería si valía la pena arriesgarlo todo y enseñarle aquello que quería esconderle. Si ella aceptaba bien su juego sexual, las cosas podrían ser muy beneficiosa para los dos, pues tendría a la mujer de su vida como su esposa y jamás pensaría en serle infiel.

-¿Lo prometes?

-Sí, pero ahora debemos ponernos de pie y caminar por el jardín para mejorar nuestros estados, tus padres se darán cuenta de que algo no anda bien si nos ven así.

-De acuerdo -contestó con un suspiro y ambos se incorporaron sin prisa alguna.

Aun le costaba creer que su Bonnie le hubiera... el sólo pensarlo le provocaba otra erección muy necesitada de atención.

-¿Vas a cortejarme? -inquirió ella, mirándolo con curiosidad.

-No sé si será un cortejo oficial, no quiero que sea público. Tu padre me invitó a compartir las comidas con ustedes, por lo que podremos vernos la mayor parte del día sin problemas.

-Temes que al final no sea lo que esperas, ¿verdad? -indagó con desgana y Marcus detuvo su paso, para así poder darle una respuesta sincera sin el fin de lastimarla.

-Eres perfecta, cariño, pero aún cabe la posibilidad de que no lo seas para mí. No arriesgaré tu reputación ni tu felicidad, hay muchas cosas que están en juego en esto que estamos pretendiendo iniciar. No te digo esto para que te sientas mal, quiero ser sincero contigo y ambos sabemos que este inicio no quiere decir que todo esté dicho; es justamente lo que es, una oportunidad para ver si tú y yo podremos llegar a ser felices juntos.

-Bueno... -hizo un tierno mohín con los labios y él sonrió-. Pero ¿al menos te gustó lo que hice?

Asintió.

-Me gustó mucho.

-¿Entonces qué me falta? ¿Por qué aún no estás seguro?

No era como si fuera a prestarle su libro a Bonnie. Era la primera vez que sentía vergüenza de sus gustos, por lo que era difícil confesarle todo aquello que sería nuevo para su no tan inexperta cabecita ahora; quizás con el tiempo él pueda lidiar un poco más sus verdades, pero por el momento irían lento, paso a paso.

-No me presiones -zanjó el tema y Bonnie asintió, juntando los labios en una fina línea-. Ahora, dile a lady Janette que no te entregue más de esas hojas.

-¿Por qué? -inquirió ceñuda, exasperándolo.

-Porque una señorita no debe ver esas cosas.

-Dejaste que te las hiciera -recalcó con retintín, dejándolo perplejo.

-Bonnie...

-Cuando seas mi esposo, aceptaré, tal vez -aclaró- cada una de tus órdenes, pero hasta que ese día llegue y tú te des cuenta que soy la mujer de tu vida, no podrás decidir en mi vida.

Cuanto amaría darle unos buenos azotes y obligarla a rendirse ante él. Esa mujer necesitaba mano dura y él encantado se la impondría.

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Los secretos del conde ©Where stories live. Discover now