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Tenía una cita agendada por él mismo, en un intento de valentía fugaz después de la adrenalina que corrió por su cuerpo, cuando los ojos temerosos de Minho lo enfocaron fue cuando se armó de valor para decir lo que sintió su corazón en todos esos días; él dijo estar enamorado antes, Hye fue su primer amor, la chica que llenaba el vacío de su vida pero no lo lleno como pensó, con un beso no logró jamás calmar sus ansias, tampoco hacerlo llegar a la luna como lo hizo aquel castaño. No lo olvidaba, su tacto que lo hacía renacer, su calidez que le envolvía cubriéndolo de sus miedos apartándolo de la realidad, mostrándole quien de verdad es.

"Hoy a las seis de la tarde en el Café Breezin".

Esperó no sonar como alguien que toma el control de todo, se dio la vuelta huyendo de la vergonzosa escena que acaba de interpretar, no necesitaba atormentarse a sí mismo con una charla de "¿Qué acabas de hacer?" porque sus mejillas estaban haciéndolo sentir un ardor en todo el rostro, no quiso ver de nuevo al castaño porque sabía que querría volver a quedarse frente a él, sintiendo su fragancia inundarle, sintiendo sus piernas débiles porque incluso cuando no era agradable hacerlo, reconocía que era sentirse vivo, como alguien normal.

Estaba harto de que su corazón latiera desenfrenadamente y que sus palabras no salieran de golpe, pidió a un chico salir y no como aquellas veces que le rogaba a ChangBin que salieran al cine, no, era una cita de verdad como aquellas que le pedía a Hye para verse formalmente en algún lugar y que mejor que el café al cual solía ir para tomarse un descanso de su vida, no supo que le impulso a decirle que en su santuario estarían bien, tampoco el hecho de que las miradas podían pasearse sobre ambos. No quiso siquiera que lo recogiera cuando Minho insistió en un grito que pasaría por él, era tonto, delgado pero fascinante, había una pizca de alegría en aquellos vellos rasgos que no se cansaba de detallar pero luego lo hacía sacarlo de su mente. "Es un chico".

Pidió la tarde libre al menos para poder llegar pasada de las ocho al negocio, no tuvo problemas porque nadie en realidad lo escucho y seguro estarían vueltos locos cuando no se presentara pero él lo advirtió. Dos horas bastaron para martirizarse frente al espejo preguntándose si eso era lindo, si no era en exceso el perfume –su apariencia normalmente no era tema del cual hablar, Jisung particularmente vestía bien–.

Cuando su figura se vislumbró en la ventana de una tienda en las esquinas de la calle Samcheong-dong se dio cuenta que su cabello ya estaba mal alineado y que llevaba un rostro de espanto, su mente estaba en blanco y sus uñas inexistentes gracias a sus dientes, sus manos sudaban al grado de sentir que su celular resbalaba de estas pero su mirada dejo de concentrarse en su palidez para poderse dar cuenta de algo en ese lugar en la vitrina de arriba tintineándose gracias a la mano de una chica que giraba el mostrador, lo detallo y capto su atención instantes hasta que la hora marcaba que en cinco minutos debía estar en el destino, lo ignoro girando al frente para caminar digno.

El olor a café impregno su ropa y se sintió bien, relajado, eso se borró de él cuando vio sentado en aquella mesa al angelical chico que llevaba algo ligero a pesar del frío, checaba su celular como si estuviera aburrido y sin darse cuenta de sus acciones comprimía sus labios como si algo le angustiara, su ceño se fruncía y sus dedos tamborileaban la funda con ansiedad, ¿estuvo esperando tanto por él? Llevaba diez minutos de retraso y se pudo excusar en algo tan simple pero cuando termino frente a la mesa y sus ojos avellana conectaron con los de almendra olvido como se llamaba, incluso porque llegó tarde. Se sintió en blanco.

─Disculpa.

Minho sonrió con confianza como si realmente estuviera alegre a pesar de su impuntualidad.

─¿Sabes qué no debes disculparte, cierto? ─sonaba tan relajado que quería creerse aquel cuento de Minho.

─Es que yo...

─No bromeo cuando te digo que no necesito explicaciones, toma asiento. ─señalo la silla delante de él, ¿tuvo que escoger una mesa para dos? ¿en serio?.

La explicación tendría una razón linda, ¿ahora qué haría con lo de su bolsillo? ¿acaso Minho no pensaba en porque hablaba en veces de más Jisung?

Se detallaron en el mayor tiempo posible, se adoraron en silencio y hubo un instante donde parecían hablarse por la mente puesto que el tiempo corría y seguían serios, ¿era tan incómodo?

─¿Ordenaste ya? ─no lo miró esta vez, solo agito su gabardina y se inclino en la mesa más no sabía que a Minho le afectaba demasiado cada gesto desinteresado que hacía volviéndolo adicto a él.

─No, esperaba por ti.

─Oh...

Fue más difícil de lo que contemplo, en su espejo practico la charla perfecta, las dudas que tenía sin resolver por parte del contrario pero lo único que logro decir fue si ya ordeno. Tomo el aire suficiente antes de meter su diminuta mano en su bolsillo para pronto deslizar por sobre la mesa de madera algo de metal plateado que con le luz de la lámpara que existía cerca de ahí brillaba, la dejo frente a él y lo vio directamente sintiendo algo en el estómago estrujándose. Minho pareció más que confundido cuando el metal cobro forma de un casco que solían usar las personas precavidas cuando montaban sus motocicletas, lo detalló tomándolo entre sus dedos largos y delgados, Jisung estaba en el colapso en ese instante.

─Pase por una tienda, me llamo la atención y no pude pensar en alguien más que en ti, te pertenece más que a aquel estante. ─se ruborizo pero no perdió ni un instante del rostro de ese chico, quería saber si causaría aquel efecto que causo en él la primera vez que lo sintió cerca, quería saber si no era estúpido el que haya pensado en él, quería saber que no solo era él quien estaba siendo descuartizado por las ansias.─ Me recordó la primera vez que subí a eso... y... tal vez te pueda recordar a mí.

Minho no tuvo las palabras suficientes para describir realmente que era lo que sentía al tener un obsequio de aquel chico, no se imaginó que llegaría tarde por detenerse a pensar en él, no pensó que lo que alguna vez creyó unilateral terminaría siendo reciproco.

─¿Fue la primera vez? ─sacudió su cabeza.─ Gracias... yo... no sé qué decir. ─señaló el llavero.

─La primera y última. ─se aseguró metiendo sus manos a su bolsillo.

─¡Eso lo veremos! ─sonrió como si le diera la advertencia de que seguiría adueñándose de sus pensamientos.

Honey.-MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora