16 | Robo en el hotel

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—No podemos confiar en la seguridad del hotel. El sistema electrónico no hizo más que llamar a la policía —dijo el señor Bourgeois, muy preocupado.

—Pero tampoco podemos confiar en ellos. No puedo creer que se hayan metido en el hotel —respondió uno de los guardias externos.

—Ellos tienen habilidades que nosotros no, pueden hacer lo que quieran —respondió la señora Bourgeois.

Los empleados de todos los niveles habían sido convocados a la sala de juntas del señor Bourgeois, lo que me incluía.


Dos noches atrás, un par de ladrones había sorteado la seguridad. El robo resultó impedido por al accionar de los héroes.

La escena se me hacía tan interesante como un cuadro. Guardias, botones y hasta el personal de biblioteca en la misma mesa, con vestimenta ordinaria.

Según el comunicado, querían tener la mayor cantidad de testigos del robo. Yo no sería de gran aporte, ya que no me encontraba de turno.

Habían dispuesto una larga mesa de madera, lustrada y barnizada a la perfección, rodeada de decenas de sillas. Esa sala suponía más dinero que el que cualquiera de nosotros podría ganar en un año.

Los Bourgeois ocupaban los asientos del centro y presidían la reunión. La señorita Straighthead, jefa de personal, estaba junto a la señora Audrey Bourgeois.

—¿Y en qué se supone que debamos confiar? —dudó el señor Bourgeois, quien tenía a su pequeña hija sentada en sus piernas. Era admirable verla jugar con su muñeca en un mundo de adultos preocupados.

Se levantó un murmullo general, bastante bullicioso. El ambiente se sentía viciado de inquietud. Yo habría dicho que, en realidad, todos los que estaban a mi vista temían a los héroes. Era tan simple. Tenían miedo de lo desconocido.

La señora Bourgeois dejó salir un suspiro. Parecía cansada, o aburrida. Destilaba la impresión de estar perdiendo el tiempo allí.

—Nadie está respetando los turnos de habla —indicó la señorita Straighthead, alzando un poco la voz para hacerse oír—. Solicito que levanten sus manos y esperen aprobación.

En seguida reinó el silencio, y con una mirada común corroboraron quiénes querían aportar a la conversación.

—Gracias. Señor Bourgeois, tiene la palabra.

—Necesito que todos respondan la siguiente pregunta. ¿Quién aquí presente vio a los héroes en persona?

De repente solo se oyó el sonido de las bocas calladas o de algún ocasional brote de tos. Ni una cobarde respuesta.

Escuchaba los golpes de mi pecho. Esa pregunta había sido, a mi percepción, específica para mí.

Habían pasado ya ocho meses de esa noche, cuando los encontré en la calle, vulnerables. Ocho meses desde que el universo se configuró para que yo los encontrara cara a cara e intercambiara palabras con ellos, por más escasas que hubieran sido.

¿Era esta una señal para animarme a decir que no eran peligrosos, que todo lo contrario, que ellos querían ayudar?

Esta vez, el miedo sí me controlaba.

La historia de Nathalie [+18]Where stories live. Discover now