T R E I N T A Y N U E V E

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Pensé que encontrarme con Jungkook sería difícil después de lo que sucedió entre Dave y yo, pero quizá yo era una sinvergüenza o tal vez el hecho de tener a Jungkook tan cerca me devolvía una sensación de dicha que no podía ser comparada con nada.

En momentos como esos, el pasado no me interesaba en absoluto. Cualquier error que hubiéramos cometido no significaba nada para mí y en lo único que podía pensar era en cuanto lo extrañaba.
Era entonces cuando me daba cuenta de que lo que Dave me hizo sentir durante los últimos días no era ni remotamente similar a lo que sentía por Jungkook.

Ver a Dave no me emocionaba, ni aceleraba mi corazón y mi ritmo sanguíneo.
Me sentía fatigada, nerviosa, acalorada cuando Jungkook estaba cerca.

Lo miré a distancia al entrar a la biblioteca.
Lucía encantador sentado solo en una mesa, con un libro entre las manos. Tan tranquilo, como pocas veces solía verlo.

Tragué un nudo en el cuello y suspiré al estar tan cerca de él, que creí poder escucharlo respirar.

-Hola- murmuré. Me senté al otro lado de la mesa y él levantó la cabeza para mirarme con esos ojos verdes que tanto me enamoraban.

-Hola- sonrió. Cerró de un golpe el libro entre sus manos y lo hizo a un lado para depositar en mí toda su atención- te he traído algo- presumió sin borrar la sonrisa que llevaba y que lo hacía lucir tan diferente a como fue las últimas semanas conmigo.

Lo observé expectante. Jungkook metió una mano en el bolsillo de su abrigo y tanteó hasta sacar de ahí un chocolate. Lo colocó en la mesa y me pareció tan adorable que por un segundo creí que lloraría, pero hice un gran trabajo al retenerme las ganas.

-Gracias- le dije y tomé el chocolate para guardarlo en mi bolso. Esa cosa no planeaba comerla jamás y la guardaría en un santuario por siempre.
Ahora que Jungkook me parecía un amor imposible, prácticamente veneraba todo lo que sus manos tocaban. Especialmente ese chocolate, porque era un regalo.

-¿Haz elegido el libro ya?- le pregunté al notar que tenía una novela en esa mesa.

-Pues es algo que encontré por ahí, pero si quieres podemos elegir otra cosa- respondió mientras yo tomaba el libro y leía la reseña.

«La dama de las camelias» Había escuchado hablar de él y también pensaba que podría ser una gran historia para representar al frente al frente de la clase en nuestro nuevo proyecto.
Una novela de amor y un desenlace fatal. No había nada más trágico y perfecto.

-Me gusta, podemos usarlo- acepté y el chico me regaló una sonrisa llevadera.
Parecía contento y eso era singularmente extraño, temía que se tratara de una actuación o una faceta.

-Iré a buscar otro para que podamos leerlo- se marchó y me quedé un momento a solas intentando calmar mi alterado corazón.
Deslicé una mano en mi frente y descubrí que estaba sudando.

«¡Tranquilizate Lexi. Maldita sea!» me dije a mi misma y respire hondo un par de veces antes de que el chico volviera con un libro idéntico al anterior entre sus manos.

Se sentó donde antes había estado y durante unos minutos hubo un gran silencio.
Nos limitamos a leer la novela que iniciaba siendo narrada por un personaje que describía a la dama de las camelias como una mujer de vida exótica. Mucho dinero, un matrimonio millonario, amantes por doquier y sexo sin medidas.

En cierta forma me recordó a Dorian Gray, pues esta mujer también se deterioraba por dentro, aunque a diferencia de Dorian, ella no tenía el poder de ser eterna, pues una enfermedad grave estaba por terminar con su vida.

Comencé a olvidarme de todo a mi alrededor cuando llegaba a una sección de la novela en la que el personaje principal mencionaba a un hombre guapo y joven que se había enamorado de la hermosa dama de las camelias. Aparentemente entre ellos existió algún romance, pero no pude descubrirlo en ese momento porque de pronto tuve la sensación de que estaba siendo observada.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora