Sorpresa

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Marinette suspiró agotada mientras limpiaba la última bandeja del fregadero.

Habían pasado dos años desde su rompimiento con el Agreste y había progresado bastante bien.

Había decido usar sus ahorros para abrir una pastelería en el pueblo más cercano, quedaba a una hora de su casa.

Al obtener el capital y los conocimientos suficientes de repostería gracias a sus padres, su negocio había emprendido bastante rápido. Se mantenía ocupada haciendo panes y pasteles, platicando con la gente que venía a comprarle y a hacer uno que otro boceto o receta en su tiempo libre.

Estaba avanzado y eso le alegraba bastante.

Ese día había tenido que quedarse bastante tarde, era invierno y una fuerte tormenta de nieve había golpeado ferozmente al pueblo, imponiéndole salir de ahí.

Suspiró agotada, sentándose en la silla que se encontraba detrás del mostrador, agarrando un lápiz comenzó a garabatear ropas que deseaba algún día volver hacerlo.

Sonrió tristemente al recordar el motivo de su renuncia. A pesar de haber pasado tanto tiempo aún le dolía pensar en él, el daño que le había hecho y lo feliz que fue con él.

Porque a pesar de todo, le amaba con todo su corazón, aunque este estuviera roto en mil pedazos.

Escucho como alguien golpeaba toscamente repetidamente, asustándola y haciéndola respingar sobre su asiento, soltó un débil "está cerrado", siendo ignorada olímpicamente y escuchar de nuevo como golpeaban la puerta de la panadería.

Suspiró molesta y se acercó lentamente a la puerta, tomando detrás del recibidor un bate de béisbol por si acaso.

Quito los seguros de la puerta y la abrió rápidamente, sosteniendo con firmeza el bate, impactandose con la persona que se encontraba en la entrada, sintiéndo como se le estrujo el corazón.

-Un bebé-murmuró asustada y horrorizada al ver un bebé en una canasta bien arropado y este se encontraba profundamente dormido.

Soltó el bate a un lado de la puerta para poder cargar la canasta con el bebé.

Miró a los lados para poder encontrar a alguien, pero no había nadie en aquellas calles. Entro a la panadería, cerrando con seguro la puerta y llevar al bebé cerca del calefactor.

Colocó la canasta del bebé en el suelo, no muy cerca de este, pero tampoco lejos, se sentó frente a este y le acaricio sus rosadas mejillas que sorprendentemente se encontraban calientes, una pequeña mata pelirroja sobre salía de este.

Visualizo una hoja doblada a la mitad que se encontraba al costado derecho del bracito del bebe, tomo la carta y las desdoblo para leer su contenido.

—Mi nombre es Liv, —sintió como su corazón daba un vuelco al ver la pequeña sonreír ligeramente entre sueños—Mi mamá no puede cuidar de mí, por favor cuida de mí.

Tapo su boca entre sus manos para evitar que algún sonido saliera de ella. Le habían dejado un bebé a su cargo, un bebé que ahora dependía de ella. Sintió como el pánico la dominar dentro de ella.

¿Quién le había dejado aquel bebé? ¿Acaso creían que ella era lo suficientemente responsable para cuidar un bebé? ¡Pero si a penas podía consigo mismo y un corazón que aún se encontraba roto!

Sacó su teléfono celular y marco el número de la policía.

No podía hacerse cargo de un bebe, no se sentía lista para aquella tarea que ni si quiera ella había aceptado, le causaba terror de solo pensarlo. Escucho los pitidos, sentía como su corazón latía frenéticamente dentro de su pecho, escucho un balbuceó que provenía de la cuna.

—Buenas noches, usted ha marcado al 911, ¿Cuál es su emergencia? —hablo la voz del otro lado del teléfono.

Marinette no respondió, observo embelesada al pequeño ser que se encontraba arropado dentro de la canasta, le miraba con sus pequeños pero grandes ojos verdes, una pequeña sonrisa adorno en sus regordetas y rojizas mejillas de la pequeña, haciendo un sentimiento cálido le embriagara en todo su ser.

—¿Bueno? ¿Hay alguien ahí?

Colgó la llamada y dejo su celular en el suelo, se acercó al bebe y metió por los costados del bebe para poder sacarla de ahí, la levanto y la acerco lentamente hasta acostarla en su pecho, escucho como bostezaba la pequeña y con sus pequeñas manitas se ceñían en su ropa.

Sintió como su cuerpo se volvía embargar de esa cálida sensación y sentía una inexplicable felicidad.

—Hola Liv, —susurro con ternura el nombre de la pequeña, sintiendo como su cuerpo temblaba de la euforia y miedo— mi nombre es Marinette y yo me hare cargo de ti, seré tu mamá y te prometo que nada te hará falta, siempre estaré ahí para ti y tendrás tanto amor que querrás darle amor a los demás.

Por primera vez en los últimos dos años, Marinette se sentía feliz, asustada por la drástica decisión que había tomado, que aun a pesar de no sentirse lista de ser madre, ella sentía que podía hacerlo si era con la pequeña

Porque trataría... No, ella daría todo de sí para que nunca le faltara nada.

Por primera vez, se sintió completa.

Porque Liv le había iluminado su vida en aquella noche de tormenta, ella le había dado un nuevo motivo para tratar ser la mejor mamá que la pequeña podría tener.

Daria todo de ella por aquella sorpresa que al principio le asusto ahora le parecía la mejor sorpresa que le habían dado en su vida.

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Por fin, siempre quise llegar a esta parte.

No me pregunten que seguira porque no tengo ni la menor idea, quizas en un mes lo sabre.

TratarWhere stories live. Discover now