Capítulo 1

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Hoy se sentía diferente.

Había algo raro, era como haberse despertado la última mañana de vacaciones, cuando miras la habitación en la que te hospedas y piensas "probablemente nunca más vuelva a estar aquí".

Y coño, claro que era raro. Estaba en su casa, como no se prendiera fuego dudaba que fuera la última vez que la pisara.

Apartó esos pensamientos de su cabeza. Hoy era un día normal, era un martes -de mierda- más, en el que se miraba en el espejo soñolienta, con restos de baba seca en la cara y el pelo despeinado. Negó con la cabeza mientras cogía el cepillo de dientes, dispuesta a comenzar con su higiene matutina.

"Las putas siete y veinte de la mañana, tendré que atravesarme las tostadas por la tráquea si quiero llegar a las ocho a clase" pensó.

Después de peinarse y asearse, salió escopeteada a la habitación a vestirse. Metía los libros en la mochila sin cuidado alguno, con los pantalones a medio subir.

Con la mochila colgando y abrochándose la bragueta, bajaba a trompicones por las escaleras de madera de su casa.

—Joder Alba, ¿podrías espabilar alguna mañana? —exclamó una pequeña rubia, notablemente molesta.

—Lo fiento, Madina. —pronunció Alba, sin sentirlo ni una pizca.

Caminó hacia la puerta de salida de su casa, con las tostadas atravesadas en la boca y sin un ápice de buena pronunciación.

Una madre adormilada y con el batín puesto, esperaba al lado de la puerta para poder llevar a sus hijas a clase.

—A ver, niñas, no me taladréis de buena mañana la cabeza. —pidió con pesadez en su voz.

Abrió la puerta y las tres notaron el frío calar sus huesos.

—Parece que soy a la única que le importa llegar puntual en esta familia. —se quejó Marina, la más pequeña. Cerrando la puerta del coche ya una vez dentro.

—Nosotras vamos puntuales, eres tú quien quiere llegar quince minutos antes para saludar a todo el instituto. —vaciló Alba.

—¿Perdona? Llegamos a las ocho en punto, a las ocho y dos minutos terminamos de despedirnos, a las ocho y cinco estamos subiendo las escaleras y a las ocho y...

—¿No crees que para tener quince años vives muy preocupada?

—A las ocho y siete entro a clase. —continuó ignorando las burlas de su hermana. —Un total de siete minutos tarde cada día. No sé a ti pero a mi me llaman la atención.

—A mí no me pueden decir nada. —dijo despreocupadamente, llevándose el último trozo de tostada a la boca. —Eftoy en bachilledato. —concluyó encogiéndose de hombros.

Y es que así era Alba Reche. Vivía despreocupada, pocas cosas le importaban más de lo que fuera necesario. No es que fuera poco empática, simplemente demasiado joven. Dieciocho años en los que la vida siempre le daba segundas oportunidades y grandes momentos. Gracias a su sonrisa genuina y cálida, a su inocencia, mezclada con esa cara angelical de color pálido y su cabello platino, era una chica que conseguía lo que se proponía. La mayoría de veces sin ser ella consciente de cómo. Quizás eran sus ojos de color miel, llenos de verdad o su gran corazón, del que ella todavía desconocía su magnitud. Fuera lo que fuera, Alba Reche nunca era una chica cualquiera para nadie de quien la conociera.

IT'S MY WORLD - ALBALIAWhere stories live. Discover now