Capítulo 6

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El chorro de agua caliente golpeaba el rostro de Eilan con efectos calmantes.

Al principio, aquella ducha que se manipulaba manualmente y le hacía lavarse de pie le había parecido la idea más alocada que jamás hubiera escuchado, pero una vez dentro, descubrió que aquel invento debía ser el cielo en la Tierra.

Agua caliente sin calentarla y meterla en cubos, esto es la gloria.

Su cabeza viajó al momento al que cruzaron el umbral de la puerta de aquella, a su parecer, acogedora casa.

La hermana de Alba se había lanzado a la pequeña con desesperación y la madre protestaba.

"Toda la tarde con que habías desaparecido y ya le decía yo a Marina que estarías de parranda."

Obviamente la madre no se había olido nada ni por asomo, y la cara de alivio de la rubia había sido para retratarla.

"Esta es mi amiga... Natalia, y se va a quedar unos días mamá."

Natalia.

Le había llamado Natalia.

Su corazón casi explosiona en su pecho cuando lo escuchó, ¿podría haber sido una coincidencia? ¿Un simple nombre al azar?

Antes hubiera ahorcado a cualquiera que le llamase de aquel modo, pero de alguna manera, en aquel instante su pecho acelerado se calentó.

Natalia había sonado muy bien entre sus labios.

La rubia que esperaba a la diablesa en su habitación, se mordisqueaba las uñas nerviosamente.

Ella recordaba el día en que metiendo sus narices dónde no debía, para variar, había escuchado su verdadero nombre.

Los elementos estaban hablando de ella a sus espaldas y escuchó algo.

Algo de la muerte de alguien y el nombre de Natalia.

Por desgracia su oído pegado a la puerta no le había sido muy eficaz para escucharlo todo.

Lo que estaba claro es que a Eilan le había impactado que pronunciara su nombre en alto.

Pero lo más interesante, es que no se había opuesto.

Había estado muy tranquila y callada en presencia de su madre, cosa que agradecía por que no sabría cómo contarle a la Rafi que lo que para ella fue una tarde, para ella habían sido días de sucesos inexplicables.

— Alba, yo te vi desaparecer. – Insistió su hermana. — ¡Dejaste de ser tangible, coño!

— Que no Marina, que estás alucinando. – Siguió haciéndole creer a su hermana que estaba loca. No tenía ganas de explicaciones.

— Alba... ¿y de todos modos quién es esta? ¿Por qué traía esas pintas?

— Le han atracado. – Murmuró sin más.

Ambas alzaron la vista cuando escucharon unos pasos arrastrados en la puerta.

Alba casi sonríe al ver a Eilan con el pelo mojado, cara de cansada, y un pijama azul.

Por no hablar de las zapatillas blancas con letras negras que ponían...

Espera un momento...

¿Up, Shut? Se las ha puesto del revés.

Soltó una risa contenida.

— Hola, Natalia. – Saludó la más pequeña de las tres. Eilan buscó con su mirada a Alba, pidiendo auxilio.

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