XIX: El inicio de todo

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—Izuku...— llamó en un suspiro el Alfa, que tenía al de cabellos entre sus piernas. No era lo que esperaba cuando el menor le ofreció quitarle el cansancio de encima, pero, estaba satisfecho.

Estar en el refugio en el que llevaban ya una semana no era del todo gratis, los que se encontraban ahí eran Alfas de élite, habían sido seleccionados e invitados al lugar a cambio de su servicio.

Porque si los herbívoros estaban declarándoles la guerra, lo habían hecho con las casta y clasificación equivocada. Porque los carnívoros eran muchas cosas, pero no darían su brazo a torcer cuando su salud, especie y familia estaban en riesgo.

Los creadores del refugio estaban formando su propio ejército.

Era por ello que los Alfas estaban siendo entrenados en muchos sentidos, preparándolos para lo que sería inevitable tarde o temprano, la guerra frente a frente, sin golpes por la espalda.

Lástima por los Betas que se verían envueltos.

Pero también estaban las familias, es por ello que los cachorros eran llevados a el psicólogos y los Omegas en cinta cuidaban de los mismos la mayor parte del día. Mientras que aquellos Omegas que no lo estaban, eran entrenados con armas de fuego y pelea cuerpo a cuerpo.

Se estaban levantando, y más fuertes que nunca. Estaba en sus genes, el pelear por territorio a muerte, incluso en antaño por un Omega... ¿Cuál era la diferencia si peleaban a muerte por su libertad?, ninguna, preferían morir de pie que morir arrodillados.

El Alfa gruñó con disgusto total al escuchar que la puerta era llamada, ¡Soportaría si fuese su cachorro, pero no lo era!, pero no podía hacer nada, Izuku estaba encantado con Kota y éste no se separaba del mismo.

Era por ello que la intimidad con su pareja se veía privada.

—¡Ya voy!— gritó después de limpiar las comisuras de sus labios y carraspear su garganta —perdón, Shoto. Para la próxima será— aseguró apenado, pues la mirada del Alfa no era agradable y la calentura se le había bajado de golpe.

—No importa— contestó más tranquilo, acostándose en la cama matrimonial, la cual compartía con su Omega y el cachorro recién adoptado por ellos. Era irónico que comprar un Omega fuese un show pero un cachorro carnívoro no... ¡Ah pero si fuese de otra casta!... La sociedad era una perra, eso seguro, enemiga de muchos amiga de pocos, todos le sonríen cuando pocos la quieren. Común.

—De verdad, perdón. Voy a con Tsuyu a preguntarle cómo va Kota. Recíbelo ¿Si?— preguntó, pero el Alfa nunca le miró.

—No me agrada, no lo quiero— se quejó, simplemente no podía. Si fuese su cachorro no lo sentiría como una amenaza para los que sí lo eran, pero no. Sentía que Kota e incluso otros Alfas eran una amenaza, "instinto durante la primera camada", le había mencionado Hatsume.

El Omega borró su sonrisa, y se acercó al mayor, sólo para acariciar su cabello, dejarle un beso e irse. Shoto pasó sus manos por su rostro, tenía que intentarlo. Con fastidio se dirigió a la puerta principal de su habitación, era como una de hotel con un muy corto pasillo, pasillo en el que se encontró con el de gorra.

Kota inhaló el aire, y disgustado al detectar el olor característico y dulzón a sexo simplemente se dio a la acción de defender a su nueva familia, era su responsabilidad, es por ello que dio un puñetazo a la entrepierna de Shoto que cayó al suelo sin remedio.

—Bas-bastardo— se quejó.

—¡No quiero que lo toques, les harás daño!— exclamó entre dientes, molesto con su nuevo "padre". Luego sólo pasó a la habitación. 

¡Omega en venta!Onde histórias criam vida. Descubra agora