Capitulo VII

30 4 4
                                    

Lexandrei Griggaro

– Las tropas no pueden retirarse.

– Si se ve amenaza deben hacerlo.

– No pondremos en peligro a nuestros hombres.

– ¿Qué más da? buscaremos más.

– ¿Por qué no vas tú con ellos? Quiero ver cómo te asesinan.

El debate continúa alrededor de la mesa. Mi espalda está encorvada hacia delante a la vez que mis manos están sobre la mesa sujetadas, ya es una costumbre colocar esa postura cada vez que nos reunimos con el consejo. Yo encabezo una de las puntas de la gran mesa mientras que mi padre está en la otra.

A diferencia de mí, su espalda se recuesta al espaldar de la silla acolchada, sus brazos se mantienen encima de los posa brazos y su rostro luce expectante. Su corona dorada lo hace ver potente, las puntas se alzan en distintas direcciones como si tuviera púas, mínimos diamantes acompañan las mismas.

Yo decidí no colocarme la mía hoy, tener que usar corona dentro de una sala "privada" me parece absurdo. Mi cabello está peinado hacia un lado de manera ordenada, por lo que no llevar conmigo lo que me identifica como príncipe no me afecta.

Siento que mis hombros van un poco hacia adelante en señal de cansancio. Llevamos ya casi dos horas aquí y lo que dice cada uno de los concejales no ayuda en nada. Ofensas hacia otro de los suyos es lo que no para de salir de sus bocas. Mi mandíbula se aprieta ligeramente. Ya deben ser más de la medianoche, estoy cansado y hambriento, tomando en cuenta de que no pude almorzar por estar encerrado con mi padre acomodando los registros de la academia.

No evito soltar un suspiro irritado, me empujo con las manos para intentar aligerar el peso sobre mis hombros, mi movimiento llama la atención de los presentes, quienes detienen su parloteo y preguntan lo mismo de siempre:

– ¿Algo que aportar su alteza?

Thompson, uno de los concejales, me mira con duda. Él no fue el que lanzó la pregunta, pero era uno de los que parloteaba. Con él tenía una clase de amistad, de esa que te da salidas cuando no encuentras tal cosa. Era mayor que yo por varios años y no miento al decir que a veces sustituye el puesto de mi padre como eso, un padre, porque el responsable de crearme no hacía más que mantener el orden y conseguir todo lo que quería a su manera.

Llevo una de mis manos a mi nuca y masajeo un poco para quitar la tensión, cierro mis ojos y muevo mi cabeza en forma circular para ver si así se iba más rápido. Niego para responder la pregunta del concejal, para cuando regreso la mirada a la mesa siento los penetrantes ojos del rey sobre mí.

Chasqueo la lengua y la paso por mi labio inferior mientras frunzo mi ceño. Eso era algo que se me había hecho costumbre, lo hacía mayormente cuando me sentía presionado. Sabía que mi padre quería que yo dijera lo correcto para solucionar esta situación, me estaba poniendo a prueba, lo veía en sus ojos, la forma en la que ladea su cabeza y me mira impaciente. Solo los Griggaro intimidan así.

– Propongo que nuestros hombres mantengan su puesto – Menciono finalmente. Mi voz sale ronca pero aun así firme. Los murmullos comienzan a surgir por la sala, por lo que levanto un poco la voz - No tengo duda alguna de que están bien entrenados y pueden manejar una situación así.

>> Si en verdad son nuestros guerreros entonces están dispuestos a sacrificar su vida por su nación... – Tomo una pausa - La guerra con Pryurie, el quinto país de la fortaleza de Anafessia debe terminar. No obtendrán nuestras tierras, y tampoco se llevaran a nuestras mujeres y niños – Mis facciones se endurecen – Rompieron el tratado y no permitiremos que nos pisoteen de esta manera.

KINGWo Geschichten leben. Entdecke jetzt