LXV. El miedo sigue ahí

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Se querían. Se querían mucho. Demasiado. Y se dejaron escapar. Y no porque no se importasen, más bien todo lo contrario: se querían demasiado como para pensar que eso algún día podría joderse. Y pensaron que lo mejor era quererse en silencio, lejos y en recuerdos. Cobardes, ingenuos, locos -de amor- no encontraron forma más salvaje de salvarse de la destrucción. Lo peor de todo es que todavía se quieren, pero el miedo sigue ahí, destruyéndolos, aún más, si cabe.

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