Pesadilla

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Sangre...

Oscuridad...

Frío...

Soledad...

Su propia voz no salia de su garganta, es como si la hubiera perdido.

Quería gritar, mas no podía.

Tampoco podía moverse, sentia como si le hubieran paralizado. Por más que quisiera gritar o moverse algo le impedía hacer cualquiera de esas acciones.

Solo podía ver y escuchar.

Solo era espectador de algo que ya había sucedido y del cual nunca podría dar marcha atrás.

Oia la voz de Aioros gritar a su yo mas joven, que lo escuchara, que confiara en el.

Podía ver, como su yo más joven se negaba a escucharlo y alzando su brazo lanzo su ataque mortífero contra aquel que fue su amigo y el dueño de su corazón.

Quiso gritar que no lo hiciera, pero nuevamente sus palabras no salieron de su boca.

Quería correr para interponerse y salvar a Aioros, pero continuo sin poder mover un dedo de su sitio, en el cual estaba viviendo la noche de su mayor pesadilla.

Aquella pesadilla de la cual seria por todas las noches siguientes a la muerte de Sagitario.

Cerró los ojos, sintiendo como lágrimas invisibles resbalaban por sus mejillas y al abrirlos nuevamente se miró las manos.

Llenas de sangre, la sangre que pertenecía a Aioros y que el había derramado.

Finalmente de su voz salió un grito de dolor, el cual le hizo incorporarse de un salto en la cama sacándolo de su pesadilla.

Sudoroso, el de ojos oliva empezó a respirar agitadamente, con el cuerpo temblando y el sudor cayendo a mares por su cuerpo.

Lágrimas silenciosas caían por sus ojos, en medio de una noche oscura sin luna ni estrellas.

Más casi de inmediato unos brazos lo envolvieron y lo apegaron a un torso que el bien conocía.

Aquel calor y aroma que lo rodeaba empezó a tranquilizarle poco a poco, más las caricias que le proporcionaba su amante alrededor de su cabello, espalda y brazos, terminó por calmarle del todo.

-Lo siento, no quise despertarte...- Se disculpó sincero, suspirando ya más relajado.

-¿De nuevo la pesadilla?- Ante el silencio del español, Aioros tomó el rostro ajeno con sus manos y lo atrajo hasta sus labios, donde dejó un suave beso en ellos.

-Soy real, el pasado es pasado, yo siempre estare contigo Shura, no importa las pesadillas que tengas, yo estaré para calmarte cuando despiertes de ellas y puedas ver la realidad en donde somos felices- Le asegura con ternura, acariciandole la mejilla a la par que secaba las lagrimas traiciones que aun caían por sus ojos.

Shura agradecia siempre por tener a ese maravilloso hombre consigo cuando  despertaba teniendo pesadillas o no.

Momentos SagicornioWhere stories live. Discover now