Familia

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Simplemente no podía creerlo.

Remus se encontraba en medio del auditorio con las rodillas temblorosas y la respiración entrecortada. Todos los miembros del juzgado y los testigos se ponían de pie lentamente y abandonaban la sala con sus largas túnicas arrastrando por el suelo de piedra y expresiones indiferentes en sus rostros, como si nada hubiera ocurrido.

La audiencia había terminado y él simplemente no podría creer que habían ganado.

¿Era un sueño? Tenía que serlo. No había manera de que esos viejos y anticuados miembros del Wizengamot hubieran autorizado que él, Remus John Lupin, hombre lobo desempleado, tuviera el mismo derecho que Sirius, el primogénito y único heredero de la renombrada casa Black de convivir y criar a Harry Potter, Salvador del Mundo Mágico. Era simplemente inaudito.

¿Qué había ocurrido durante la sesión? No podía recordarlo muy bien. Todo lo que recordaba era que, de alguna manera, Sirius se había hecho cargo de todo. Sorprendente si tomaba en cuenta que Sirius no solía hacerse cargo de nada. El pelinegro había hablado y había llamado a los testigos y luego le había preguntado cosas, pero Remus había estado muy nervioso. Él sabía que era estúpidamente inmaduro dejarse arrollar por las críticas, sabía que debía estar acostumbrado al rechazo, pero ese momento había sido realmente importante y él de verdad, de verdad, no había querido echarlo a perder.

Y aparentemente no lo había hecho.

Todo había salido de acuerdo al plan y ahora, si él lo deseaba, podría vivir bajo el mismo techo que Harry y cuidar de él como tantas veces había hecho en el pasado por petición de Lily y James. Sólo había algunas condiciones que debía cumplir: la primera de ellas era adecuar una habitación en donde fuese que viviera el niño para que el lobo pudiera pasar las lunas.

Una habitación segura que anulara cualquier posibilidad de escape y eliminara cualquier riesgo hacia el pequeño salvador. Nada a lo que no estuviera acostumbrado. La segunda condición era un poco más difícil y no porque él no estuviera dispuesto a cumplirla, sino porque Sirius no estaba muy contento con que su novio fuera el conejillo de indias de una nueva poción que se estaba desarrollado y que supuestamente reprimía el instinto del lobo y permitía a la conciencia del humano tomar el control. Matalobos la llamaban y definitivamente su nombre no era muy amigable. Fuese como fuese, ambas condiciones habían sido aceptadas y si no quería que le prohibieran de manera definitiva que pudiera ver a Harry, tendría que cumplir. Pero eso no era todo. Claro que no. La tercera y última condición del juzgado era por mucho la más difícil; Remus debía conseguir un empleo. En ese momento él realmente había pensado que todo estaba perdido. Desde su graduación en Hogwarts, tres años atrás, había estado buscando trabajo sin resultados, pero como si hubiera caído del cielo, Dumbledore se había puesto de pie y le había "recordado" su "contrato recién firmado" para ser profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Puesto que había quedado disponible justo después de que su último profesor fuese asesinado por un mortífago.

Así que Remus Lupin había salido del ministerio con un empleo fijo y el derecho de tener una familia con el hijo de sus mejores amigos y el hombre del que se había enamorado el verano de sus quince años, cuando le vio llorar por primera vez, después de que su madre prácticamente le desconociera como hijo y su hermanito le hubiera dejado de dirigir la palabra.

Por primera vez en su vida, desde que Dumbledore le había visitado a la edad de siete años y le había dicho que podía ir a Hogwarts, ésta le sonreía y no iba a desaprovechar la portunidad.

—¿Te he dicho cuanto me gusta cuando sonríes así? —La voz de Sirius sonó en su oído, como un susurro confidencial y juguetón.

—Lo logramos —respondió en su lugar, dejando salir toda la emoción contenida en esas simples palabras.

Sirius soltó una de sus características carcajadas perrunas y le respondió:

—Por supuesto que sí —con ese tono de voz lleno de seguridad que hacía que Remus se sintiera como un tonto por creer lo contrario—. ¿Cómo deberíamos celebrar?

El pelinegro recargó su barbilla en su hombro y rodeó su cintura con sus brazos mientras sonreía ladinamente. Joder, era realmente guapo.

—¿Golosinas, palomitas y una película apta para niños?

—Me has leído la mente, Lunático. ¿Pero, tal vez después podríamos tener una celebración especial en nuestra habitación?

La piel del lobo se erizó ante la expectativa. Ante la promesa de lo que harían esa noche. Estaba un poco nervioso y muy ansioso. Con todo el asunto de Voldemort no habían tenido mucho tiempo para el romance. Él había pasado meses enteros como espía en una manada de hombres lobo que se rumoreaba trabajaba para el Lord y Sirius repartía su tiempo entre su trabajo como auror y sus deberes con La Orden. Pero ahora no había ningún Señor Oscuro amenazando sus vidas y debían recuperar el tiempo perdido.

—¿Deberíamos abrir una de las botellas carísimas de Whisky tu padre?

—¿Esas que harían que se volviera a morir si supiera que las estoy compartiendo con mi novio el hombre lobo?

—Las mismas.

—Eres realmente malvado. Te amo.

Remus soltó una carcajada y giró un poco la cabeza para poder besar al moreno. Sus labios rellenos eran suaves y calientes, pero cuando el castaño estuvo a punto de dejarse llevar más allá por esa candente boca, una voz a su espalda llamó su atención.

—Lamento tener que interrumpir —les dijo Molly desde la puerta. Fue entonces que Remus se percató de que la sala se había vaciado por completo y que sólo quedaban ellos dos. Ambos chicos miraron a la mujer en la puerta quién les sonrió dulcemente—. Arthur y yo pensamos en celebrar esto en la madriguera con todos los demás, si no les molesta.

Ambos se separaron apenas un poco para poder mirarse a los ojos y sonreír. «¿Lo posponemos?» preguntaron los ojos de Remus. «Sí, pero no demasiado» Respondieron los de Sirius. Ambos se separaron y caminaron hacia la salida dónde todos los miembros de La Orden del Fénix y algunos de sus amigos les esperaban.

Con una sonrisa, Minerva entregó al castaño a un somnoliento Harry quién se acomodó en su pecho de inmediato y bostezó entrecerrando sus enormes ojos verdes. El corazón de Remus se agitó de emoción amenazando con hacerlo llorar de felicidad, pero cuando Sirius tomó su mano suavemente y lo guió hasta el ascensor no pudo más que sonreír y recordarse que no había tiempo para eso. De ahora en adelante, estaría demasiado ocupado criando a un niño y atendiendo su puesto como profesor. Debía comprar algunos libros de texto sobre cuidado de bebés y algunas cosas que necesitaría para sus clases. Sabía que algunos chicos (como James y Sirius) no disfrutaban mucho de la teoría así que tendría que hacerlo todo más práctico... y divertido. No sería difícil para él, después de todo, había sido un merodeador y sabía cómo hacer las cosas divertidas. También se tenía que asegurar de que Grimmauld Place fuera un lugar seguro para Harry. Había mucha limpieza pendiente. Demasiados artículos oscuros de los cuales prescindir. Tendrían que lidiar con todo eso y además el acoso de la prensa que seguramente no se cansaría del tema.

Seríacomplicado, pero Remus esperaba con ansias poder comenzar con su nueva vida. 

The greatest adventures of Dadfoot & MoomyWhere stories live. Discover now