02|《Lily Potter》

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"Can we all just move to the moon?"

**

Nada importaba. Nada. Ni sus padres, ni sus hermanos, ni sus primos, ni Hogwarts, ni sus amigos, nada. Porque, simplemente, Lily se sentía la peor persona del mundo.

―Lily, ¿puedes pasarme la sal, por favor?

La pregunta de su padre la despertó de su sueño. Todos en la mesa la miraban. Agarró la sal, y se la pasó con desgana a Harry Potter. El hombre miró a su esposa preocupado delante de la actitud de su hija, que solo miraba el plato y suspiraba. Ginny se encojió de hombros.

―¿Cariño, te pasa algo? ―le preguntó el azabache a su hija.

Ella levantó la vista de su plato y volvió a suspirar.

―Sabes que puedes contarnos lo que quieras, ¿verdad? ―le aseguró su madre.

Lily intentó formar una sonrisa, pero su boca no quería obedecer sus ordenes.

―Nada, no pasa nada.

―¿Seguro? ―interumpió Albus, observando a su hermana.

La pelirroja dejó el tenedor y miró a todos los miembros de su familia.

―Solo os quiero hacer una pregunta.  —Ella suspiró—. ¿Creéis que soy bonita?

A Harry se le escapó una pequeña risa y su mujer le pegó en la cabeza. James la miró extrañado y Albus solo asintió.

―Eres preciosa, Lily ―le dijo su madre.

La pequeña sonrió.

―¿Alguien te ha dicho lo contrario? ―preguntó Albus.

Lily negó con la cabeza.

―A veces me miro en el espejo, y siento como si me faltara algo más. Más belleza. Pero es solo eso, ¿no? Impesiones.

Ellos asintieron, pensando que la pelirroja estaba bien. Pero no, ella no lo estaba.

(...)

―¡Lily! ¡Deja de comer! ―gritó Lyra.

La pequeña Potter miró a su amiga sin entender nada. Había conocida a Lyra, una chica rubia y de ojos azules, el primer día que entró a Hogwarts, y de inmediato se habían hecho mejores amigas. No podían estar la una sin la otra.

―¿Por qué?

La rubia sonrió.

―Cariño, vas a ponerte como una vaca.

Y entonces, la pelirroja observó su comida. Tenía hambre, sí, la tenía. Por desgracia, había heredado el hambre de los Weasley. Y se odió por ello.

―Tranquila, Lily, yo te ayudaré a estar bonita ―le dijo Lyria.

―¿De verdad?

La chica asintió.

―Claro que sí, por algo somos amigas.

Lily se emocionó. Ella quería ser como las otras Weasley, hermosas.

―Primero, saldremos a correr todos los días de madrugada. Segundo, solo comeremos comida sana.

Y así, se pasaron el resto de la tarde las dos chicas, planificando su vida.

(...)

Ella lloraba mirándose en el espejo. Observaba su cuerpo, y lloraba por lo horrible que era. Su pelo pelirrojo, lucía sucio y despeinado. Sus ojos, estaban cansados y tristes. Cada día que pasaba, se sentía peor. En ella, ya no veía una persona, veía un monstruo.

―¿Lily?

Unos golpes en la puerta la sobresaltaron. Nadie podía verla en ese estado. Tenía que fingir que todo iba bien, porque si lo hacía, puede que se lo llegara a creer.

―¡No pases! ―gritó.

Rápidamente, intentó peinarse, secarse las lágrimas y sonreír. Pero ya era tarde, Hugo Weasley había aparecido en la habitación, y miraba a su prima con asombro.

―¿Estás bien?

Lily asintió lentmente, pero antes de poder decir nada, sintió unas arcadas. La pelirroja, tapándose la boca, se dirigió corriendo al baño, y vomitó todo lo que había comido aquel día. Hugo, la miraba desde una silla, sintiendo pena por la chica. Cuando Lily terminó, se sentó en su cama y miró a au primo directamente.

―Hola, Hugo.

―Lily, tienes un grave problema.

―No sé de qué me estás hablando.

El chico observó a su prima con tristeza. Estaba pálida, y no parecía muy alegre.

―¿Qué te ha pasado, Lily?

La pelirroja suspiró con la mirada perdida.

―He visto la realidad.

―¿La realidad de qué?

―¡Mi realidad!

El silencio inundó la habitación por unos segundos. Lily tenía los ojos llenos de lágrimas, y las mejillas calientes.

―¿Por qué te haces esto a ti misma?

―Tú no lo entiendes, Hugo, quiero ser bonita.

―Pero tú ya eres bonita. Lily, eres perfecta tal y como eres  —respondió el pelirrojo—. ¡Por Merlín, mírate al espejo! Tienes un pelo genial, unos ojos preciosos y una sonrisa única. ¿Por qué no puedes ver tu belleza?

Lily rió sacásticamente , sin nada de emoción.

―Yo no tengo belleza Hugo. ¿Crees que no me miro cada día al espejo? ¿Crees que no escucho las críticas que circulan sobre mi? La gente cree que soy adoptada porque no soy como mis primas, como mi madre. No tengo un cuerpo espectacular, ni un pelo resplandeciente. Mis ojos no son los mejores, y mi voz no es dulce y cálida.

Ella suspiró, miró a su primo, y continuó:

―Quería ser como ellas. Así que lo intenté, empecé a hacer ejercicio y a comer saludable, además de vomitar para no engordar. ¿Y sabes qué es lo peor? Que ya no importa. Ya no importa todo lo que he trabajado, la gente me sigue criticando igual. Les da igual que ya no coma como antes, les da igual que haya dejado mi pelo largo. Me ven como realmente soy, un horror.

Hugo inspiró pesadamente, y abrazó a la chica, que lloraba desconsoladmente. Podía sentir su dolor, su baja autoestima pesaba sobre sus hombros. Y se sintió muy mal por ella. Los espejos le mentían a esa chica, que creía que tenía que cambiar para gustar a la sociedad. ¡Pero, mierda, era la sociedad la que tenía que cambiar por ella! Hugo quería decirle todo aquello, quería ayudarla, pero no sabía cómo, así que simplemente, sin decir nada más, salió de la habitación. Y fue un gran error, uno que sería imposible de reparar.

Generation Why | HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora