Ya no lo aguanto más

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Joaquín era un chico que le gustaba el deporte y ejercitarse bien, él practicaba la natación desde pequeño, y tenía un gran cuerpo físico. Su cabello era castaño, algo ensortijado y rebelde, y su piel bronceada por el sol, combinaba muy bien con sus ojos color miel.

Era un chico muy atractivo de 19 años, deseado por las chicas, pero para sus padres era un problema cada vez mayor. Lo amaban muchísimo, había nacido con un retraso mental leve, pero suficiente para evitar que pudiese cuidarse solo, y este no era realmente lo que los tenía al borde del colapso. Los entrenadores de natación ya no podían controlarlo, lo encontraban en los vestidores viendo a sus compañeros desnudos, y luego se encerraba para masturbarse, dando gemidos que hacía imposible no oírlo.

En la casa siempre estaba algo agresivo, y se encerraba mucho tiempo en el baño para masturbarse. Su apetito sexual se había convertido en un problema social que les impedía que sus amigos los visitaran. El joven de 19 años no se lanzaba sobre nadie, ni intentaba hacer algo con los que veía, simplemente su mirada hacia los hombres, y su constante toqueteo a su paquete lo hizo inmanejable.
El padre de Joaquín estaba al borde de la locura, «si le gustaran las mujeres, lo llevaba de putas y ya, pero no, le gustan los hombres, qué se yo de eso» pensaba cada vez que lo veía frotarse el paquete y entrar al baño a masturbarse. Los psicólogos se habían cansado de explicarles que su sexualidad era normal, que la mayoría de las personas con retraso mental no tienen apetito sexual, pero otras como Joaquín se le despiertan, de igual forma como si estuviera en la pubertad. Según los expertos era importante que Joaquín comenzara a tener sexo, pero su padre se negaba de tan solo pensar que cualquier desgraciado se aprovecharía de él para cogérselo, y luego dejarlo tirado por ahí. Además, el simple hecho que al chico le gustara que se lo cogieran, le carcomía el cerebro.

La tía de Joaquín, Bertha, le daba mucho dolor ver como su sobrino era presa de su apetito sexual, y de su tristeza al ir a la piscina a entrenar fuera del horario que estaba acostumbrado con los que habían sido sus compañeros. Bertha trataba inútilmente de hablar con su hermano para llevar a Joaquín a un terapista sexual, que le enseñara a satisfacer sus necesidades de sexo, y permitirle seguir con la vida de nadador que tanto le gustaba. Lo que no pudo evitar el padre de Joaquín, fue que Bertha fuera a una consulta con un sexólogo para ayudar a su sobrino. Ella salió contenta después de hablar con el sexólogo, le había dado una idea que trataría de aplicar para ayudar a su sobrino.

Lo primero que hizo la tía del chico fue hablar con toda la familia, ellos debían dejar de regañar a Joaquín diciéndole que lo que hacía no era correcto. Simplemente había que enseñarle como tocarse disimuladamente su paquete, y no criticarlo constantemente por la frecuencia de cómo se masturbaba. Había que entender que era algo que no podía controlar, pero si podía aprender a disimularlo mejor.

Bertha se quedó una semana en la casa con ellos, logrando algunos avances sobre el comportamiento de la familia hacia Joaquín, aunque enseñarle al chico a disimular sus necesidades sin regañarlo fue casi imposible. «Al menos ahora no lo regañan por tocarse, o por las veces que se masturba» pensaba Bertha mientras se dirigía a hablar con un Escort que el sexólogo le había recomendado. Tocó la puerta del estudio del Escort que contrataría para iniciar a su sobrino en el sexo. Un hombre de 34 años, alto, de cuerpo atlético y de ojos verdes le abrió.

—Buenas tardes, soy Bertha, ¿Usted es el señor José?

—Si yo soy, ¿usted es la persona que viene de parte del Doctor Klaus?

—Sí, soy la tía del chico que necesito que le ayude.

—Pase adelante.

El atlético José usando sus bermudas de basquetbolista, y su franela sin mangas, que mostraban la firmeza de los músculos de sus brazos, caminó delante de Bertha hacia una pequeña sala de estar en el estudio. Ella echó un vistazo al lugar, nunca había conocido un apartamento de un ambiente, donde las únicas puertas eran las de la entrada y la del baño. La cama King con sus mesillas y lámparas, combinaban de alguna manera con los pequeños muebles de la cocina, la pequeña mesa de comedor y la sala de estar. Las únicas cosas grandes eran la cama y el sofá de la sala.

  —El doctor Klaus me explicó que usted desea que yo inicie al chico en el sexo, ¿está segura que a él le gustan los hombres?

—Sí, estoy muy segura. Imagino que el doctor le explicó que mi sobrino tiene un leve retraso mental, y su comportamiento se ha vuelto inmanejable hasta ahora, no hace más que masturbarse todo el día. Lo único bueno es que no se lanza sobre ningún hombre que se le acerca, sólo se excita, se toquetea y se va a masturbarse.

—Comprendo. Ahora bien, ¿usted entiende bien lo que sucede entre dos hombres que tienen sexo?

—Puedo imaginar algunas cosas básicas, pero no puedo decir que lo sé.

—Para poder hacer mi trabajo, es importante que usted y la familia que vive con él, acepten todo lo que involucra el sexo entre hombres.

—Si se refiere a que debe cogerse a mi sobrino, lo entiendo, aunque no estoy segura que mi hermano si lo entienda.

—No es solamente coger señora, el sexo entre hombres requiere de cierta preparación previa, como aplicarse enemas si va a haber penetración, lavarse bien los genitales, incluso bañarse antes de tener relaciones, usar juguetes sexuales, amén de hacer otras cosas que necesitamos y nos satisfacen. ¿Usted comprende?

—Creo que sí.

—El chico es un niño en su cabeza, y no puedo saber hasta donde él podrá hablará con alguno de ustedes sobre lo que haremos aquí, es por eso que de una manera simple trataré de informarle los progresos que haga con él en cada sesión, y le pediré algunas cosas que vaya necesitando, es importante que él aprenda a comprarlas.

—Se oye complicado.

—No lo es tanto. Lo que quiero evitar es que lo hagan sentir incómodo si les cuenta algo, deben hacerle sentir que todo es natural. Estas son las recomendaciones del doctor Klaus, y yo debo informarle a él de los avances del chico para que me guíe en el próximo paso. Quiero que sepa que yo no estoy solo en esto, y prepararé al chico para que pueda tener relaciones sexuales con cualquier Escort que le contraten, o si consigue una pareja, que no es algo que deban descartar.

—Muchas gracias señor José, ¿Cuándo podríamos empezar?

—Mañana a las 4:00 pm es una buena hora, la sesión puede llevarse de una a dos horas, todo depende de hasta donde quiera llegar su sobrino. Cuando regrese a buscarlo, charlaré con usted sobre los progreso de la sesión, y si necesito que traiga algo para la siguiente.

—Es una buena hora, y así me lo llevo a cenar una pizza y le evito la cena en la casa, nadie más sabe que estoy haciendo esto.

—Señora Bertha, el doctor Klaus me informó sobre ésta situación, y me mandó a recordarle que tiene que incluir a sus padres en esto, si no lo hace a tiempo, según Klaus el chico se portará más impertinente que antes, y posiblemente para él ya masturbarse no será suficiente.

—Lo sé, y quiero esperar primero a ver si mejora el comportamiento de mi sobrino.

—De seguro que sí, todos nos llenamos de alegría por dentro cuando practicamos sexo saludable, usted debe saberlo.

—Es cierto –dijo Bertha sonrojándose.

Se despidieron cortésmente y Bertha regresó a la casa. No quería que su hermano supiera nada aún, el cambio de Joaquín cuando comenzara a tener sexo seguro le llamaría la atención, y allí sería el mejor momento para decirle todo. Ella estaba nerviosa, ese hombre atractivo de 19 años era en realidad un niño, y había que cuidarlo de depredadores que quisieran hacerle daño.

Escort para un retrasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora