Neun

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  Las primeras horas fueron, definitivamente, también las peores. Ver a la única persona que me alejaba de la soledad completamente noqueada me desesperaba. Mis pensamientos eran igual de estresantes, pues no era capaz de eliminar todo de la mente como en otras ocasiones, simplemente no podía ponerla en blanco. Era incapaz de escaparme a alguna de mis fantasías y, para no escuchar el incesante remolino de dudas, reclamos y errores, solo quedaba el silencio. Un silencio con el cual no podía vivir, me enloquecía. Siquiera mi respiración o la de Lars, nuestros latidos, golpecitos de mi mano en alguna superficie, nada me distraía del silencio. Como si cada pequeño ruido no fuese más que una capa en la superficie de la habitación, cual manto traslúcido que aún dejaba ver debajo la impenetrable realidad.

  No podía saber si era tarde o temprano, si había sol, si era de noche. Mi reloj biológico no era para nada de fiar. Descontando, también, el hecho de que no hallaba consuelo siquiera en mis pesadillas. Sin más, muy casualmente, estas me abandonaron. Tal vez la visita al cementerio, ese momento de desahogo, había sido la causa. No lo sé, pero casi no podía distinguir el mundo real del onírico, pues eran prácticamente iguales, y eso no me permitía descansar en absoluto. Toda esa fuerza perdida, por ende entendí, no volvería de inmediato. Pensé de pronto que el consejo de Jean-Luc, aunque indudablemente macabro, habría sido útil.

  Supe que estaba despierta cuando vi entrar a nuestro captor en la habitación donde aún no despertaba el de su misma sangre. ¿O era un sueño? No, no podía estar soñando, yo no puedo soñar. Bueno, a veces lo hacía... pero solo pesadillas. Pesadillas que ya no estaban. Debía estar despierta. Sí, lo estaba. Dejó un plato con comida de dudosa procedencia para su servidora, pasándolo por ese apretado hueco que había en el vidrio que lo separaba de mí. Se encaminó a la puerta nuevamente, primero cerciorándose de que su primo aún dormía. Luego él me miró, guiñó un ojo y volvió a salir. Sí —me dije—. Estoy despierta. Sino, si no lo estuviera, no habría notado el primer de muchos extraños detalles.

  No estábamos en una celda.

  ¿Por qué?

  Miré a Lars a través del cristal por un segundo, no podían haber pasado más de doce horas. No lo tendría alerta en, quizás, otros dos o tres días. ¿Qué importancia tenía? Toda la del mundo, sola no podría escapar, no en mi estado. Decidí que me quedaría tan inmóvil como pudiera, ahorrando energías y enfocándome en descansar tanto fuese posible, pero para eso necesitaba ruido, ruidos que mataran el silencio de mi mente. Así que respiré hondo y dejé fluir todo eso que llevaba horas reprimiendo. Me sentí ahogar al principio, pues la mayor parte era una secuencia asesina de quizás. Quizás, si volvía por la moto... Quizás, si no iba al cementerio... Quizás si no bajaba la guardia, quizás si peleaba más fuerte. Quizás, quizás, quizás. Quizás. Pero no, no existe esa palabra. No existe el tal vez si hablamos del pasado, no hay un «¿qué hubiera sido si...?». No, ya ocurrió, no se puede cambiar. Solo cuando me clavé eso en la mente, mucho espacio ocupado se liberó. Tantas cosas quedaron claras que, de pronto, aquella que llevaba más tiempo rebotando en mi mente obtuvo también una solución. Pero en eso no me atreví a pensar hasta mucho tiempo después.

  De momento, habiendo despejado las ideas, me quedé solo con el ruido, con eso que me hacía ruido. Es decir, aquello que no parecía encajar. Coronaba ese reciente descubrimiento, el hecho de no estar encerrados en celdas corrientes me daba a pensar que no éramos presos corrientes, no éramos solo prisioneros. Habiendo tantas de esas por donde vinimos, Jean-Luc optó por meternos en una sala de observación, donde los psiquiatras suelen examinar a sus pacientes de forma segura. Ese tipo de habitaciones, según recordaba, tienden a tener espejos unidireccionales. Miré de reojo a las paredes paralelas al cristal, debía ser una de ellas. Volví a perderme en mi mente, buscando cosas fuera de lugar. Pero no pude llegar a más nada, todo estaba de pronto tan vacío como la habitación en la que me encontraba.

Rachespiel ©Where stories live. Discover now