1. Rosas

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Me desperté cuando alguien llamo tímidamente a la puerta. Los rayos solares penetraban por la cortina, entreabierta e inundaban la habitación de hotel en el que me hospedaba. Me desperecé y me dirigí a la puerta, mientras arreglaba mi camisón de seda.

- ¿Si? - pregunté tras bostezar.

- Servicio a la habitación. - contestó una voz masculina al otro lado de la puerta.

¿Servicio a la habitación? Seguro se habían equivocado...

- Creo que se ha equivocado de habitación. No he ordenado nada. - le dije, mientras abría la puerta, y no pude evitar sorprenderme cuando en lugar de ver el rostro de una persona me encontré con una cantidad de rosas rosadas frente a mi rostro.

- Tiene un paquete, señorita. - dijo el muchacho. - ¿Le importa si paso?

Estaba tan sorprendida que en lugar de contestarle, simplemente me hice a un lado. El muchacho entró y coloco las rosas, sobre la mesa que se encontraba al fondo de la habitación.

- ¿Quién las trajo? - le pregunté, desconcertada, al moreno cuando se volvió hacia mí, con una sonrisa esplendida.

- Un hombre. - explicó.

- ¿No dijo su nombre? - le pregunté con el ceño fruncido.

- No, pero supongo que estará en la tarjeta. - dijo y con el dedo señalo el ramo, y fue entonces cuando me percate de que un sobre blanco, reposaba entre las rosas. ¿Quién demonios me había enviado un ramo de rosas? O mejor dicho ¿Quién sabia en donde me hospedaba? Miré al chico con el seño fruncido. Él se encogió de hombros y se encaminó hacia la salida, pero se detuvo a mitad de camino y me miró. - No sé si la ayude, pero... este hombre tenía un acento bastante peculiar. - Entonces salió de la habitación tras decir - : Que tenga un buen día.

Tiene que estar bromeando... - pensé.

Cerré la puerta y rápidamente me dirigí a la mesa, donde descansaba el ramo. Tome el sobre y lo rasgué, en su interior había una tarjeta color crema, escrita a puño y letra, una bastante elegante, cabía destacar. Saque la tarjeta y la leí:

Rosas, directamente de Bulgaria; porque no podía pensar en otra flor que reflejara tan bien, tu belleza natural...

Feliz Cumpleaños, Alexandra.

PD: Siempre sabré donde te encuentras...

Con amor, Klaus.

Bufé y coloqué el papel sobre la mesa. ¿Klaus mandándome flores por mi cumpleaños? Esto tenía que ser una broma.

Tomé una rosa y la saqué del ramo. La olí y no pude evitar sonreír cuando aquel suave y delicado olor me trajo recuerdos. Olía como el bosque en el que Katherine y yo solíamos jugar de pequeñas... cuando vivíamos en Bulgaria. No podía creer que realmente había traído rosas de Bulgaria... para mí.

Estaba sorprendida. Y no pude evitar recordar nuestro último encuentro.



Había sido al menos, un par de semanas antes. Después de dejar Mystic Falls, comencé en mi búsqueda por Stefan. Fue difícil localizarlos, pero pocos días después de su partida, cuando me hospedaba en un hotel en el medio de la carretea, en los periódicos comenzaron a aparecer noticias de personas brutalmente asesinadas. Creían que era un asesino en serie, y bueno... no estaban tan equivocados. Comencé a rastrearlos, siguiendo de cerca todos y cada uno de los casos, incluso tenía un mapa marcado en los sitios donde las masacres habían ocurrido. Había sido nómada y aun lo era, siguiéndoles el rastro por toda la costa oriental. Y una noche los conseguí. La escena se reprodujo en mi cabeza, como si estuviera viendo una película...

Era una noche de luna llena. Sabía que ellos estarían allí, por lo que me adelante y entré a un bar llamado Southern Comfort, a las afuera de la carretera 41 en Tulley. Me senté de espaldas a la entrada y pedí una copa de bourbon, el camarero me la había traído inmediatamente. Había esperado por al menos una hora, cuando Klaus entró al bar, seguido por Stefan. El poder que exudaba la apariencia de Stefan era incluso intimidante, por no tomar en cuenta a Klaus. Caminaron directamente hacia el bartender, quien al ver sus aspectos de problemáticos les dirigió una mirada despectiva. Escuchaba con atención, mientras bebía mi copa... como si nada.

- ¿Qué desean beber? - preguntó el hombre gordo, desde detrás de la barra.

- Dos de Bourbon, por favor. - ordeno Klaus, con una sonrisa.

El hombre de alejó y se dispuso a hacer su trabajo, un par de minutos después colocó un vaso de cristal frente a Stefan, y otro frente a Klaus.

- ¿Algo más? - preguntó el hombre, que parecía malhumorado.

- De hecho... - dijo Klaus, mientras se acercaba mas a la barra, el bartender lo miró con desconfianza. - Estamos buscando a alguien.

- Ray Sutton. - dijo Stefan, hablando por primera vez. Sentí unas ganas terribles de correr hacia mi mejor amigo y abrazarlo, cuando escuché su vez, tras casi más de un mes.

- ¿Son amigos de Ray? - preguntó el bartender, que pareció sonreír.

- Si. - asintió Klaus con una sonrisa, que utilizaba cuando mentía. - De secundaria. - informó. El bartender sonrió. - ¿Esta aquí?

- No, lo lamento. - contestó el hombre. - Viene todas las noches, no tengo idea de que le ha sucedido. - entonces se encogió de hombros.

Klaus y Stefan intercambiaron una mirada y sonrieron.

- Gracias, pasaremos otro día. - le dijo Klaus, mientras ambos de un trago terminaban su bebida. Klaus saco de su bolsillo unos billetes y los colocó sobre la barra. - Conserva el cambio. - entonces ambos se levantaron y con paso decidido se dirigieron hacia la salida.

Espere unos segundos y luego los seguí. Afuera del bar, caminaban hacia la carretera. En extremo silencio me fui acercando, poco a poco. Parecían no darse cuenta.

- Es quien buscamos. - le dijo Klaus a Stefan. - Lo hemos encontrado. - sonrió.

- ¿Ray Sutton, cierto? - dije entonces en voz alta. Ambos se detuvieron y se giraron, Stefan con agresividad y Klaus lentamente. Stefan abrió los ojos como platos y Klaus simplemente sonrió. - ¿Por qué lo estas buscando? ¿Otro destripador? ¿No es suficiente con todos los asesinatos que has obligado a Stefan a cometer, por toda la costa? - le pregunté, mientras me detenía y me cruzaba de brazos.

- Alexa. - murmuro Stefan. - ¿Qué estás haciendo aquí?

- Te dije que volvería por ti. - le sonreí.

- No. - negó con la cabeza. - Tú y Damon necesitan dejarme en paz.

- ¿Damon? - inquirí con el ceño fruncido.

- ¿Acaso no están ambos juntos en esto? - preguntó Klaus, mientras daba un paso hacia adelante.

- No. - negué. - Dejé a Damon en Mystic Falls y fui tras ustedes, mejor dicho, tras Stefan. - Klaus sonrió. - Estoy sola.

- No deberías decir eso. - advirtió, Klaus. - Quizás haya alguien que quiera lastimarte. - se burló.

- ¿En serio? - le pregunté con una media sonrisa y una ceja alzada. - ¿Quién? ¿Tu? - Klaus sonrió. - Estoy temblando.

- Alexa, necesitas irte. - me dijo Stefan y por alguna razón, me parecía que me estaba amenazando.

- No. No iré a ningún lado al que tú no vayas. - le miré con tristeza. - Vuelve a casa, Stefan. Te necesitamos. - le pedí.

- ¿No entiendes que no quiero volver? - me preguntó y a velocidad vampírica se acerco, hasta quedar frente a frente. - Vete y déjame en paz. - susurró, amenazadoramente.

- Stefan... - dolida, intente sujetarlo del brazo pero de un empujón me aparto.

- ¡Suéltame! - grito y se abalanzó sobre mí. Me encogí y cerré los ojos, esperando la embestida, pero esta nunca llegó. Cuando abrí mis ojos, Klaus se encontraba entre Stefan y yo, sujetando a este por los hombros.

- No lo hagas. - le gruño a Stefan. - Tranquilízate.

- ¡Suéltalo! - le espeté. - ¿Ibas a pegarme? - le pregunté a Stefan, mientras me acercaba a él enfadada, lista para golpearlo. - ¡Vamos, hazlo! Estoy justo aquí.

- Alexandra, no lo provoques. - me advirtió Klaus, mientras lo sujetaba con más fuerza. - Ha sido un día difícil para él.

- ¡Me importa un carajo! - exclamé.

Entonces Klaus zarandeó a Stefan y este lo miró, enfurruñado.

- ¡Suficiente, Stefan! - entonces lo soltó y Stefan se quedo en su sitio, sin mover ni un solo músculo y cuando lo hizo, Klaus levantó un dedo.

- Solo quiero hablarle. - le dijo, Stefan y entonces Klaus se hizo a un lado y lo dejo pasar. Stefan se detuvo a unos centímetros de distancia. - No quiero que vuelvas a perseguirme. No necesito tu ayuda, estoy mejor que nunca; tan solo déjame en paz. - entonces dolida, observe como se daba media vuelta y a grandes zancadas se alejaba. Unos cuantos metros más allá se detuvo y se giró. - Y dile a Damon, que lo mismo va para él. - entonces giro sobre sus talones y siguió caminando, mientras desaparecía en medio de la noche.

A pesar de todo, sabía que Stefan estaba mintiendo. Sus ojos lo habían delatado. El sufrimiento en ellos, lo había delatado.

- Ya le has oído. - me dijo Klaus, mientras se volvía hacia mí. - Si yo fuera tú, le haría caso porque, si intentas interceptarnos otra vez, quizás no esté de humor para salvar tu vida. - sonrió.

- Stefan no sería capaz de lastimarme. -solté.

- Stefan no, pero quizás el destripador, si... - sonrió. - Nos vemos pronto, Alexandra. - entonces desapareció tras Stefan, dejándome sola, en el medio de la oscuridad...



Parpadeé y me encontraba de nuevo en la habitación del hotel.

Por supuesto... seguía buscando a Stefan.

Suspiré, y me dirigí al baño mientras me desvestía en el trayecto. Prepare la tina y cuando el agua estuvo en la temperatura perfecta para mi gusto, entré en ella. Se sentía tan bien que no pude evitar sonreír. Estuve en ella unos cuantos minutos antes de salir y vestirme. Estaba en Tennessee, donde el último ataque había ocurrido, tan solo la noche anterior. Estaba cansada pues me había transportado a Tennessee en plena madrugada y tan solo había dormido algunas horas y justo ahora tenía que salir, pues iba a encontrarme con Katherine... después de un mes.

Cuando dejé Mystic Falls, la llamé y la puse al tanto de todo lo que había ocurrido. Estaba sorprendida, pero feliz de saber que yo estaba a salvo. Nos habíamos mantenido en contacto, mediante el teléfono y habíamos planeados encontrarnos en un café, aquí en Tennessee. Después de todo, tú y tu gemela, no cumplen quinientos treinta y ocho años todos los días.

Me coloqué unos pantalones de cuero ajustados, una camisa negra, chaqueta y tacones, también de cuero. Peine mi cabello y lo dejé suelto. Tras darme varias miradas en el espejo para asegurarme de que todo estaba bien, tomé la tarjeta de Klaus, la coloqué entre las rosas y tomé el ramo con un brazo, mi bolso con el otro y salí de la habitación. Caminé a través de los pasillos y me dirigí a la recepción, pagué la estadía, y antes de sacar las llaves del auto del bolso, me dirigí al cesto de basura más cercano y deposite en el las rosas y la tarjeta con una sonrisa. El hombre que había llevado el ramo a la habitación, me miró con una media sonrisa, mientras negaba con la cabeza.

Continúe sonriendo mientras me dirigía hacia el estacionamiento, me montaba en mi nuevo convertible negro, lo encendía y me alejaba, bajo la cálida luz del sol.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora