8. Obstrucción

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- ¡Wow! - exclamó. - Esto es tan hermoso.

- Si... - asentí, y bajé los seguros del auto. - Hasta que se llena de lobos en luna llena. Vamos, el tiempo corre. - entonces le hice una seña para que me siguiera. Elena sin vacilar comenzó a caminar a mis espaldas. - Si pasa algo, quiero que corras de vuelta al auto. Trataré de arreglármelas con cualquier problema que pueda aparecer... Pero necesito que huyas. - le dije cuando comenzamos a subir por el sendero.

- Si algo pasa... No voy a dejarte. - dijo y sentí como me miraba de reojo, mientras acomodaba el bolso a su espalda.

- Dejarme es exactamente lo que vas a hacer. - insistí. - ¿Recuerdas? Bajo mis parámetros.

- ¿Cómo es que siempre sales ganando? - preguntó con una sonrisa torcida.

- No lo sé. - me encogí de hombros. - Creo que es una cosa de familia. - sonreí, mientras la ayudaba a pasar a través de una gran roca.

Seguimos avanzando a través de la cada vez más espesa vegetación, sin tener ni siquiera un rastro de Stefan. Caminamos en silencio, por un poco menos de una hora, y pude notar que ya nos habíamos adentrado considerablemente en las montañas. Desde hacía varios metros atrás, Elena había estado respirando entrecortadamente y su torrente sanguíneo había estado latiendo en mis oídos, obligándome a concentrarme en los sonidos de la naturaleza, lo cual me era bastante difícil. Pero la chica no había abierto la boca en lo absoluto, por lo que asumí que aún tenía energía. Hasta que unos kilómetros después, entre incesantes jadeos, se detuvo; precisamente frente a un pequeño estanque de agua clara, que había un poco más abajo, en medio de la vegetación.

- Es... Espera. - entonces se sentó sobre la raíz de un árbol, mientras sujetaba su pecho. - ¿Podemos tomar un pequeño descanso?

- Seguro. - sonreí. - Simplemente estaba esperando que lo solicitaras.

Elena sonrió y se puso de pie frente al estanque, entonces me paré a su lado, mientras ambas observábamos la belleza frente a nuestros ojos.

- ¿Lindo, no? - le pregunté, al ver que sus ojos brillaban.

- Hermoso. - coincidió.

Pero entonces, en medio del silencio sepulcral que se extendía sobre aquel lugar, mis sentidos vampíricos detectaron movimiento, a muy poca distancia. Enseguida me coloqué alerta.

- Párate detrás de mí. - le indiqué a Elena, mientras me colocaba entre ella, y lo que fuera que hubiese producido aquel sonido. La chica obedientemente hizo lo que le había ordenado, mientras un tanto aterrorizada y con ojos abiertos, miraba a su alrededor en busca de cualquier indicio de que algo andaba mal.

Y no pasó demasiado tiempo, cuando repentinamente Elena salió volando por los aires y acabó en el medio del agua. Agresivamente me volví, buscando al culpable de aquello, y acto seguida me tomaron del cuello y me colocaron contra un árbol. Con sólo el contacto de la piel de su mano, contra la piel de mi cuello, sabía de quien se trataba, por lo que no me sorprendí en lo absoluto cuando me encontré con los ojos azules de Damon, escudriñando mi rostro.

- ¿Te volviste loca? - me preguntó, mientras me colocaba en el suelo. - ¿Que intentas hacer? ¿De qué se trata esto? ¿Es un nuevo deporte extremo? - entonces me limité a fulminarlo con la mirada, mientras Ric entraba en escena con un bolso a sus espaldas. - Si lo que quieren es adrenalina, hay cosas más simples que venir a una montaña llena de lobos, en luna llena, sin decirle a nadie. ¿No se te ocurrió saltar de un acantilado o de un edificio?

- Cállate. - me quejé. - ¿Qué están haciendo aquí?

- Intentamos detener un doble suicidio. - contestó Damon, mientras entrecerraba los ojos.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora