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Bajó las escaleras de su casa, sus ojos aún hinchados y ojerosos. Casi no pudo dormir.

-Hija, despertaste -sonrió su madre.

Ella estaba igual de demacrada.

-Sí... ¿qué hora es?

-Son la 1 de la tarde. Dormiste mucho, Cielo -soltó una suave risita y siguió cortando las papas.

-¿Crees que puedas hacer mi plato favorito? -preguntó colocándose a su costado.

-Oh, por supuesto.

Se divertían, en serio. Habían pasado años desde la última vez que ayudó a su madre a cocinar.

-Yo... -dijo de repente, sus ojos aguándose-, lo lamento, en serio.

-Hijita, no tienes nada que lamentar -apagó la estufa.

-Sí, y mucho -la encaró-. Me centré tanto en estudiar, en salir con mis amigas, que dejé de hacer las cosas que nos gustaban hacer a las dos juntas; por ejemplo: ayudarte a cocinar. Y ahora ya no tengo más tiempo -sus lágrimas corrían por su rostro y el de su madre-. Fui una mala hija, soy una mala hija. Lamento tanto enfermarme, lamento tanto tener que morir... lo siento -y se quebró en llanto.

Su mamá la tomó entre sus brazos, y acariciando sus cabellos la reconfortó.

-No, Kyuhee, tú eres la mejor hija que la vida me pudo dar. No te sientas mal.

Estuvieron así un rato, la madre de Kyuhee esperaba que pronto se calmarla. Sin embargo, dejó de escucharla.

-¡Kyuhee! -exclamó sintiendo el peso de su hija sobre ella. Se había desmayado-. ¿Aló? ¡Una ambulancia!

Tal vez lo más duro recién comenzaba.

Tal vez lo más duro recién comenzaba

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3 días...

— d e s i r e —

ᶰᵒᵛᶤᵒ ᵖᵒʳ კΙ ᵈíᵃˢ - ᶜʰᵒᶤ ᵇᵉᵒᵐᵍʸᵘTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon