Capítulo trece.

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El sonido suave de una voz femenina se escuchó a través de los altavoces del supermercado. Aparentemente un niño de nombre Jason se había separado de sus padres y ahora les estaban llamando. La mujer del micrófono se escuchaba demasiado monótona, como si aquello pasara al menos tres veces al día, el niño en cambio, lloraba desconsoladamente mientras llamaba a su madre.

—¿Deberíamos llevar cereal? —le preguntó Ash con una mano empujando el carrito de compras y sujetando la lista de lo que necesitaban en la otra.

El rubio vestía una camisa a cuadros de colores cálidos y un suéter gris sobre ella. Unos jeans de mezclilla clara y unos zapatos deportivos de color rojo. Su cabello se encontraba extrañamente peinado y su rostro era adornado por unas gafas de lectura de armazón grueso. No era su estilo de siempre, pero incluso así era atractivo. Era Eiji quien parecía haberse puesto lo primero que había encontrado; unos jeans y una sudadera roja y azul con las zapatillas de siempre. Su brazo se encontraba reposando en un cabestrillo, por lo que sólo tenía disponible el uso de su mano izquierda.

—No lo sé. Tú eres el único que se come ese cereal de arcoíris para niños pequeños.

—No espero que entiendas que compro ese cereal por el sabor y no por la forma —se defendió pero el nipón sabía que lo había hecho enojar.

—Por supuesto.

El ojiverde guardó la lista en sus pantalones y tomó el cereal sin decir nada más, lo arrojó dentro del carrito a medio llenar y continuó caminando lentamente por el pasillo lleno de estanterías.

—Todo lo que falta es la pasta de dientes y los artículos de baño.

—¿No crees que llevamos demasiadas cosas? ¿Tenemos dinero para esto? —el japonés preguntó con preocupación.

—Llevamos lo necesario. Si compramos lo suficiente no tenemos que venir a cada rato y exponernos innecesariamente en el pueblo —le respondió en voz baja—. Y sobre el dinero no tienes que preocuparte, no he tocado tu cuenta en absoluto.

—¿Entonces cómo vamos a pagar por esto?

Aquella era la primera vez que Eiji acompañaba a Ash a hacer las compras. Anteriormente no se lo había permitido debido a la herida en su hombro, pero ahora había cicatrizado casi por completo, al menos superficialmente y el japonés no había desperdiciado la oportunidad de salir de casa y recordar que existían más seres humanos sobre el planeta. No que estar a solas con Ash fuera molesto, todo lo contrario, pero el confinamiento, incluso voluntario, podía ser agobiante.

—Blanca me ha prestado un poco de dinero.

Eiji miró el carrito con el ceño fruncido. Aquello no era «un poco» de dinero. Además, si Ash no había tomado nada de su dinero, significaba que los servicios de la casa también los estaba pagando alguien más.

—Ahora que lo mencionas, no he visto a Blanca ni una sola vez desde que desperté. Dijiste que él se había encargado de mi herida, me gustaría darle las gracias.

El Lince se detuvo en el pasillo de las pastas y se introdujo en él para tomar algunas bolsitas con fideos y spaghetti. Eiji, quién tenía ganas de preparar lasaña, tomó un paquete de pasta para ello.

—No creo que nos visite pronto. Se encuentra con Dino, fingiendo que nos busca.

El japonés frunció el ceño, pensativo. Ahora que lo pensaba, no tenía idea de cuál era la relación de Ash con el ruso. Todo lo que sabía era que eran cercanos y por eso Shorter lo había ido a buscar cuando el rubio fue capturado por Golzine. Su relación debía ser verdaderamente estrecha, considerando todas las molestias que Blanca se estaba tomando para protegerlos; planes de escape, medicamentos ilegales sin receta, dinero y encubrimiento.

Mousai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora