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Marinette

     Cuando desperté volví a sentir el mismo estado en el que estaba sumida antes de sumergirme en los brazos de Adrien. 

     El otro lado de mi cama estaba completamente desnudo. Adrien ya se había ido y al parecer más temprano que de costumbre. 

     Suspiré pesarosa y me incorporé para quedar sentada en la cama. Cogí las sábanas para tapar mis senos y me peiné el pelo enmarañado con los dedos. 

     En el fondo había sido lo mejor. Cada vez nos arriesgábamos más al estar tanto tiempo juntos y el día menos pensado alguien podría sorprendernos. Además, no quería que Adrien me insistiera con contarle la verdad. Debía meditar mucho para elegir el momento correcto o sí directamente debía mencionárselo siquiera. 

     Primero, quería intentar solucionar las cosas yo misma, por muy difícil que fueran, porque si Adrien se enteraba de los chantajes de Jouvet, me obligaría a irme de allí y con Catherine enferma no podía hacerlo. 

     Parecía que mi regreso había supuesto un cúmulo de problemas dispuestos a amargarme la vida. 

    Todo había sido demasiado bueno para ser verdad y era obvio que mi felicidad tuviese que quebrar en algún momento. 

     Esbocé una mueca y me llevé una mano al estómago. Mis tripas crujían ansiosas de alimento, pero yo no estaba precisamente para comer. De hecho, pensar en comida me provocaba náuseas. 

    Supongo que... los problemas me estaba quitando el poco apetito que tenía. 

    Cerré los ojos y me eché en la cama de nuevo, perdiéndome en mis pensamientos y calculando las posibilidades que tenía de resolver todos y cada uno de los problemas que tenía. Si tan solo Catherine estuviese sana, lo demás sería coser y cantar. Yo podría huir con Adrien y  dejar a Jouvet plantado en el altar. 

     Yo no sabía demasiado de medicina, de hecho no era muy buena con todo aquello, pero suponía que el tratamiento contra la tuberculosis podría hacer efecto más o menos rápido, dependiendo de la cura y la persona que lo tratara. 

    ¿Y si el médico que la está visitando no es competente? ¿Y si Jouvet no perdía el tiempo buscando a un buen médico para su hermana? 

    La idea de perder a Cath por un incompetente que no supiera mirarla en condiciones me puso enferma. No sabía muy bien desde cuando estaba con la tuberculosis, pero según ella estaba en un umbral intermedio, ni bien ni mal. Simplemente estable. 

    Una idea loca se me vino a la mente.

    ¿Y si llevaba a Catherine con Nathaniel? Ella se sentía como un pez fuera del agua con su madre y su repelente hermano, los empleados huían de ella por su enfermedad y las cotorras de la élite la criticaban a las espaldas. Sin duda, Miraculous podría ser un sitio mejor que la miseria en la que se encontraba y Nathaniel podría tratarla con los ojos cerrados. 

    Claro que... Ella también debería estar dispuesta a aceptar el reto y sin duda era un cambio de vida extremo el que debía llevar.  

     —Señorita Marinette, le traigo el desayuno—dijo la voz de una empleada al otro lado de la puerta. 

    Di un salto en la cama y bajé la mirada a mi cuerpo desnudo. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now