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No sé qué hora es cuando Marcello acaricia mi cuerpo desde atrás. Miro a mi alrededor, pero todo está oscuro. Me giro lentamente y choco contra él.

Ciao... —dice entre susurros.

Ciao... —le correspondo con una sonrisa. Me encanta como se pronuncia "hola" en italiano, me parece de lo más sensual.

Marcello palpa mi rostro con sus labios, me da pequeños besitos dulces por todas partes hasta encontrar mi boca, donde se detiene.

—Te deseo...

Sus palabras me hacen gracia, al mismo tiempo un estremecimiento sacude todo mi cuerpo en respuesta.

Empiezo a besarle como una loba, estoy sedienta de él y ya que en la habitación no hay ni una pizca de luz, me siento desinhibida.

Marcello gime y con un rápido movimiento, me coloca sobre él mientras sus manos me sujetan las caderas y me mueven insistentemente por su protuberante erección. Empiezo a jadear, ansiosa porque me penetre y me haga suya una vez más. Ya no ejerce presión sobre mí, se ha desprendido de mis caderas para abarcar mis pechos mientras yo sigo el ritmo que él ha iniciado. Me inclino y él succiona mis pezones, endureciéndolos. Emito un gemido, estoy tan excitada que tengo la sensación de que voy a alcanzar el clímax tan solo con sus besos.

Me quedo sin aliento cuando sus brazos me rodean la cintura e inesperadamente me hacen rodar por la cama para colocarse encima de mí.

—Estás buenísima.

Su voz es entrecortada. Su aliento me acaricia la cara, yo me muevo hasta encontrar sus labios y hacerlos míos una vez más. Su ávida lengua saquea mi boca con ferocidad mientras mueve lentamente su erección por mi vagina, pero sin llegar a entrar. Yo me ladeo, le busco orientándome en su dirección, pero cuando estoy a punto de alcanzarlo, él se aparta dejándome con las ganas. Percibo su sonrisa en mi cuello. Me hace cosquillas y vuelvo a jadear.

Ahora sus fuertes manos se centran en mis pechos, yo las acompaño poniendo las mías encima para guiar su masaje.

Marcello se mueve por mi cuerpo hasta alcanzar mi monte de Venus con su boca. Doy un respingo y le esquivo.

—Por favor, Ingrid...

Su desesperación despierta una punzada en mi bajo vientre. Gimo, me relajo en la cama y me abro más para él. Mi ofrecimiento le agrada, sus manos abandonan mi pecho para estimular mi húmeda vagina.

Su lengua es increíble, se mueve con pericia, despertando mi necesidad. Con los dedos separa los labios y mete la lengua por el orificio haciéndome estremecer de placer.

—Quiero que te corras...

Sus palabras me excitan todavía más. Me muevo buscando un alivio mientras él me lame sin descanso, entonces, percibo como uno de sus dedos entra dentro de mí, me agito involuntariamente mientras que con el pulgar realiza movimientos circulares sobre el clítoris al mismo tiempo. No podré aguantar mucho más si sigue tocándome así...

—Marcello... —susurro su nombre mientras coloco mis manos sobre sus hombros, intentando tirar de él hacia arriba.

—No —sonríe junto a mí clítoris—. Esta vez no, quiero que te corras para mí.

Mi corazón se acelera. Me gusta lo que me hace, pero necesito más profundidad, quiero tenerle a él dentro de mí. Intento apartarme, pero él me sujeta con fuerza intentando inmovilizarme y, en cuanto presiona el hinchado clítoris con la lengua, pierdo el control de mi cuerpo. Acompaño a su cabeza con mis manos, él gime excitado por mi arrebato y se mueve con más insistencia. Sin poder frenarlo, me dejo ir emitiendo un gemido ahogado.

Clan LucciWhere stories live. Discover now