XIV

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Miguel duerme acurrucado en un lado de la cama cuando Amaia entra en la habitación de nuevo. El niño está encogido en una bolita, agarrando con sus manos el teléfono de Amaia.

La chica se lo quita de las manos con suavidad, esperando que no se despertara. Hay varios mensajes en la barra de notificaciones.

"Duerme tranquilo, peque. Mamá estará bien, no te preocupes. Te quiero."

Amaia nota las lágrimas rodar por su cara leyendo el mensaje, que venía de Alfred. Entra en la conversación, emocionada.

"alfred, mama esta triste. tienes que venir a hacer que este feliz" [11:15 AM]

"¿Miguel?

¿Qué ha pasado?" [21:43 PM]

"un señor vino y hizo daño a mama. ella y los abuelos estan llorando alfred" [21:45 PM]

"¿Está mamá bien ahora?" [21:46 PM]

"Triste. Creo" [21:47 PM]

"Yo hablaré con ella luego, ¿vale Miguel?" [21:48 PM]

"Si"  [ 21:49 PM]

"Pues vete a dormir, que mañana tendrás sueño si sigues con el móvil." [21:50 PM]

"Vale. recuerda querer a mama luego. contigo siempre esta contenta" [21:52 PM]

"Duerme tranquilo, peque. Mamá estará bien, no te preocupes. Te quiero." [21:53 PM]

Amaia sonríe y mira a su hijo, que duerme tranquilo, con los labios entrecerrados, con esa expresión tan mona que ponía siempre. Las manitas echas dos puñitos y ese pijama de Toy Story que guardaba Javiera para él. Era un auténtico cielo, listo como la vida misma.

Dejó en su mejilla dos besos salados por las lágrimas, le arropó bien y salió de la habitación. Salió al balcón y cerró la puerta tras ella.

Marcó su número y apenas tres tonos después él estaba al otro lado de la línea.

-¿Amaia?

-Alfred...

Sonó triste, ella lo sabía. Sabía que probablemente él estaba preocupadísimo a pesar de que por WhatsApp no lo pareciera por no asustar a Miki. Se lo agredecía tremendamente: el niño sufría de algún problemilla de ansiedad y se hubiera puesto como un loco si hubiera recibido unas respuestas negativas por parte de Alfred.

-¿Qué ha pasado? Miguel me ha hablado... No le riñas, estaba asustado.

-Gracias por tranquilizarle, Alfred. - Amaia se sienta en la silla de playa que sus padres tenían en la terraza y mira la ciudad, apagada al estar ya entrada la noche. - Ha sido... Una mierda de día, para todos.

-Puedes contármelo, si quieres.

-Prefiero explicarlo en persona. Estoy... No sé muy bien qué siento. No sé si puedo explicar todo lo de hoy por teléfono. - Amaia suspira, aguantando las lágrimas.

-Puedo ir mañana a Pamplona.

El corazón de Amaia se para.

-¿Qué? Osea, me encantaría, Alfred, pero, tienes cosas que hacer... Grabar y... No sé... No quiero que te molestes tanto.

-No sé qué ha pasado, pero parece grave y no voy a estar agusto, separado de vosotros, sin saber cómo estáis.

- Alfred.

-¿?

-Te quiero.

La línea se queda en silencio, pero Amaia juraba que podía escuchar la sonrisa de Alfred al otro lado de la línea.

-Jo també t'estimo, Amaia.

-Me gusta que hables en catalán. - Amaia ríe. - Suena bonito.

-Lo haré más a menudo si es lo que quieres. -Alfred ríe al otro lado de la línea.- Follando suena incluso mejor.

-¡Alfred! - Amaia ríe escandalizada.

-Perdóoon. - El chico también se ríe. - Al menos ya no suenas tan triste.

-Es lo que provocas tú.

-¿Risa? Joder Amaia, vaya forma de ligar conmigo.

-Decía felicidad, idiota.

Ambos ríen, y parece que por un momento todo lo sucedido en casa de Amaia había desaparecido.

-Tú también me haces feliz, titi. Déjame ir a Pamplona.

-Te dejo, pero te recuerdo que estamos con mis padres.

-¿Ya voy a conocer a mis suegros? Qué rápido vamos. - Alfred ríe. - Mañana estaré allí, ¿estarás bien hasta entonces?

-Sabiendo que vienes, lo estaré.

La puerta del balcón se abre, y Miguel mira fijamente a Amaia, preocupado.

-¿Qué haces aquí mamá? - El niño se acerca y sube a las rodillas de Amaia, acurrucándose en su pecho.

-Hablo con Alfred. - Amaia besa en la cabeza al niño.

-¡Miguel! - Exclama Alfred al otro lado del teléfono, con entusiasmo. - ¿No deberías estar durmiendo?

-¡Quiero que mamá venga a dormir conmigo! - Miguel se enfurruña. - Que es tarde ya, y para los mayores también.

-Los mayores no tenemos hora. - Se burla Alfred y Miguel mira a Amaia con la boca abierta. Amaia se ríe ante la situación.

-Venga mamá, despídete de Alfred y vamos a dormir. - Miguel se baja del regazo de su madre y corre a la habitación.

Los dos adultos ríen, uno a cada lado del teléfono.

-No estaba con muy buenos humos. - Comenta Alfred.

-Siempre se pone así cuando se despierta de noche. Quiere que esté con él y con nadie más.

-Pues vamos a tener un problema porque yo también quiero dormir contigo.

-Qué intensa va a ser la pelea de el conocido nacionalmente Alfred García y un enfurruñado niño de cuatro años. Me muero de ganas. - Amaia se levanta de la silla y ríe. - Tengo ganas de verte mañana.

-Y eso que los vimos ayer.

-Te haces echar de menos.

-Dentro de unas horas me tendrás ahí. No te preocupes, titi. - La voz de Alfred la tranquiliza. - Vete a dormir, anda, que no quiero que el niño me tenga manía.

-Buenas noches, Alfred.

-Buenas noches, Amaieta.

Ambos cuelgan casi a la vez, y mientras Amaia se acurruca junto a Miguel en su cama en Pamplona, Alfred en Barcelona mira al techo sonriente, sintiéndose el hombre más feliz del mundo.

-Mamá... - Susurra Miguel, acurrucado a un lado de Amaia, abrazándola.

-Dime, cielo.

-¿Te vas a casar con Alfred?

Amaia suelta una risita.

-Pensaba que ahora estabas enfadado con él por entretenerme.

-No estoy enfadado... Es mi amigo.

-Claro que lo es, Miki. Y te quiere un montón.

-Y yo a él... Como si fuera mi papá.

Y tras esto, Miguel cae rendido y Amaia, con una sonrisa, abraza a su pequeño y se duerme junto a él.

Alfred, a unos kilómetros de ellos, garabatea palabras en una libreta, que poco a poco y con la ayuda de acordes, va cogiendo forma en forma de poesía.

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