De las peleas de prueba

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No hay mucho qué comentar de este capítulo más que se me ocurrió de repente porque quería que hubiera algo aquí en medio y porque se me hizo una buena manera de juntar algunas ideas.

De nuevo, el Santuario sigue en calma, pero los problemas están ya muy cerca de comenzar. O al menos la presentación de algunos de los malosos de esta historia. Por el momento, espero que les guste.

Ah, y sí, sigo haciendo sufrir a Saga. Pero no todavía.

Alfa Lázcares


De las peleas de prueba


Si bien a las actuales aprendizas de Dorados aún les faltaba un buen trecho que recorrer para obtener sus armaduras, de vez en cuando se hacía una suerte de mini torneos en los que los aprendices luchaban unos con otros, sin importar si iban a competir por la misma armadura. El único punto de esos torneos era que todos tuvieran oportunidad de poner en práctica lo que habían aprendido, de preferencia con personas completamente diferentes contra las que peleaban usualmente durante los entrenamientos. No era tampoco TAN diferente, los aprendices peleaban contra otros que estuvieran más o menos en su mismo nivel. Y ese era el día. Esos mini torneos se celebraban aproximadamente una vez cada 4 meses. A veces eran más seguido y a veces menos, eso dependía de la cantidad de personas que iban a participar y de las habilidades que sus maestros les estaban notando.
A las 10 de la mañana se juntaba a los primeros aprendices y todos los Santos se reunían en el Coliseo, junto con Saori, sus Saintias y el Patriarca. Todos empezaban de muy buenos ánimos porque, los primeros en hacer despliegue de sus habilidades, eran los aprendices de menor edad, es decir, los niños. Como aún eran muy pequeños, se los reunía nada más a que hicieran una muestra bajo la guía de sus maestros. Empezaron los pequeños de 5 años de edad, y, por supuesto, se ganaron muchos suspiros y aplausos. A continuación se presentaron los niños de 6 años, también haciendo sus primeras rutinas. Los siguientes eran los que peleaban por primera vez unos contra otros. También a ellos se les separaba por edades, pero sin distinción entre niños y niñas. Alfa estaba sentada en las gradas junto con sus amigas. Los Santos estaban en las filas superiores y acomodados por rango. Alfa le echó una mirada a Dicro porque su hija no tardaría en salir. Lena la tomaba de la mano y le aseguraba que le iría muy bien. La verdad es que Alfa estaba impresionada porque muchos de esos niños peleaban mucho, pero mucho mejor que ella apenas hacía año y medio. De hecho se estaba empezando a poner nerviosa porque no tenía ni idea de contra quién le iba a tocar pelear y estaba bastante segura de que algo iba a hacer mal y que iba a hacer el oso de su vida. Esa era la primera vez que ella iba a pelear. Como no llevaba siendo aprendiz tanto tiempo y empezó siendo ya bastante adulta, se le había permitido no participar. Además, a pesar de su edad, estaba a un nivel muy bajo y obviamente no la iban a poner a pelear con los niños.
—No vas hacer el oso —le dijo Vivien adivinando sus pensamientos.
—De eso no estás segura —le contestó Alfa y Vivien rodó los ojos y le dio un codazo.
Volvieron su atención a la arena, en donde, de extremos opuestos, salía la pequeña de Dicro, quien iba a pelear con un niño que parecía que había tomado mucha leche durante su vida porque estaba enorme. Alfa enarcó las cejas y tragó saliva. Disimuladamente volteó a ver a Dicro quien ahora aplaudía y gritaba porras a todo lo que daba, imitada por Lena. Los niños se saludaron rápidamente y no tardaron en liarse en seguidillas de golpes y patadas. Las porras de parte de todo el coliseo no se hicieron esperar. Si bien les faltaba aún mucha velocidad, y pocos de ellos sabían encender sus cosmos por más de algunos segundos, verlos pelear era igual impresionante, en especial para alguien de fuera. El niño se llamaba Alex y no tardó en levantar a la pequeña Christian del suelo y lanzarla un par de metros por el aire. Todas pudieron escuchar el gasp de Dicro, pero pronto comenzaron a animar a la niña a que se levantara, y ella lo hizo. Y tan pronto como pudo, le lanzó una seguidilla de patadas a Alex, haciendo que el pequeño retrocediera cada vez más hasta que lo dejó en el piso. Pasaron tres segundos y Alex no se levantó, la ganadora fue Christian. Aplausos y vitoreos siguieron el anuncio. Dicro quería salir corriendo a felicitar a su hija, pero no podía hacer tal cosa. Al menos no hasta que las peleas de los niños y adolescentes terminaran, que es cuando habría un pequeño descanso y entonces las peleas de los adultos darían comienzo. Las peleas infantiles no duraban más de cinco minutos, la idea era que los niños demostraran lo que habían aprendido hasta el momento, no para que alguno de ellos terminara noqueado, no todavía. Los siguientes en competir eran los adolescentes. Ellos eran separados entre los 12 y 15 años de edad. A partir de los 16 ya serían considerados adultos para pelear con cualquier otro adulto sin importar la edad.
Cuando por fin esas peleas terminaron, Dicro no perdió tiempo en salir corriendo en busca de su hija. Todas sonrieron. Probablemente ellas harían exactamente lo mismo de estar en su lugar. Alfa y Vivien aprovecharon para estirar las piernas, ir al baño y darle una vuelta corriendo al Coliseo, porque las siguientes serían ellas. Es decir, no iban a luchar una contra la otra, o al menos eso esperaban, aunque no tenían ni idea. Entre los adultos, la selección de contrincantes eran completamente al azar. Sí podían ver las peleas de los demás, pero tenían que estar conscientes de que, si ellos seguían, iban a tener que salir corriendo de entre las gradas, y preferían evitar el oso, mejor se quedaban en la parte de espera del Coliseo hasta que eran llamados y después podían ir a sentarse a las gradas a ver las demás luchas, a menos de que requirieran atención médica. Si bien esos enfrentamientos sí eran en serio, si alguien quedaba noqueado ahí terminaba la pelea o si bien alguien se rendía. Era incentivado que se detuvieran si sentían que ya no podrían continuar. Estos eran entrenamientos, no la cosa real, en la que sí se jugaban la vida. Accidentes graves habían ocurrido, pero se procuraba que las cosas no pasaran a mayores.
Las peleas comenzaron. Ya todos sentían que conocían mejor a sus compañeros, así que las porras no se hicieron esperar. Si bien ya no se los separaba por edades, se dividían entre los aprendices que iban por armaduras de Bronce, de Plata o de Oro. A últimas fechas no habían aún aprendices a Santos de Oro, los que estaban actualmente no tenían ni las más remotas intenciones de abandonar sus cargos en algún futuro cercano. Quienes no competían hacían estiramientos o corrían e intentaban calmar los nervios.
Pasó media hora antes de que la primera de sus amigas saliera a pelear. Fue Gabriella. Vivien y Alfa se miraron cuando escucharon el nombre de su amiga y se asomaron a ver el combate. Le había tocado pelear contra una chica de unos 18 años llamada Erika. Por suerte Gabriella no tuvo muchos problemas en su enfrentamiento con la chica. Al parecer Erika era un tanto tímida a la hora de pelear, así que le costó trabajo empezar el combate en serio, y para eso momento Gabriella ya la tenía bien medida. En 5 minutos la había derribado incontable cantidad de veces y en otros cinco la chica declaró ser la perdedora. Seguramente su maestro no iba a estar para nada complacido. Vivien y Alfa recibieron a Gabriella con abrazos y felicitaciones. Ella les dijo que las esperaría en las gradas.
Un par de peleas más pasaron antes de que fuera el turno de Alfa. La joven respiró profundamente cuando llamaron su nombre y salió con calma a la arena. Su contrincante era el equivalente de Alex pero con 15 años más. Era un tipo ENORME en todos sentidos. Se parecía, de cuerpo, a Cassios. Alfa no mostró ninguna expresión, pero por dentro estaba maldiciendo su suerte. Además, si mal no recordaba, lo había escuchado haciendo algún comentario del tipo de "¿de qué privilegios goza para ser entrenada por uno de los Santos de Géminis?". El chico, de nombre Roberto, la miró con una amplia sonrisa, que rayaba en lo lasciva,
En las gradas, Saga y Kanon suspiraron. Saga se llevó el índice a los labios y la miró fijamente. Kanon puso cara de circunstancias. No era que no le tuviera fe a la chica, pero ese tipo se veía en serio enorme y no le daba muy buena espina. Se recargó en su asiento y cruzó los brazos. Aldebarán esperaba que todos los entrenamientos con él le hubieran enseñado a la joven que, aunque su contrincante estuviera enorme, como él, podía hacer algo al respecto. También se cruzó de brazos, pero sonrió con la esperanza de que la chica lo viera.
Los contrincantes se saludaron y pusieron poses de defensa mientras esperaban la señal para comenzar. Y en cuanto la tuvieron Roberto se lanzó al ataque de manera tan sorpresiva que Alfa tuvo que contener el impulso de largarse corriendo. Pudo frenar su instinto a tiempo y comenzó a detener los golpes que el hombre le repartía. Era fuerte, pero no era tan rápido, en eso ella tenía ventaja. Lo malo es que el chico no tenía pinta de que se cansara rápido, y la lluvia de golpes seguía y seguía y seguía y Alfa lo único que podía hacer era detener y esquivar, detener y esquivar. Se acordó de Saga, seguro el hombre no iba a estar nada contento con su estrategia, o mejor dicho, con su falta de estrategia. Se concentró en la pelea. Estaba empezando a notar un patrón. Dejó que el chico siguiera con su lluvia de golpes unos momentos más y entonces algo hizo clic en su cerebro. Se dio cuenta de que todo lo hacía en series. Lanzaba cinco patadas izquierdas o cinco derechas o cinco puñetazos, todo lo hacía en series de cinco. No tenía ni idea de por qué lo hacía, pero era bastante evidente. Entonces pudo detenerlo, neutralizarlo y darle una serie de sus mismos cinco golpes. Naturalmente la reacción de él fue pensar que lo siguiente eran otros cinco golpes pero con el brazo contrario, porque eso es lo que él hacía, pero no. Alfa hizo algo completamente distinto, saltó por el aire y le dio una patada muy bien dada en la clavícula, lo que lo mandó varios metros hacia atrás.
Saga asintió con la cabeza y Kanon aplaudió, al igual que Aldebarán. Vivien se había estado comiendo las uñas y lanzó un grito de alegría. Alfa se mantuvo alerta, viendo cómo el hombre se levantaba con una sonrisa y corría hacia ella. Le lanzó una serie de patadas que ella detuvo y lo miró a los ojos. Estaba entrando a su mente, justo como había hecho con Saga para ver la forma del laberinto. Roberto lo sintió y eso logró desconcentrarlo bastante, no se lo esperaba. Nadie entraba a su mente. Nadie. Bufó. Pero Alfa lo había visto, había visto su ataque básico, también la técnica que estaba desarrollando.
—Shadow Claw? —le dijo Alfa con una sonrisa. Sabía que ese comentario lo iba a molestar, por eso se lo dijo.
El hombre arremetió con más fuerza y un poco más de velocidad contra la mujer. Nadie tenía idea del nombre de su nueva técnica porque, dicho sea de paso, todavía no estaba lista para ser usada. Pero él se sentía bastante orgulloso de su concepto y del nombre que le había dado. Era su secreto y ahora llegaba esta chica que no hacía nada por atacarlo, y se lo sacaba de la mente.
Alfa todavía no tenía su técnica desarrollada tampoco. Eso de leer las mentes era algo que hacía desde antes de llegar al Santuario, pero la idea era hacer una ilusión con ellas. Y eso todavía no lo lograba muy bien que digamos, pero tenía que hacer el intento, porque a fuerza bruta no le iba a ganar a este sujeto. Así que volvió a meterse en la mente de Roberto y rebuscó entre sus ideas, recuerdos y sueños hasta que dio con lo que quería hacer de su nueva técnica. A todo esto, la lluvia de golpes no se había detenido, y justo cuando Alfa sintió que estaba a punto de terminarse el espacio a sus espaldas, reunió su cosmo, miró al joven a los ojos y le mostró cómo ella ejecutaba el Shadow Claw en contra de él. Y él sintió el dolor y las garras atravesando su piel, músculos y entrañas, miró hacia abajo y vio un charco de su sangre, sintió como si lo hubieran cortado en pedazos y se dejó caer al piso. Alfa saltó y mantuvo la ilusión todo el tiempo posible. Escuchó a alguien contar 10 segundos y declararla ganadora. Quitó la ilusión y levantó la mirada. El coliseo aplaudía y vitoreaba. Saga, Kanon y Aldebarán se levantaron de sus asientos y también le aplaudían. Saga con más recato, mientras que Kanon hacía gestos de victoria. Nadie tenía idea de qué era exactamente lo que la chica había hecho, pero Roberto seguía a sus pies. Por lo que había visto, por el hecho de que la mujer lo hubiera leído de su mente y por lo que le parecía una burla a su técnica. Alguien lo ayudó a levantarse y se lo llevó. Alfa salió por otra puerta. Al igual que Dicro con su hija, ninguno de sus maestros pudo ir a felicitarla, no podrían hacerlo hasta que se terminaran los combates, pero sus amigas sí se le fueron encima y le pidieron a coro explicaciones sobre lo que había sucedido. Sin embargo ella no les dio muchos detalles, sabía qué había hecho y por qué, pero la técnica todavía tenía que ser desarrollada, y apenas pudo mantenerla algunos instantes. Sí, al pobre de Roberto le parecieron horas, pero todo había sucedido en segundos. Se limitó a contestarles que ya lo entenderían a su momento, pero mejor regresaban a las gradas y esperaban el combate del resto.
Vivien fue la siguiente en pelear y también fue la que quedó peor parada. Ganó su batalla por un pelo, porque la chica contra la que se enfrentó era porfiada como ella sola y no se dejó derrotar. El despliegue de técnicas de ambas no se hizo esperar y en varios momentos estuvieron a punto de declarar un empate, pero ninguna de las dos se detuvo hasta que Vivien, quién sabe cómo, logró noquear a su oponente. Todas quisieron salir corriendo a felicitarla, pero ella sólo les sonrió y les dijo que necesitaba ir a la enfermería.
El combate siguiente fue entre Dicro y Lena. Ellas dos solían entrenar a menudo y sabían las capacidades de la otra. Si bien Dicro no estaba ahí para ganar una armadura de Atenea, tenía que demostrar que estaba aprendiendo y que era capaz de portar su propia armadura como una digna guerrera. El caso de Lena era uno muy similar, y en parte era esa la razón por la cual terminaban entrenando juntas, pero el que pelearan entre ellas en este torneo sí había sido una coincidencia. A pesar de ser muy amigas no dudaron en hacer su propio despliegue de técnicas, la verdad es que se estaban divirtiendo y además las aliviaba pelear contra ellas mismas porque se conocían lo suficiente bien como para saber que su combate no se definiría por la fuerza, sino por la manera en la que aplicaran los conocimientos que tenían de la otra. Gabriella y Alfa no tenían muy claro a cuál de las dos le echaban porras, así que tiraron una moneda y así lo decidieron. Lena ganó por un pelo. Dicro se levantó del suelo sonriendo y le dio un abrazo a su amiga. Luego le dijo que la siguiente vez que entrenaran juntas no iba a dejarse ganar. Lena le dio un codazo y le aseguró que ella tampoco iba a dejarse ganar.
Luego del combate ambas fueron a ponerse algunos vendajes y regresaron al lugar en el que Alfa y Gabriella las esperaban. Todavía faltaban varios enfrentamientos. Ya estaba cayendo la tarde cuando el último combate sucedió. Para estas alturas el coliseo ya no gritaba y echaba tantas porras, pero ni modo, a nadie le gustaba ser el último en pelear y a varios les había tocado serlo, mejor mantenían el buen ánimo, no vaya a ser que los abuchearan si les tocaba ser los últimos.
Al final del torneo todos se levantaron de sus lugares, agradecieron a Atenea y ella les agradeció a todos y los animó a continuar con sus entrenamientos, en especial a aquellos que ya estaban próximos a obtener sus armaduras. Luego los dejó ir. Alfa salió del Coliseo con sus amigas, se preguntaba si debería ir corriendo a Tauro a buscar y agradecer a Aldebarán o si debía correr a Géminis a agradecerle a Saga. Por suerte ellos decidieron en su lugar, los tres Santos salieron del Coliseo y se veía a las claras que estaban buscándola. Vivien le dio un codazo a su amiga cuando lo notó. El primero en verla fue Kanon quien le hizo una seña a sus acompañantes y echaron a andar en dirección de Alfa y sus amigas. Cuando estuvieron cerca Kanon la abrazó y la levantó del suelo para luego girar con ella.
—Felicidades Alfa, lo hiciste MUY bien —le dijo el menor de los gemelos y luego la dejó en el piso.
Acto seguido Aldebarán también la abrazó.
—Te lo dije —fue el comentario que le hizo con una sonrisa.
Finalmente Saga se acercó a ella con una sonrisa y también la abrazó, luego, con bastante más emoción de la que había esperado demostrar le dijo:
—Le mostraste una ilusión. Y funcionó —Alfa asintió también sonriendo.
—No tengo ni idea de cómo es que lo hice exactamente, pero lo hice. Aunque no fue tanto una ilusión, o bueno, sí. No sé. Le mostré sus pensamientos.
—¿Qué era?  —preguntó Kanon curioso.
—Una técnica que está desarrollando. Tiene serios problemas mentales, por cierto, le enseñé todo el gore que quiere lograr, con tripas desparramadas en el piso y miembros mutilados. Ew.
—Tenemos que empezar a concentrarnos en que desarrolles esa técnica. Funcionó probablemente porque él no estaba para nada preparado para recibirla, y porque eso de mostrarle todo el gore es bastante eficaz, en especial cuando el destripado es él mismo, pero necesitamos que lo potencies lo más que puedas. De todas maneras estoy orgulloso, Alfa. Kanon tiene razón, lo hiciste muy bien —dijo Saga y le puso una mano sobre el hombro, después la atrajo hacia sí y empezó a caminar hacia los templos, seguido de todos los demás.
Por el camino, más habitantes de los Doce Templos se unieron a la comitiva, incluido Deathmask que traía de la mano a Christian e iban en camino a reunirse con Dicro. Los ánimos estaban bastante altos en general en el Santuario, nadie había demostrado niveles bajos, y si bien siempre tenía que haber un ganador y un perdedor, los ganadores trataban de no hacer DEMASIADO alarde y a los perdedores se les incentivaba a seguir aprendiendo y mejorándose. Las peleas reales por las armaduras eran cosa sería, pero mientras, podían disfrutar de un sano espíritu competitivo.

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