Capítulo 33

4.4K 319 41
                                    

Ismael sintió que su vida estaba completa cuando se reconcilió con Leticia, por mucho tiempo estuvo en ese hoyo profundo de la indiferencia y no iba a permitir que el tiempo pasara tanto entre ellos a tal punto que a ella le diera igual su amistad. Por eso, aunque el orgullo quiso ganar se dio cuenta que su cumpleaños era un día adecuado para volver a entablar la amistad que tanto extrañaba. Aunque llevaban una semana que todo estaba bien entre ellos casi no habían podido hablar como hubiesen querido porque habían empezado las practicas profesionales en las empresas, a pesar de eso se mantenían comunicados por teléfono y sabían que las cosas estaban marchando bien en sus respectivas empresas. Todo era fabuloso y volvían a pensar que podían tocar el cielo con las manos.

Era fin de semana y habían quedado para salir juntos ya que entre la semana había sido imposible. Era un día en el que hacía sol, pero el aire fresco los obligaba a abrigarse un poco. Caminaron sonrientes mientras Leticia iba agarrada del brazo de su amigo por el mercado que rodea el templo Sensoji decidieron pasear por tiendas de abanicos, llaveros, colgantes, kimonos, entre otras cosas para intentar relacionarse más con la cultura japonesa y comprar alguno que otro souvenir. Hasta entraron en tiendas de "todo por 100 yenes" a la que tardaron mucho en salir porque había mucho para ver y conocer.

Tras todo ese tiempo de ver a muchas personas y recorrer tantos lugares llegaron a un barrio a la zona de restaurantes y bares. Querían aprovechar el máximo de tiempo juntos y perder horas y horas hasta que decidieron que debían comer algo.

—Tienes razón ―dijo Leticia cuando estaba a punto de terminar su plato de Ramen ―. Debo aprovechar que estoy aquí para comer todo lo que pueda de la gastronomía japonesa, luego me lamentaré si no lo hago.

―Es que aún no puedo creer que querías comer McDonald aquí en Tokio. Eso lo encuentras en cualquier parte del mundo, pero comer un plato japonés en Tokio no tiene precio ni comparación. Me preocupas, Leti.

Ella soltó la risa al escucharlo tan dramático y razonable. Había extrañado mucho a su amigo y tenerlo allí con ella era agradable.

―Creo que es la costumbre, o simplemente no decidirse qué comer entre tanta comida japonesa.

―Diré que te creo ―sonrió ―. Por cierto, ¿cómo está tu abuelita?

⸺Bien, anoche la llamé y me ha dicho que durante estos casi dos meses que llevo acá ya me echa poco de menos y que mis tíos han estado pendientes de ella más, a pesar que al inicio se enojaron conmigo tachándome de egoísta al enterarse que vendría a Japón y que dejaría sola a mi abue. Reconozco que algunas veces quise desistir.

—Me parece egoístas de su parte, todo lo contrario, deberían apoyarte como lo hace tu abuela.

—La verdad es que solo me interesa la opinión de mi abue y como ella me apoyó en esto es lo único que me importa, aunque no puedo ocultar que a veces me da miedo estar acá y que llegue a pasarle algo en mi ausencia. También al inicio me sentía triste porque la extrañaba, extrañaba todo de mi país y además porque me sentía sola, me imagino que era normal.

—Nunca estarás sola, otra vez ―aseguró Ismael tomándole de la mano para que supiera que estaría con ella siempre y que no pensaba dejarla nunca más.

―No lo sé —quiso molestarlo un poco ―, en cualquier momento te enojarías conmigo y ya no estarías a mi lado como lo afirmas ahora.

―Solo me enojaría que volvieras a cometer alguna tontería, pero creo que aun así te lo perdonaría. Ya no quiero separarme de ti.

—Y según tú, ¿cuál sería una tontería? Mira que últimamente cometo muchas ―sonrío.

Se acercó a ella de frente y la miró detenidamente como si con eso ella adivinara, aunque ya se estaba imaginando a lo que se refería y no sabía si sería lo más sensato insistir en el tema.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora