Capítulo 37

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―¿Estás seguro? ―preguntó Luna otra vez a Luciano intentando saber dónde estaba su tío. Sabía que había salido de viaje, pero le resultó muy sospechoso la forma eufórica con la que se despidió y sobre todo porque no quiso decirle donde se iría. Conocía a Luciano y estaba segura que le estaba mintiendo o que al menos sospechaba su destino.

―Nuestro padre es lo suficientemente mayor como para no decir a donde va o qué va a hacer. Además, ¿por qué andas inquieta?

―No es nada, solo que lo vi un tanto nervioso, nada más. Olvídalo.

Luciano vio que Luna entraba al despacho de Leonel y a pesar que la iba a detener al final decidió no hacerlo. Últimamente su hermana no andaba de buen humor y por eso no insistió en nada más. Él si sabía que Leonel se había ido en busca de Leticia y lo veía bien porque de esa forma no esperaría a que ella regresara y así podía tomar una decisión porque la incertidumbre podía hacer un sabio se portara como loco. Aunque en cierta medida veía la situación un poco complicada sobre todo en lo que conocía a Leticia y porque al fin y al cabo también conocía a su padre. Solo esperaba que ambos tomaran una buena decisión para que fuesen felices.

Luna entró a la habitación y se sentó en el sillón del escritorio recostándose y mirando al techo sintiendo la comodidad del mismo. Dio varias vueltas como cuando era una niña y se imaginaba que estaba en un carrusel. Cuando se cansó se detuvo a mirar el escritorio para ver si encontraba algo que le diera un indicio de lo que buscaba, aunque la verdad es que no sabía lo que quería encontrar. Lo primero que vio fue una esfera con una banqueta y le pareció extraña porque antes no la había visto, la agitó y volvió a colocar en su lugar. Mientras miraba se fijó en la foto que había y que tenía tiempo que no veía: era una de los tres sonriendo cuando apenas tenían unos ocho o nueve años. No pudo evitar sonreír y sentir nostalgia por aquellos años en los que, aunque les faltaba sus padres eran totalmente felices. No tenían ninguna preocupación salvo ser niños, pero ahora todo había cambiado.

Sollozó y cedió a las lágrimas. Había tomado tantas malas decisiones que algunas le había costado caro. Su única amiga estaba a miles de kilómetros y estaba segura que ya no podía otorgarle ese título porque sin imaginárselo todo ese conflicto las había separado y se sentía tan raro. Había cosas que las hacían diferentes, pero al mismo tiempo las cosas que tenían en común como la pérdida de sus padres las unían. Pensó en que no vio nada de malo que su amiga se acostara con su padre y su hermano porque al fin y al cabo consideraba que el sexo era algo libre y que cada quien tomaba decisión de su propio cuerpo. Pero no esperaba que su padre y hermano se enemistaran de esa forma o que se trataran peor que dos desconocidos. Y aunque no lo fuese se sentía culpable porque quizá debió pensar en lo que resultaría y pensar en su familia.

Ella misma en carne propia sabía los resultados que provocaba una mala decisión o peor aún, no tener control de los sucesos. Se sintió feliz cuando fue novia de Ismael y aunque tuvieron dificultades era un buen novio, pero ella lo echó a perder pensando que necesitaba experimentar todo lo que fuese posible sin medir las consecuencias. Disfrutó a plenitud todo lo que le fue posible a tal punto que su mundo se le vino abajo cuando se enteró que estaba embarazada. No supo qué hacer y en lugar de buscar y contarle a Leticia lo que le pasaba pensó que no iba a molestarla con sus problemas, sobre todo porque estaba preparando su viaje a Japón o tal vez porque se imaginaba que ella le aconsejaría que lo tuviera. No tendría un niño de alguien que no sabría ni siquiera quien era su padre. Tenía su vida por delante y esperaba que desde ese momento todo le fuese bien. No se arrepentía de su decisión de haber abortado y esperaba que después tampoco lo hiciera, pero por ahora tenía su futuro por delante y en él no se veía criando un niño.

Se volvió a recostar en el sillón y pensó que tal vez necesitaría un viaje antes de la graduación. Tal vez eso le ayudaría a relajarse mejor porque hasta tuvo que cambiar de número ante el acoso que estaba recibiendo de Marcus y Johel y no se los podía quitar de encima fácilmente. Al final se sentía sola después que tuvo a tantas personas a su alrededor.

La inocencia de tu piel Where stories live. Discover now