1. El dolor de partir

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Percy PoV

Mientras descanso en mi litera, los recuerdos de la batalla contra Kronos me acechan. Annie ha decidido que prefería pasar un tiempo separados; seguramente sea por el hecho para ganar la batalla tuve que matar al que fue su hermano mayor y seguramente su primer amor. No negaré que me dolió que quisiera alejarse; después de todas las aventuras que vivimos, después de aquel beso.

Pero no me deprimiré, hoy llega Tyson desde Atlántida y se quedará una semana. Tengo muchas ganas de verle, es mi único hermano y lo quiero muchísimo. Annabeth se fue al Olimpo con su madre. Y Nico, él es otra historia, al no tener cabaña en el campamento vive en el castillo de su padre, por lo que tampoco lo veo demasiado, últimamente estoy bastante más solo de lo habitual, aunque no me quejaré necesito bastante tranquilidad después de haber sobrevivido estos últimos años.

Sin darme cuenta me quedo dormido pero de golpe oigo que alguien golpea la puerta como si intentara romperla, ¡Tyson debe haber llegado!

Al acercarme a la puerta oigo a alguien gritar mi nombre. Esa no es la voz de Tyson. Abro la puerta y Grover entra como una bala.

—Percy, debes ir a la Casa grande, Quirón quiere hablar contigo y dice que es muy urgente.

Entonces salgo corriendo, normalmente en este campamento todo es urgente, los dioses siempre quieren que acabemos sus misiones lo más rápido posible. Más nos vale no hacerlos enfadar si no queremos que un rayo nos fría, que nos conviertan en conejillos de indias o en un esqueleto; dependiendo de a que dios hayamos hecho enfadar. Cuando llegué vi a Quirón esperando en el porche, estaba inquieto.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Alguien quiere encomendarte una misión en solitario. No me ha querido decir sobre que trata, solo que es para ti y solo para ti. —respondió el centauro.

—¿Quieres decir que está aquí? —normalmente los dioses no bajan en persona, mandan un mensaje Iris, o avisan por un sueño, o mandan a Hermes, pero ellos no bajan. Esto es muy raro.

—Sí. —entramos al comedor de la Casa grande.

Al entrar pude ver de quien se trataba, mi suegra, Atenea.

—Hola Perseo. —dijo ella.

—Hola Atenea, ¿qué quieres?.

—Que hayas salvado al Olimpo, no significa que no debas tenerle respeto a los dioses.

—Vale, vale, ves al grano. —Respondí notando como se iba enfadando, esta diosa no tiene ni una gota de paciencia.

—Tengo una misión para ti. Hay un mestizo en Miami, necesitamos que vayas a buscarlo.

—Ese trabajo normalmente es de los sátiros, ¿qué tiene de especial este?

—Tiene un gran olor, sería peligroso enviar un sátiro con tantos monstruos rondando por allí, además como debería saber Miami es una ciudad conocida por su playa por lo que podría ser hermano tuyo.

—No tengo problema en ir, pero ¿por qué debo ir solo? Y ¿cuándo debería salir?

—Estarás rodeado por mar, no creo que necesites ayuda. El bus sale a las ocho.

—No puede ser verdad, ¿hoy llega Tyson y tengo que irme en media hora?

—Además me ha dicho tu padre que quiere hablar contigo, te está esperando junto al lago.

Entonces me fui directo al lago, a lo mejor padre me iba a decir que el de Miami es mi hermano, incluso puede que me diga donde vive y no tenga que buscarlo. Pero al llegar al lago vi algo que jamás hubiera pensado, Annabeth se estaba besando con otro. Como pude ser tan ingenuo, mi padre nunca hablaría con Atenea, ella lo había planeado todo. Entonces grité:

—Annabeth lo nuestro se acabó.

Y salí corriendo hacía mi cabaña, lo único que quiero es irme lo más lejos posible. Y la misión que me había dado ella me venía perfecta. Metí todo lo que pude en mi mochila y me fui directo a la puerta del campamento. Vi como Annabeth me perseguía, pero cree un barrera de agua entre nosotros que al tener los sentimientos no puse controlar y fue algo más grande de lo normal alcanzando 4 metros de altura y 2 de grosor. Cuando me alejé lo suficiente la deshice. Esperé 15 minutos y llegó el autobús. Solo cuando estuve sentado al final del todo, empecé a llorar.

El viaje en bus fue largo, duró casi un día. Hubo momentos en los que pensé en dormirme y que así me pasara más rápido, pero fue inútil. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía en mi mente, lo que me volvían a dar ganas de llorar y así pasé las más de 20 horas de viaje sentado en un asiento de autobús.

Bajé del bus y el caluroso aire de Miami me dio la bienvenida, el estar tan cerca del mar me reconfortó bastante y la salada brisa que me acaricio me hizo olvidar por un corto minuto lo que había pasado. Cuando la brisa me abandonó me puso en marcha para buscar a su supuesto hermanastro. Lo más seguro es que esté en la playa y si no está allí ya pensaré en algo. Cuando llegué no me hizo buscar demasiado, incluso yo noté que había alguien con bastante poder cerca. Y justo cuando puse un pie en la arena, vi como salia una Furia de la arena e iba a atacar a un niño que estaba solo. Mientras corrí hacía él, oí como gritaba, debe ser él. Si no tuviera sangre divina, no la habría visto. Cuando me quedaban pocos metros para llegar donde él estaba, desenvainé a Contracorriente y derivé a la Furia de una estocada, me recordó en lo que 5 años atrás se convirtió mi profesora de Matemáticas, mi primera experiencia sobrenatural.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—¿Qué era eso?

—Era una Furia, un ser mitológico. Sé que te sorprenderá pero eres un Semidiós, es decir que uno de tus padres era divino.

—Lo sé, me lo dijo mi madre hace años.

—¿Y no pensó en llevarte al Campamento Mestizo?

—Me dijo que solo tendría que ir, cuando alguien viniera a buscarme, también me dijo que la playa siempre me ayudaría.

—Entonces te irás ahora mismo, ya llamaras a tu madre desde el Campamento.

Me metí en el agua y entonces pegué un silbido, Blackjack, mi leal pegaso, no tardó más de media hora en aparecer.

—Hola jefe, ¿qué pasa?

—Necesito que lo lleves al Campamento. —le respondí.

—¿No vienes con nosotros? —me preguntó el niño.

—No pero necesito que le digas a alguien llamado Quirón. No volveré al campamento y que envío a otro hijo de Poseidón para que ocupe mi puesto. Blackjack no te obligaré a venir conmigo, ya que sé que tienes tu vida en el campamento, así que cuida de Grover y los demás por mí.

—¿Como sabes que soy su hijo?

—Entendiste de lo que hablaba con él, solo sus hijos podemos hablar con los caballos.

Entonces se despidieron y desaparecieron en el horizonte.

—¿Qué puedo hacer ahora? Si no estoy en el campamento los monstruos empezarán a atacarme a todas horas.

La soledad del Héroe del OlimpoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon