2. 3 años después

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Percy PoV

Han pasado 3 años desde que abandoné el campamento y por primera vez las cazadoras de Artemisa me han rodeado. Ya no hay manera de evadirme. Me siento en el suelo y espero a que lleguen. La primera es Thalia que al llegar me da una bofetada.

—¿Cómo pudiste irte sin despedirte? Idiota. —dice justo después mientras me abraza.

—También me alegro de verte.

—Pues podrías habérnoslo puesto más fácil. —grita una de las cazadoras.

—¿Qué gracia habría tenido? Además, ¿qué cazadoras no pueden atrapar a un pequeño pececito?

Entonces aparece Artemisa.

—¡¿UN PECECITO?! ¿Qué pececito consigue que ni yo ni mi hermano podamos localizarlo durante años?

—Un pececito que encontró la entrada al laberinto de Dédalo, ups, no debí decir eso.

—Ese laberinto fue destruido, además TÚ fuiste la causa.

—El laberinto crecía solo, ¿crees que no sería capaz de reconstruirse?

—Ahora te sentarás aquí y nos contarás que hiciste durante estos tres años, por la mañana volveremos al campamento y serás informado de la situación.

—A ver, dejame pensar, cuando envié a aquel chico al campamento me puse a pensar que podía hacer y me encontré con un grupo de monstruos. No recuerdo ni cuales eran ni cuantos, solo sé que cuando acabé de luchar estaba agotado, caminé hasta un callejón donde poder resguardarme y cuando caí en el suelo, me dormí en el instante. Cuando desperté, vi que el suelo se había roto y que había caído a una especie de alcantarilla, caminé por ella hasta que observé que el estilo arquitectónico había cambiado, no soy un experto pero sé distinguir entre construcciones modernas y medievales. Al principio pensé en el Laberinto, pero como tú has dicho eso era imposible pues yo lo había destruido, por lo que seguí caminando y caminando por no más de dos horas hasta que encontré una salida, pero cuando alcancé la superficie y observé un poco la ciudad vi que estaba en Atlanta. No me quedó duda, era el Laberinto de Dédalo, había encontrado un sitio 'seguro' donde vivir y no desperdicié la oportunidad, desde entonces paso la mayoría del tiempo allí, menos cuando quiero reponer mis existencias de comida y libros o cuando quería entrenar.

—¿Tú, leyendo libros? —preguntó incrédula Thalia.

—Desde que me fui estuve estudiando y no veas lo que me costó, entre la dislexia y las palabrejas que hay en algunos libros, buff. Pero con la tontería aprendí que mis poderes pueden ir más allá de lo que pensaba. Mucho más. Además el taller de Dédalo estaba igual que la última vez por lo que con el tiempo pude llegar a entender sus planos e incluso intenté construir alguno, una malísima idea —me levanté la camiseta enseñando una cicatriz que me atravesaba el pecho de arriba abajo —no hay que juntar a un hijo de Poseidón con una forja, planos para crear autómatas y demasiado tiempo libre, porque a la larga lo consigue.

—¿Conseguiste crea uno de los autómatas de Dédalo? —pregunta una cazadora que me recuerda muchísimo a Annabeth, seguramente sea hija de Atenea.

—Tengo cuatro, tres de ellos están recorriendo el Laberinto para hacer un mapa. Llevan seis meses y aún no han acabado, imaginaos lo grande que es. El último es algo especial y el causante de mi cicatriz, desde que me gané su respeto no se ha separado de mí y de protegerme.

—¿Dónde está ahora? —pregunta Artemisa.

Meto la mano en el bolsillo interior mi chaqueta de cuero y saco una araña metálica del tamaño de mi palma.

—¿Ese bichito fue el que te hizo tremenda cicatriz? —vuelve a preguntar Artemisa.

—No la has visto enfadada, eso sí da miedo.

La volvió a meter en su bolsillo.

—Ahora, ¿podéis explicarme por qué no paráis de seguirme?

—Al principio porque queríamos que volvieras al campamento, ahora necesitamos que vuelvas por una profecía. —dijo Thalia.

—Tenéis a otro hijo de Poseidón, ¿no puede ocuparse él?

—No puede ocuparse él solo, Quirón quiere hablar contigo, solo contigo. Ven con nosotras. — Responde Thalia.

Miro fijamente a Artemisa.

—¿Por favor?

Sigo mirando a Artemisa.

—¿Qué quieres a cambio de acompañarnos?

—Tu bendición, acompañada de tus poderes.

—Mi bendición y la bendición de la noche, nada más.

—Vamos —y veo como empiezan a caminar —. ¿A dónde vais?

—Al Campamento —responde una de las cazadoras.

—¿Cuántos días queréis estar caminando? Venir que iremos por el Laberinto, no creo que tardemos más de un par de horas. —saqué mi mapa y busqué dónde estaba la entrada más cercana.

—¿Cuántos monstruos piensas atraer con ese móvil? —preguntó la hija de Atenea.

—No es un móvil es un mapa, que está conectado a los autómatas por lo que necesitaba un dispositivo con Internet para que se fuera actualizando.

—Entonces sí es un móvil. —volvió a decir ella.

—Mejor vete andando, no tengo la paciencia suficiente para soportar a una hija de Atenea.

Con eso se calla y miro el mapa y vi que la entrada no estaba muy lejos, si no me hubieran rodeado podría haber podido huir. Y encima me metían en otra profecía, ¿porqué tengo tan buena suerte? Me pongo a caminar y en 10 minutos ya estábamos en la entrada. Que en este caso tenía apariencia de cueva natural. En la entrada Emilia, mi arañita salió de mi bolsillo y se puso a caminar por el pasillo. Nadie hablaba, la tranquilidad había vuelto. Y cómo no, al pensar eso las cazadoras se pusieron a hablar entre ellas.

Al pasar una hora, vi que teníamos la mitad del recorrido hecho. Ahora solo nos debía faltar como mucho un cuarto de hora hasta la salida del Campamento Mestizo. Se me hace muy raro el estar acompañado aquí abajo, cuando salía a la superficie si que me relacionaba y hablaba con gente pero aquí abajo solo hablaba con Emilia es una charlatana pero muy vergonzosa por lo que no creo que hable mientras estén las cazadoras.

—Tener cuidado por esta zona siempre suele haber algún monstruo. Nos acercamos al Campamento y eso también influye aquí abajo. —dije y veo como las cazadoras junto a Artemisa sacan sus arcos y preparan una flecha.

No pasaron más de cien metros hasta que apareció el primer monstruo y antes de que ninguna disparara, levanto mi mano y le extraigo toda el agua del cuerpo que forma una gran gota que levita encima de mi mano, matándolo al instante.

—¿Cómo hiciste eso? —me pregunta Artemisa, aunque se veía en su cara que no era la única confusa.

—¿No os he dicho que estuve estudiando? —digo mientras hago que el agua atraviese la pared por si hay alguna raíz al otro lado, al principio la tiraba en el suelo, pero se creaban charcos lo que llevó a la humedad y al moho por lo que lo prefiero así.

Continuamos andando hasta llegar a la salida del campamento, ubicada en el Puño de Zeus. Andando hacía el campamento veo que no ha cambiado nada, las cabañas igual que la última vez, campistas por todas partes y Quirón sentado en el porche de la Casa Grande, me observaba fijamente pero no se movió.

—Hola Quirón, ¿Cómo estás?

La soledad del Héroe del OlimpoWhere stories live. Discover now