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      Estaba leyendo el papel que me dieron desde que llegué, ahí estaban escritas algunas reglas bastante extrictas del palacio. Estaba cómoda leyendo, cuando unos golpes decididos sonaron en la puerta, ya era muy noche y aparte era la hora de dormir.
   —¿Justo ahora?—Preguntó Chloe un poco desconcertada. Tenía la puerta solo un poquito abierta, muy respetuoso por su parte. Unos segundos después cerró la puerta y se giró hacia mí.
   —¿Sucede algo?
   —El rey quiere verle en este momento, señorita. Será mejor que no tarde. El está en su despacho, el guardia de afuera la guiará—Se veía tranquila, como feliz. No se si trataba de darme tranquilidad y eso me ponía más nerviosa. No dije nada, no tenía porque negar. Me aseguré de estar impecable, y salí de mi habitación. Ojalá no me vea mal y con sueño, ciertamente ya tenía ganas de dormir.
   Salí de mi habitación, y ahí estaba el hombre que me iba a guiar hasta el rey.
   Agradecí que todo el camino se mantuviera en silencio, pues necesitaba practicar mi forma de saludar, y respuestas a preguntas que me tomarán desprevida o en la baja guardia. Debía estar lista para todo, tranquila y eficaz.
   No tenía porque decirme mucho, solo soy una maestra y nana, y estaré determinado tiempo, hasta que la princesa se cansé de mi, otro tutor me reemplaze o de plano me muera instantáneamente. Y era gracioso pensarlo. No tenía porqué ser tan duro el tema, no me pediría nada más, entonces, si, podía salir viva de ahí.
   El guardia tocó la puerta, otro de ellos que estaban adentro abrió, intercambiaron palabras, y por fin me dejaron entrar.
   No era un lugar feo, pero si estaba un poquito desordenado a causa de los periódicos, las pilas de hojas y carpetas. A los lados, habian enormes estantes que llegaban hasta el alto techo, y había también una escalerilla. El lugar estaba iluminado por dos enormes y bellísimas candelabros de techo, los rayos de sus cristales brillaban a todos lados, y causaba cierta calma en el pecho.
    —Por aquí, señorita.
   Seguí a un mayordomo, que me guiaba hasta el fondo de la habitación. Ciertamente, me sentía familiarizada con el ambiente, me recordaba a las veces que mantenía mi escritorio intacto para no mover las hojas cuando tenía mi teoría exacta. Mamá siempre decía que era un desorden.
   Y sin querer, choqué desprevenida.
   —Oh, lo siento—Dije torpemente.
   Asumí la cabeza. Y sentí que todo el mundo se me vino encima.
   Era un hombre alto, con el pecho ancho. Tenía una camisa de botones blanca, común como todas, y una chaqueta formal, con un tejido único. Tenía la camisa abierta por dos botones, debió ser el exhaustivo del trabajo. Poseía dos ojos grandes y rasgados, color azul, eran bellísimos, tan profundos, como los de Meggy. ¡Oh Meggy!
   Pronto advertí ese aura único. Era el rey.
    —Majestad, lo siento. Fui desprevenida—Dije haciendo una reverencia obligatoria.
   Maldita sea. Una habitación bonita, un hombre guapo, el rey frente a mí y una falta de respeto, ¿Ahora que?
   —Vaya—Dijo él, inclinándose hasta mi altura de reverencia—¿En serio así es la tutora de mi hija?
   Genial. Lo que me faltaba, una humillación.
   Y para terminarla de joder, escuché en el fondo alguien aguantandose la risa. Tragué saliva duramente.
   —Oh no—Volvio a decir con un tono sereno y tranquilo—Sin ganas de ofender, señorita. Sentadte junto a mi.
   Por un momento creí no haberle escuchado bien. Me erguí, y camine a metros de separación de él. Juré no verle a la cara tanto tiempo, pero aquellos ojos cristalinos, y su piel canela eran irradiables. No iba a aguantar.
   —Siéntate aquí—Dijo abriéndome una silla al paso. No era algo que hacía un rey, y por ello me sentí extraña. Asentí y acomodé mi vestido, y mientras el rey recorría hasta el otro lado de la mesa para sentarse frente a mí, aproveché para lanzarme mi cabello hacia un lado, pues tenía un candelabro de mesa a una distancia considerable pero calurosa, claro, ya eran tiempos de otoño. Haciendo destacar mi cuello y mi hombro, con la cadenita todavía puesta, que era una luna menguante de plata, chiquito y exquisito.
   Sentí un suave piquetito en mi muñeca, y para poder distraerme, la miré con atención, para buscar que era lo que me había provocado el piquete. Pero no había nada, debió ser algo punto del vestido donde lo tenía recargado.
   Subí la cabeza, y aquel hombre me miraba con profundidad, luego desvió la mirada con falta de disimulo y obviedad. No pude evitar sonrojarme.
   Llamó a uno de sus mayordomos, al cual le hablo de oreja a oreja, tratando de ocultarlo de mi. Este asintió y salió disparado.
   —Bien—Suspiró quitando todo el asunto anterior—Y dime, ¿Como esta lo de las clases de mi hija y su cuidado?
   —Oh—Dije contenta de que fuera al tema que esperaba llegar—Por lo que veo, Meggy es muy flexible y buen chica, tanto para mi, pero más para ella, la enseñanza será más fácil de lo que se cree. Tan solo serán clases de matemáticas, ciencias, biología y física. Pretendo quedarme con ella todo el día a menos de que se encuentre mal o en estado sin ánimos y pues, para finalizar, le doy mi palabra de ser fiel a su Alteza y Majestad. Nada de ofender, me agrada la princesa.
   Él parecía satisfecho con mi respuesta. Después de todo, era un buen hombre.
   —¿Que edad teneis?
   —Veintitrés, Majestad.
   Una vez más me miro de la misma manera. Tan cálido.
   Se acercó a mí y delicadamente tomó mi mano.
   —Vuestro soberano, Kim Namjoon—Y posó un suave beso sobre mi mano. Los segundos que duró ese besito pequeño, cerré los ojos, sintiendo es cosquilloso tacto, sus labios, su temperatura, su textura. Me arrancó una energía.
   Sonreí tímidamente, haciendo un poco para atrás, para que el mayordomo pudiera dejar una extraña tapa de plata sobre la mesa.
   —Gracias, y también por favor...
   —Aquí teneis el vino, mi señor.
   Parecía como si leyeran la mente de rey, ellos sí que estaban al pendiente de todo.
   —Sabes....—Dijo él sirviendo dos copas. Iba a tomar poco, pues la cena fue suficiente para mi—Mañana iremos de caza, mi hijo mayor y yo....hemos empleado los arcos, y me gustaría que le enseñaras a Meggy a usar uno como método de arma de protección.
   —¿Cuantos herederos teneis Majestad?—Dije una vez más con ese acento que me empezaba a interesar más en usarlo.
   —Tres. La mayor es Roser, quien heredará mi trono, el segundo es mi único hijo varón YeJun, y la menor es Meggy.
   —¿Que edad tiene Roser?
   —Tan solo tiene veinte años, Yejun tiene quince y Meggy diez.
   —Woah, entonces, Roser tiene casi mi edad.
   —No es así como funciona este mundo—Me dijo con una sonrisa. ¿Que dijo? No se que quería decir con eso, pero mi mente ignoró todo lo que habíamos platicado, y se enfocó en lo que había sido abierto de la tapa de plata.
   Había un pan entero, pero no era un pan cualquiera. Al estar atrapado por el casco, su olor se mantuvo, y al ser liberado se desprendió al rededor. Olía dulce, carameloso, azucarado, olía genial.
   Estaba partido en pedazos cuadrados.
   —Por cierto, ¿Podría pedirte un favor más?
   —Usted es el rey.
   —Me gustaria que le enseñaras piano a Yejun y biología a Roser, últimamente este par están muy distraídos el resto de sus días y me gustaría que los mantuvieras ocupados, pero no bajo presión.
   —Si, Majestad.
   —Puedes tutearme, a Namjoon.
   —Pero, no puedo. Usted es un rey.
   —Créeme, incluso mis propios hijos me han dicho idiota en mi cara.
   —Trataré.
   Namjoon picó con un palillo un pedazo de pan, cuando lo encajó profundo, pude darme cuenta de suavidad y esponjosidad del pan, anhelaba probarlo.
   El rey comió de él he hizo un gesto, como si el sabor le hubiera delirado.
   —Este pan—Dijo tomando un sorbo a su vino—Es nuevo, y....no se que nombre ponerle, ¿Que nombre le pondrías tu?
   —Pero creí que el chef ponía los....
   —¿Que nombre le pondrías tu?—Pinchó otro pedazo de pan y lo acercó a mi boca. Insistiendome a probarlo.
   Era raro, todo esto estaba raro.
   No es como si tuviera una cita con el rey.
   O si no me importara lo que estuviera pasando a mi alrededor.
   Algo estaba mal, y debía salir de ahí.
   Ahora.
   —Mhm—Dije comprobando el sabor del pan. Era dulce y azucarado, con canela, puedo jurar que era el pan más delicioso que jamás probé. Hacía gestos bastantes curiosos, y eso encendió la gracia y risa de Namjoon.
   —¿Qué? ¿Está rico? ¿Te gusta?—Dijo sin dejar de ver como movía mis labios y mis cachetes, con una tremenda sonrisa.
   Estas acciones que me emitía, eran tan obvias, tan insólitos. Nadie jamás había actuado de esa manera conmigo, todos eran extraños. Era como si oficialmente estuviésemos teniendo una cita y eso me incomodaba.
   Él no debía actuar así conmigo, tenía una novia, ¿Porque no le preguntaba a ella? ¿Es que acaso yo le gustaba?
   Cállate.
   No debo darme ideas locas.
   —Ghongeo—Dije terminando de masticar. Tomé un sorbo de vino—Le llamaría Ghongeo.
   Namjoon se quedó mirando el pan, como si estuviera despertando recuerdo, o si estuviera pensando si el nombre que le acababa de poner yo era bueno. Tenía ganas de entrar en sus pensamientos. Saber porque veía tanto el pan.
   —Bueno, ¿Mañana a que hora es la caza?
   —Es temprano, tu damisela te despertará.
   Oh. Con que les llaman damiselas, que bueno, porque esto de llamarles sirvientas sonaba cruel.
   Me levanté y tomé mi vestido decididamente. Me había puesto incomoda, todo el ambiente que me rodeaba, siempre fue así. Y no me sentía bien en ningún lado. ¿Porque el rey era así conmigo? Yo no puedo ser capaz de gustarle.
   —Majestad, tengo que retirarme—Hice una reverencia.
   Namjoon parecía que quería decirme algo, pero yo ya estaba corriendo apresurada hacia la puerta.
   No era correcto estar así. Hay que respetar las relaciones. Tengo que enfocarme a lo que vine al palacio.
  

Falaz ~ NamjoonWhere stories live. Discover now