Epílogo

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—Pase —le dijo el doctor a cierta castaña, para que ella entre a la habitación—.

Era blanca y muy espaciosa, se sentó en frente de una camilla cubierta por una cortina azul, la abrió.

—¿Estás bien? —el peliazul negó— ¿Qué tal te tratan aquí?

—Bueno... No es como si importase mucho... ¿No? —desvió la mirada, algo inseguro.

—¿Has logrado recordar algo? —se mostró interesada.

—No... Sólo mi nombre y mi edad. Más allá de eso, no... —le contó.

—Como tu psicóloga, te recomendaría pasar más tiempo afuera, en el patio. El aire concentrado de aquí me provoca dolor de cabeza —exclamó—.

—¿En serio cree que funcionaría?

Ella puso su mano sobre la de él; más pálida y vendada.

—Estoy segura.

Sin nada más, abandonó la habitación. Seguido de el chico en silla de ruedas, que se dirigió a él área verde del hospital.

El aroma ya no se sentía tan cargado y su cabeza ya no sólo pensaba en el blanco de la habitación. Habían demasiados colores.y mucha gente jugando. Como niños y adolescentes.

Sonrió, por primera vez desde que se levantó, era más tranquilo sentirse seguro y no pensar porqué estaba internado en un hospital.

Los choques de las hojas de árbol eran serenas de alguna u otra forma. Levantó la vista, divisando la ventana abierta de una habitación en el edificio contrario al que lo habían metido.

Por ahí pudo ver un rostro algo aburrido mirando por ella, sus rasgos aniñados complementaban sus movimientos, su cabello era morado, al igual que sus brillantes ojos. Era atrayente de una u otra forma.

Cuando este volteó, cruzaron miradas, le dedicó una sonrisa algo alargada mientras saludaba con su mano. Shuichi se sobreexaltó, decidió conducir su silla a otra parte e ignorar algo que correría por su cuerpo una segunda vez.

—¿A quién saludas? —dijo ese castaño con unos papeles en su mano derecha y un lapicero en la izquierda, tomando apuntes de cada movimiento que hacía Kokichi.

—¿Oh~? —volteó su mirada— ¿Es que acaso tengo prohibido el saludar a la gente que me mira?

—No es lo que quería decir.

—¡Pero qué cruel eres, Hinata! —sus ojos amenazaban con llorar.

—Yo no caigo en tus sucias lágrimas de cocodrilo, Ouma.

—Ah. Qué aburrido —quejó—. Al menos puedo mover mis manos, ¿No es ese un avance? —tocó las cicatrices en sus muñecas, realmente eran cortes finos y delicados.

—Pero aún no recuerdas quién te hizo esas heridas.

—¡Oh, vamos! —rodó los ojos— Dame tiempo.

—Está bien...

—¡Nishishi~! —rió— Parece que alguien necesita sexo, pero nadie le quiere.

Enojado, Hajime tiró los papeles y salió dando toscos pasos.

Kokichi volvió su vista a la ventana, sin hallar a esa misteriosa persona en ningún lado del patio.

Y pensar que le interesaba tanto...

Suspiró. No podía salir de su habitación porque sus heridas eran realmente graves, tampoco recordaba a quién le había hecho daño y no le importaba, su mente solo la ocupaba el peliazul al que, cueste lo que cueste, encontraría y conocería.

Por tercera vez.

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°•·:.[Fin].:·•°

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Biblioteca [Saiouma]Where stories live. Discover now