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—El maestre me dijo que te encontrabas bien pero quería oírlo de ti

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—El maestre me dijo que te encontrabas bien pero quería oírlo de ti. —Robb se anunció y Lyanna dejó de cepillarse el cabello.

Lyra, su dama de compañía, se hallaba durmiendo en la misma tienda que ella.

—Ni una disculpa remediará el dolor de Lyra y no sabes cuánto me duele eso, Robb. —susurró la joven.

—Los culpables pagarán, mañana será su ejecución, si deseas venir a ver, aunque será mejor que Lyra no lo haga. —susurro observando a la chica en la cama.

—Maté a los culpables, ¿A quienes ejecutaras? —Preguntó confusa.

— Ser Inar Walder y Lord Rickard Karstark, sus hombres lo hicieron bajo su mando. —respondió y Lyanna se levantó del catre a la defensiva.

—Robb, son tus abanderados, no puedes ejecutarlos perderás seguidores si lo haces. —espeto la chica más irritada de lo que pretendía.

¿Por qué le estaba aconsejando? Ella estaba ahí para obtener sus estrategias y enviárselas a su abuelo, aquello le dolía mucho sobre todo cuando veía a su joven lobo sonreírle y ser tan complaciente con ella aún cuando lo dejo y después había vuelto  solo para acabar de arruinarlo, se sentía tan vil.

—No me mostraré débil ante ellos, le faltaron el respeto a su reina, pagarán con su vida. —afirmó con el ceño fruncido, Lyanna se acercó y lo tomo de la barbilla.

—Robb, mírame. No quiero causarte más problemas, por favor, desiste. No estás en posición de perder hombres, por favor Robb. —Lyanna prácticamente le estaba suplicando y eso le desconcertó tanto, ella no era de las que rogaba.

Sin duda había cambiado en esas seis semanas, ambos habían cambiado.

—No puedo retractarme, Lyanna. —la tomo de las manos.

Era el momento más intimo que habían tenido desde que su dulce ciervo había vuelto, podía reconocer el olor a fresas que tanto la caracterizaba y remontar a la celebración de su décimo cuarto día del nombre cuando su amada le regaló la capa con la que dormía después de un largo día en el que luchaba por no verse débil ante sus hombres y liderarlos en batalla.

Se miraron por un largo tiempo directo a los ojos y Lyanna sintió la respiración de Robb haciéndole cosquillas en la nariz, no imagino que estaría devuelta a su lado, cuando se fue renunció a su amado lobo, renunció al amor por el deber.

Solo de recordar a su abuelo hacerle prometer y jurar que traicionaría a su esposo en nombre de su familia, regresaba a la realidad.

No estaba dispuesta a darse el placer de besarlo o de compartir intimidad, no lastimaría más a Robb.

Se apartó rompiendo el momento y dejando al joven perplejo.

—Lyanna, hay otras formas en las que podemos estar juntos. —murmuró Robb.

Lyanna sonrió por lo irónico que resultaba todo, antes deseaba estar con su esposo, ahora no era lo correcto y él se lo pedía, la vida daba mil vueltas.

—Estoy agotada. —se justifico por su comportamiento.

—Lo entiendo, te dejaré descansar, mañana será un largo día. —suspiro demostrando lo tenso que se hallaba, demasiado peso en los hombros de un muchacho que había cumplido su décimo séptimo día del nombre hacía un par de lunas y poco más, cuando ambos eran felices y no lo sabían.

—Robb, escúchame, no puedes ejecutar a tus abanderados, los culpables han muerto, yo lo maté y ya no hay nada más que hacer respecto a lo que pasó. Cuidare a Lyra y ella lo superará. Lo sé. Prométeme que desistirás, prométemelo Robb Stark.—Lyanna tomo la cara del joven lobo entre sus manos y Robb cedió, su ceño fruncido fue sustituido por unas cejas caídas que le anunciaban a Lyanna que su esposo estaba realmente agobiado.

—No hagas eso Lyanna Stark, sabes que siempre diré que si, siempre cederé por ti, tienes demasiado control sobre mi, tanto que a veces no puedo estar ni un solo momento del día sin pensarte, sin respirarte, sin tenerte. Fue agonizante cuando te fuiste, te llevaste todas mis sonrisas, mis lágrimas, mis fuerzas, mi amor… he sobrevivido a base de odio y resentimiento y es… es horrible, promete que no me abandonaras de nuevo Lyanna Stark ¡Prométemelo!—Robb la había tomado de los hombros exigiéndole una respuesta.

Mintió. —Nunca, Robb Stark, eres mi amado lobo y yo soy tu dulce ciervo para siempre y hasta el día de mi muerta, recuérdalo.

Lo besó y él le correspondió y a Lyanna le hubiera gustado ser lo suficientemente fuerte para decir que no sintió las palabras que contenían más verdad que mentira acerca de sus sentimientos o que no dejo que Robb la recostará en el suelo de tierra y hallará la calidez entre sus piernas, pero Lyanna era una mentirosa, se mentía a ella y a los demás.

Guardaba tanto secreto, tantas omisiones que cuando Robb se iba a apartar pues la semilla había llegado junto con el placer, Lyanna comenzó a llorar provocando que el joven no se fuera de su lado.

—¿Te lastime? ¡Lyanna lo lamento, de verdad! —la chica vio a su esposo tan afligido que eso solo pudo aumentar el llanto. —Llamaré al maestre.

—No, no me lastimaste, no hiciste nada más que amarme y yo… yo solo te he hecho daño, deberías odiarme no merezco más que tú desprecio. —lo abrazo escondiendo su cara en el cuello de su lobo y él desconcertado no quiso apartarse de su lado.

—Me has regresado las sonrisas, jamás podría odiarte, te amo Lyanna Stark, ¿escuchas? Eres una Stark, eres mi esposa, Lady de Winterfell y Reina en el Norte, mi reina. —le beso la frente y dejó que su cabeza recostará en su pecho. —Sé que es difícil para ti, jamás te cuestionare que es lo que pasó en Casterly Rock pero volviste y nunca, óyeme bien, nunca te obligaré a hacer algo en contra de tu familia, ellos serán siempre tu familia y yo sé que los amas. Desearía que esto no hubiera pasado de esta manera… pero pasó y tengo que enfrentarlo por mi familia, por ti, por ambos y nuestro pequeño lobo que pereció en medio del desastre tan inocente y exento de todo.

Robb la estaba protegiendo de la guerra, su amado lobo la envolvía y colocaba fuera del peligro, la amaba y no le exigía tomar partido, aunque ella ya lo había hecho y él no estaba en su bando.

Lyanna sentía asco de sí misma.

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