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•Charles ceniciento•

Era el cumpleaños de los hijos de su mejor amigo, Erik Lehnsherr, la fiesta tenía temática de príncipes y princesas.

En cuanto había recibido la invitación, había pedido rentado un traje de príncipe, uno no muy ostentoso, el del príncipe de cenicienta estaba bien. Todo por complacer a los pequeños Wanda y Pietro, quienes al verlo en la academia Xavier, se abalanzaron sobre él pidiéndole que fuera disfrazado como todos los demás. No tuvo el corazón para negarles eso y les prometió ir disfrazado de acuerdo a la ocasión, sin embargo, el día antes de la fiesta se arrepintió de haber hecho esa promesa.

— ¿Qué quiere decir con que ya rentaron el traje? — cuestionó a la chica morena que le atendía con preocupación, la chica, quien tenía unos lentes redondos y grandes mejillas sonrojadas le miró completamente avergonzada.

— Mi esposa debió vender el traje de príncipe, hace unas horas un hombre se presentó pidiendo uno, seguramente no recordó que estaba apartado, sólo nos queda el vestido de cenicienta. — Comentó la mujer mirando con genuino remordimiento a Charles. — no se preocupe, señor Xavier, puedo hacer el reembolso justo ahora y... — se vio interrumpida por la mano en alto de Charles mientras se tomaba el puente de la nariz, entre frustrado y pensante. No iba a conseguir un traje de príncipe para el día siguiente, y tampoco quería soportar los reproches de ambos pequeños, sabiendo que había hecho una promesa y que rompería las ilusiones de los dos niños.

— ¿Qué talla es el vestido? — preguntó con miedo a la señorita, la cual lucía completamente confundida.
— Eh, es una talla grande... ¿quiere que se lo muestre? — Cuestionó y Charles asintió, un par de minutos después de que ella se retiró, regresó junto con otra mujer, bastante alta y de lentes también, ella tenía una gran bolsa en mano. — el probador está por allá.

Cualquiera en su sano juicio habría ido a la fiesta con dos enormes regalos para cada niño y les habría pedido una disculpa por no haber usado un disfraz. Por lo visto, Charles no estaba en su sano juicio, suspirando por quinta vez esa mañana, salió de su propio cuarto enfundado en ese pomposo vestido que sí había rentado. La risotada de Raven, su mejor amiga, no le hizo sentir mucho mejor.
— A Erik le vas a encantar, bien dicen que si quieres conquistar a un hombre con hijos, no decepciones a los niños. — Seguía mofándose la rubia a sus costillas, ella se había puesto un vestido azul entallado y había recogido su cabello en una trenza, simulando ser Elsa de Frozen.

— ¡Yo no hago esto para conquistar a Erik! — Habló indignado el castaño, luego la mirada de la rubia le hizo sonrojar. Quizá sí quería intentar que Erik le mirase de otra forma, pero no por eso consentía a los hijos de este, en verdad los mellizos le caían bien.

— Bueno, mi querido Charles ceniciento, ¿ya nos podemos ir? — preguntó su amiga intentando contener la risa al llamarlo así, sin duda ese sería un día muy largo.

Al llegar a la casa de Lehnsherr, vio el patio delantero adornado con globos rojos y rosas, desde la entrada divisó con vergüenza como las miradas se posaban sobre él, sin embargo, quedó olvidado al ver las caritas contentas de Wanda y Pietro. La pequeña vestía un traje de la princesa china que no recordaba su nombre y su hermano estaba a juego con un disfraz del dragón rojo que era su acompañante.
— ¡Charles! — habían corrido hacia él ambos infantes intentando abrazarle pese a la estorbosa falda. — Sí viniste disfrazado, te ves genial. — le dijo un Pietro cargado de energía.
— Te ves muy bonito. — murmuró la niña con las mejillas sonrojadas ante su propio comentario, luego ambos se fueron corriendo a la mesa donde habían dulces y se perdían por ahí con otros niños.

— Yo también creo que te ves muy bonito, Charles. — Una voz muy masculina se escuchó detrás de él haciéndole derretir. Se volteó quedando de frente con Erik, que portaba un traje como el que quiso rentar. Entornó sus ojos y le miró acusadoramente.

— Tú te llevaste el traje que yo había rentado. — Le miró con reproche mientras se cruzaba de brazos bastante molesto, el Alemán sólo se encogió de hombros con una sonrisa en la cara.
— No tuve tiempo de ordenar nada para la fiesta, fui a una tienda de disfraces ayer y me dieron esto, sin embargo debo preguntar, ¿quiere concederme una pieza, cenicienta? — Le preguntó haciendo un gesto caballeroso. Al Charles no responder, Erik tomó la mano del castaño y lo agarró con delicadeza de la cintura.

Si la demás gente les miró extrañados no le importó. Siguió bailando con Erik, después de todo, él había tenido lo que muchas querían, una noche siendo princesa y además, había conseguido su tan esperado príncipe azul.

𝓓𝓻𝓪𝓫𝓫𝓵𝓮𝓼  𝓒𝓱𝓮𝓻𝓲𝓴Where stories live. Discover now