Capítulo 35

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Susurros de movimientos me hicieron despertar levemente. No me quería mover y absolutamente no me quería levantar, pero la falta del cálido pecho pegado en mi espalda me obligo hacerlo. Abrí un ojo para espiar. La habitación se encontraba aún muy oscura por lo que no podrían ser pasadas las cinco de la mañana. No vi a Nathaniel por ningún lado. Levante levemente mi cabeza y vi luz por debajo de la puerta de baño.

Me deje caer nuevamente contra la cama. Me encontraba desnudo entre las revueltas sabanas negras, mis extremidades estaban flojas y mi cuerpo se encontraba satisfecho, adolorido y extremadamente follado. Después de ir a cenar comida deliciosa fuimos a caminar brevemente por nuestra playa, tomados de las manos y con arena entre nuestros pies descalzos. Luego de cruzar la puerta de su departamento nos habíamos lanzado uno encima del otro y solo recuerdo que me desmaye en algún punto después de haberme corrido unas tres veces. Otra más y no saldría nada, lo juro.

Ese hombre no se cansaba. No entendía nada.

Mi cuerpo estaba cansado y soñoliento. Acomode la almohada de mi cabeza, me acurruque y dormite un poco; esperando que Nathaniel se me volviera unir a la cama.

Una agitación en mi hombro me hizo despertar otra vez y sonreí adormilado al ver el rostro de Nathaniel sobre mí.

–Bebé, vuelve a la cama –susurre con voz ronca por el desuso (o quizás el demasiado uso de la pasada noche).

Subí mis brazos y los envolví en su cuello, tirando de él para que se acostara junto a mí en la cama. Nathaniel sonrío y se apoyó más cerca de mí, sin acostarse. Acaricio mi cabello y me dejo suaves besos en mi mejilla. Tierno y dulce, como siempre lo era él.

Buongiorno, amore mio –beso mis labios y yo cerré los ojos en gusto, sabia a menta– Aunque me tiente tu oferta temo que la tendré que rechazar.

–¿Por qué? –hice un puchero.

–Es hora de levantarse –mi labio inferior salió aún más y me queje por lo bajo– Dio, no me provoques de esta manera.

Su cara se enterró en mi cuello y su mano se coló bajo las sabanas, acariciando mi costado con posesión. Su barba me hacía cosquillas en el cuello y me reí retorciéndome entre sus caricias.

–Es un plan maestro para traerte conmigo a la cama otra vez.

Él se alejó de inmediato, mirándome a la cara y sonriendo burlón. Su mano aún estaba en mi cintura.

–Estas aprendiendo demasiado rápido la manera de ganarme. Tengo miedo –sonreí coqueto hasta que me pellizcó una nalga, haciéndome pegar un brinco y un gritito de sorpresa– Pero aún no funciona. Arriba, tú también te levantaras.

–¿Para qué? No quiero –refunfuñe– Apenas está amaneciendo.

–Son las cinco y quince de la mañana. Saldremos a correr.

Lo mire horrorizado y me cubrí hasta la cabeza con la sabana.

–¡Estás loco! No lo haré, tengo sueño y eso hare ¡Dormir!

–Saldremos a correr –lo escuche decir, buscando quitarme la sabana– Eres demasiado dormilón y perezoso.

–¡Apenas y me dejaste dormir anoche! –me queje indignado.

Sentí que se levantaba de la cama y luego tiro con fuerza de la sabana, quitándola por completo. Parpadee anonadado y lo volví a mirar.

–No te escuche quejarte mientras te lo hacía –contraataco socarrón. Comenzando a tirar de mis pies fuera de la cama– Y cuando llorabas, fue porque era tan bueno que no podías controlarte a ti mismo.

La Sorpresa Dell'amoreWhere stories live. Discover now