Prólogo

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El viento jugaba alrededor de mi cara bailando en mi cabello mientras miraba hacía las profundidades

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El viento jugaba alrededor de mi cara bailando en mi cabello mientras miraba hacía las profundidades. Mis ojos aún estaban abiertos, miré hacía el fondo del barranco observando cada detalle. Las rocas desnudas, los arbustos bajos, la sequía y el calor abrasador que se extendía sobre todo. Hacía calor y viento pero el viento no traía ningún enfriamiento. Me remojé los labios resecos y aunque lo hiciera una y otra vez no mejoraban, pero no importaba, todo eso solo penetraba marginalmente en mi mente porque me centraba completamente en el momento, en la grandeza y la desesperación que había detrás de mi. ¿Cuántas veces he estado aquí arriba mirando hacía abajo? No lo sé. En algunos días hacía tanto calor como hoy en otros días estaba congelado en la barandilla del puente, a veces el sol quemaba mi cara, a veces la lluvia se sentía como pinchazos de agujas heladas. Pero sin importar cuántas veces saltaba, cuántas veces buscaba no encontraba nada. Y una vez más sentí el dolor en mi corazón se había convertido en mi compañero constante así como la tristeza que que me acompañaba en mis caminos como un viejo amigo. ¿Cuántas veces?, ¿Cuántas veces más tengo que caer hasta que la encuentre de nuevo? Tal vez nunca suceda. Y sin embargo no podía, no podía darme por vencido tenía que buscarla a pesar de que yo me perdía cada vez más. Este momento de perfección cuando supe que solo quedaba un paso, solo un paso más y el mundo se quedaría atrás. El silencio volvió a mi interior preocupado. Entonces llegó el momento, cuándo cerré los ojos percibí el aroma de las flores del desierto era una fragancia tierna reservada pero significativa para mi. Sentí la pequeña flor azul en mi mano. Sin abrir los ojos los puse en la barandilla siempre hacía eso antes de irme esta pequeña flor era algo así como un signo de qué yo había estado aquí, viviendo y respirando en este mundo. Pero ahora es el momento de partir, de dejar aquí y el ahora. Solo la flor recordaría mi existencia y eso era bueno, porqué eso era todo lo qué necesitaba. Una vez más respiré hondo. Luego extendí los brazos abiertos. Y caí.

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