Capítulo tres [Conociendo al 'Dios griego']

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Teenage dirtbag—One direction (cover).

Cuando entramos al edificio vimos a un grupo de estudiantes hablando con uno de los encargados de dar el recorrido y de explicarles las reglas. Así que antes de que alguien más notase que había llegado con Harry, decidí unirme al recorrido ignorando las constantes protestas de Leila. Conocía esos pasillos hasta más de los que conocía mi propia casa, siempre disfrutando de ver la antigüedad del lugar mezclándose con las renovaciones que le habían hecho un par de años atrás. Las reglas también las conocía de memoria, los horarios y los castigos que podrían darnos si rompíamos alguna (No eran tan malos, nos ponían a escribir textos en latín y ese tipo de cosas, sí, como en Harry Potter). Nos explicaban también que la residencia en donde viviríamos era esa que quedaba en la parte posterior del internado, que daba en dirección al pueblo. Había un lado para las chicas y otra para los chicos, así que después de que nos entregaran el número de nuestras casas y de las habitaciones, finalmente nos dirigimos a ellas.

Desde que papá tomó el mando del internado hizo muchos cambios con los cuales el consejo de padres y el consejo educativo no estuvieron muy de acuerdo. Y es que estamos hablando de una escuela elitista que mucha gente describía como "la crema y la nata*" de Inglaterra, por lo que habían muchas reglas estrictas y otras cientos de cosas con las que papá no estaba de acuerdo. Pero logró cambiarlas y hacer de la vida de los estudiantes mucho más sencilla. Incluso logró que se pudiese dar atención psicológica para quien lo necesitase y agregar más oportunidades de becas. Antes sólo había diez becas al año, ahora hay unas cincuenta o algo así.

Leila a pesar de estar callada (Cosa rara en ella) accedió a acompañarme a mi casa para dejar mi equipaje. Mi padre había ofrecido darme una habitación para mí solo, pero no quería tener ningún tipo privilegios y que las personas comenzaran a sospechar algo. Sé que el secretito no me duraría mucho, pero si podía mantenerlo hasta después de que hiciera amigos, entonces todo estaría bien.

Las casas eran grandes, lo suficiente como para que pudiesen vivir tres alumnos por habitación (Eran cinco por casa) cómodamente. Así que cuando entramos no me sorprendió ver al encargado de la casa entregando llaves a los alumnos y explicando las reglas. Esperé a que pasaran las dos personas frente a mí, y cuando fue mi turno, el chico me miró fijamente.

—Dylan Stone ¿No?

—Thompson. —Corregí nervioso.

—Ah, cierto, tu padre me explicó que no quieres que sepan que eres su hijo. Gracias por recordármelo—Tomó un llavero y me lo tendió—. Tu habitación es la número cinco, en el piso de arriba, tienes suerte de que te haya tocado la del balcón. Esta es la llave de tu habitación y la otra es la de la casa. Las puertas se cierran a las 22 horas los días de semana y a la media noche los sábados y domingos—Él miró a Leila y luego devolvió su atención a mí—. No se permiten las visitas después de esos horarios y cuando las tengas tienes que notificarme a mí. Bienvenido a St Judas College.

—Gracias Martin —dije leyendo el gafete que tenía en su uniforme de supervisor, el cual constaba de un traje azul casi negro, una camisa blanca y una corbata del mismo color del saco.

Leila y yo subimos dándonos el tiempo de recorrer la enorme estancia y de expresar lo emocionante que era todo. Una vez que estuvimos frente a mi puerta, sentí el cosquilleo de los nervios al abrirla, pero estos se vieron remplazados por una clara sensación de desagrado cuando un fuerte olor a cigarrillo invadió mi sentido del olfato. Que mala manera de arruinar un buen momento, en serio.

Parado frente a la ventana abierta había un chico que dio un pequeño respingo en cuanto entramos pero que se tranquilizó al vernos, tal vez se había preocupado de pensar que éramos Martin. Lo primero que puedo decir de él, es que cuando se giró hacia nosotros me impactó un poco. A primero vista lo que más llamó mi atención fueron sus ojos y su gran altura. Quiero decir, era realmente alto, como pasando el metro ochenta pero no lucía mayor. Su rostro era tan joven como el mío y sin rastro alguno de vello, además de que también tenía una contextura delgada. Sobre sus ojos, pues eran de color de gris y estaban rodeados por pestañas abundantes.

Atypical [Extraordinary #02] 《Editando》Where stories live. Discover now