𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 1

1K 56 8
                                    

Esa tarde el viento soplaba un poco más de lo habitual, las hojas que se desprendían de los árboles flotaban guiados por la suave brisa; su silbido era hipnotizante y relajante al mismo tiempo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa tarde el viento soplaba un poco más de lo habitual, las hojas que se desprendían de los árboles flotaban guiados por la suave brisa; su silbido era hipnotizante y relajante al mismo tiempo.
Goku y Vegeta eran amigos desde toda una vida, crecieron juntos y fueron entrenados de la misma manera; a diferencia de Vegeta, que siempre fue el preferido de la realeza por su osadía y las extensas habilidades en el combate. Él se encontraba a mando del ejército y estaba comprometido en matrimonio con la hija de su rey. Era una vida explendida para cualquier persona, pero un gran vacío condenaba su corazón; su semblante siempre se encontraba demasiado serio y melancólico a pesar de lo afortunado que todos le recordaban que era. Pero no era suficiente como para sentirse plenamente agradecido con la vida que llevaba.

En esta ocasión el rey les había encomendado salir del reino a llevar un mensaje; eran los guerreros más confiables, incluso pondría su vida en las manos de aquellos hombres sin parpadear. Era algo sencillo pero sumamente importante y delicado como para dejarlo en cualquier otra persona.

Ya de regreso a casa, los dos guerreros se dirigían por la espesa niebla que rodeaba el bosque, la cuál cubría la gran parte de la vista...

– Deberíamos estar celebrando tu futuro compromiso, después de que te cases tendrás nuevas responsabilidades... tal vez hasta dejes de liderar el ejercicio y te dedicarás a tu lujosa vida– dijo Goku, ensanchando su burlona sonrisa.

– Jamás dejaré de ser lo que soy, por nadie, mi padre me enseñó a combatir; lucharé hasta que muera el único recuerdo que conservo de él...– espetó el pelinegro, mirando melancólico la espada que perteneció a su difunto progenitor; su corazón se contrajó y toda su juventud volvió a su mente hasta el momento en el que el hombre que le dió la vida murió a causa de un ataque a traición. Jamás se enteró de quién fue aquel traidor; pero algo era seguro, algún día lo sabría y no tendría ni un gramo de compasión por él.

– Lamento haberte hecho recordar...no era mi intención...

– Ya paso mucho tiempo...así que no hay de que preocuparse Kakaroto– se esforzó por tratar de mostrar una fortaleza inquebrantable.

Incrédulo, Goku comenzó a divisar entre la niebla una figura; parecía tomar cada vez más forma en cuánto se iban acercando...al parecer era una persona...una mujer...

– ¡Detente!...– gesticuló con exasperación– Vegeta... Hay... Hay una chica... – con sobresalto Goku tartamudeaba, sin aún poder creer lo que sus ojos le mostraban; después levanto su dedo para señalar hacía un roble.

Se acercaron poco a poco y sobre el césped se encontraba una joven inconsciente; sus prendas estaban rasgadas y tenía pequeñas heridas por todo su cuerpo. Su cabello era del color del cielo, y apresar de estar desaliñada, su rostro mostraba a un ser angelical y portador de una gran belleza. A su lado resaltaba el brillo de una hermosa espada...

– ¿Estas... bien?–  Vegeta tomo un respiro profundo y preguntó inclinándose hacía ella; tocó su rostro y la peliazul comenzó a abrir los ojos.

– ¿Quienes son ustedes?... – aquellas órbitas celestes se ensancharon cómo platos y en un santiamén se levantó tomando su espada y apuntando hacia los dos hombres.

–Yo soy Son Goku y él es Vegeta, te encontramos inconsciente, así que nos acercamos para ayudarte no temas– dió un paso atrás.

–Dime ¿cuál es tu nombre?–Vegeta preguntó iracundo rehusandose a mostrar debilidad alguna.

–...yo... me llamo Bulma.

–¿Que te ha sucedido para que estés en estas condiciones?

– Por favor necesito irme lo más lejos posible...– su voz sonaba entrecortada por un sollozó. Las órbitas azules que antes mostraban valentía, ahora solo reflejaban temor. Vegeta contemplaba sus ojos, que a pesar de estar cristalizados por un par de lágrimas, le parecían los más hermosos que hubiera visto jamás; era como si pudiera mirar el cielo a través de ellos...

– Puedes decirnos lo que te sucede, confia en nosotros...prometo ayudarte– dijo Goku en un intento de apaciguar el temor en la joven.

La peliazul no emitió palabras; solo se escuchó el sonido de la espada al caer al suelo y el momento en el que comenzaba a llorar de manera incontenible.

–Tranquila, si no quieres decirnos no te preocupes, puedes acompañarnos si lo deseas– preguntó Goku despojándose de su obscura capa para abrigar a la joven.

– Pero... No... No sé nada sobre ustedes...

– Nos dirigimos al este, al reino de Zafhiró ; somos guerreros no tienes por qué temer, yo puedo protegerte– dijo el amable guerrero.

– Está bien... los acompañaré– la joven asintió temerosa; no tenía otra alternativa, era continuar su camino con ellos o quedarse sola en el bosque bajo sus peligros; y sobre todo no tenía hacia donde huir, ni siquiera en donde pasar la noche.

– Hay una posada cercana en donde podemos pasar la noche, el viaje es largo y me imagino debes estar exausta– nuevamente Goku trato de hacerla sentir segura.

– Muchas gracias...

– No tienes por qué agradecer–  Goku tomó su mano y la miró tiernamente observando con determinación la gran belleza escondida bajo su cabello enmarañado y las pequeñas manchas de sangre revueltas con tierra, mientras que Vegeta sentía un nudo formarse en su garganta, no podía negarse ni mucho menos explicarse aquella nueva sensación...

𝒀 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒗𝒊𝒅𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora