PREFACIO

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Y ahí estaba yo.

De pie, frente a un espejo, viendo mis hinchados ojos como reflejo ¿Cómo había llegado a esto? ¿Es que no tenía un fin concreto?

Tras las mil desventuras que vivimos, pensé que el destino sería amable. Por una vez benevolente con nosotros dos y más comprensivo. Pero, viendo en retrospectiva, no es el destino lo que nos separa. Son más bien nuestras decisiones.

Si, nuestras decisiones. La gente siempre anda diciendo que es normal cometer errores, y que de ellos debemos aprender. Pero nunca te cuentan lo aterrador que puede ser tomar una elección, o lo espantoso de ver tu cómodo mundo irse derrumbado de manera brusca, sin que puedas hacer nada para impedirlo. Sientes el vértigo de la caída y el dolor del golpe; después, solamente estás convencido de que has cometido una equivocación.

Y es ahí donde viene otra duda ¿Cómo arreglamos los errores? Nadie te dice. Nadie te enseña. Solamente los amigos fieles que te escuchan de vez en cuando hacen un gesto de sonrisa y dicen, como si de algo ayudara, que nosotros podremos encontrar una solución. ¿Y qué si no sabemos qué hacer? ¿Es realmente contraproducente ese consejo?

El espejo es sabio. Es bueno. Es amigo y enemigo a la vez. Puedo verme, puedo saber que el reflejo soy yo. Lentamente voy bajando mis manos hacia el vientre, y veo en mi imagen la esperanza que albergo en lo más profundo de mi corazón.

No estoy completamente segura de en qué momento erramos tanto el camino que nos perdimos de esta manera. Llegamos con las manos entrelazadas y ahora estamos tan lejos uno del otro que ni gritando nos podemos escuchar. Algo faltó. Algo nos pasó. ¿Qué cosa? No tengo idea. Más, sé que lo podemos solucionar.

Ahora la pregunta más importante en todo esto es:

¿De verdad vale la pena solucionarlo?

Ranma 1/2: ¿Una vez más?Where stories live. Discover now