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—Debería estar por aquí.

Baekhyun sonrió a la clienta, pasando entre sus dedos cada uno de los cartoncillos para revisarlos. La tienda de discos no era tan grande como para perder un álbum de ese tamaño, pensó, y entonces se dispuso a rebuscar en el siguiente estante.

City Lights había sido abierta desde hace ya un año y medio. Era un lugar más o menos pequeño, más bien mediano, de un solo piso. Las paredes estaban pintadas de azul cielo y decoradas con cuadros hechos por el abuelo Byun. Había repisas y muebles de color amarillo vibrante que llenaban los espacios vacíos de las esquinas, al mismo tiempo que contrastaban con lo suave del color pastel al fondo.

A los ojos de los clientes se veía bastante lindo y a Baekhyun también le gustaba.

Y aunque ya había recibido algunas quejas ligeras respecto al tamaño, comparando su tienda con las de la competencia, él consideraba que había muchas ventajas en los lugares de medidas justas.

Una de las cosas que más le fascinaba de la tienda era que no había mucho sitio para limpiar y eso le permitía gozar de una buena cantidad de tiempo libre, que fácilmente podía ocupar en otras actividades ajenas al trabajo.

Porque, para ser honestos, ¿cuánto tiempo podría tomarle pasar la escoba, un trapeador y luego sacudir los muebles en un cuarto de 7x7 metros cuadrados? ¿Diez minutos? ¿Menos?

Lo cierto era que tener el local reluciente le resultaba bastante sencillo. Y a eso, sumándole la gran cantidad de desorden que se ahorraba, era realmente el principio de la cosa.

City Lights era lo suficientemente pequeña como para que Baekhyun no tuviera que preocuparse por ordenar todo el tiempo. Parecía incluso que todo se ordenaba por sí solo.

Al principio le gustaba pensar que el manteniendo del orden ocurría gracias a que Jongdae, su empleado y mejor amigo, siempre había acatado las reglas que él tenía respecto a la clasificación y cuidado de los productos.

Sin embargo, con el transcurso de las semanas, Baekhyun notó que no solo se trataba de eso. En realidad, todo se debía más al hecho de que Jongdae se llevaba excelente con todo el mundo. Tanto, que hasta los propios clientes se tomaban la molestia de no dejar la mercancía fuera de su sitio.

Era algo que ocurría siempre. Desde que Baekhyun tiene memoria. Por lo que, definitivamente, resultaba extraño que un álbum nuevo no estuviera donde debía estar.

Maldición.

Las listas del inventario manifestaban con claridad que todavía quedaba uno en existencia. Solo uno. Y Baekhyun debería saber perfectamente dónde se encontraba.

Jodido Cristo, dónde diablos se había metido el condenado comeback de Ateez.

—Entonces...— la joven carraspeó suavemente. —¿No lo tiene disponible?

Baekhyun hizo un puchero y suspiró en respuesta.

—Según el inventario, tengo un último álbum en venta. Pero no sé dónde está...— confesó, al mismo tiempo que le extendía un trozo de papel y un bolígrafo pequeño a la chica —¿Podrías dejarme tu contacto? Prometo llamarte en cuanto lo encuentre. 

La chica asintió para el placer de Baekhyun. Y entonces, el tintineo de la campanilla se alzó entre ellos, haciendo al chico girar el rostro hacia la puerta principal. Sus ojos se encontraron con la imagen de Jongdae ingeniándoselas para no soltar la puerta de golpe, mientras intentaba sostener la caja de donas glaseadas y los refrescos fríos que se balanceaban dentro de una bolsa del supermercado. 

Devuélvemelo °CHANBAEK°Où les histoires vivent. Découvrez maintenant