cinco

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«Podría arder en llamas hasta desaparecer con el más elemental de sus toques, sin embargo, moriría lleno de gozo.»

Sus manos recorrían la espalda de Jimin con parsimonia, casi con adoración, hasta posarlas en su trasero y apretar un poco.

Estaban de vuelta en la habitación de hotel. Habían pasado tres semanas desde que Jungkook había tenido aquella conversación con su mejor amigo Hoseok, y el alfa realmente había intentado ser cuidadoso, sin embargo, no era una tarea fácil.

Tener a Jimin entre sus brazos –¡estar entre los brazos de Jimin!–, era algo tan maravilloso que no podía negarse ante aquello. Sus besos, sus caricias, estar en su interior, lo hacían sentir tan bien. Pero no era sólo lo carnal: su risa, su voz, su mirada, su forma de ser, su fortaleza, su inteligencia... Todo de Park Jimin lo hacía sentir como si fuese correcto estar con él.

Jungkook estaba consciente de que Jimin no era su pareja destinada, ni siquiera lo era Yoongi, con quien había estado por ocho años y cayó enamorado a penas lo vio. En su mundo, muy pocas personas encontraban a su destinado o destinada, no todos tenían la suerte de estar en el mismo lugar que su alma gemela; sin embargo, eso no les impedía amar para toda la vida a quienes ellos mismos escogían a voluntad propia. Él pensaba que eso le pasaría con Yoongi, que ambos estarían juntos por siempre, porque había sido amor puro y mutuo. Pero no fue así.

Yoongi le mintió, lo traicionó, jugó con sus sentimientos, destrozó su corazón..., pero eso le dio la oportunidad de conocer a otra persona. ¿Debería reprocharle o agradecerle?

A pesar de los nuevos sentimientos que comenzaron a florecer en su pecho, sabía que tarde o temprano estaría sufriendo de nuevo. Sin embargo, lo disfrutaba mientras aún lo tenía.

Estaban sentados en el medio de la cama, con Jimin encima de su regazo, ambos pechos unidos, mientras repartían tiernas caricias en la anatomía del otro y dulces besos eran compartidos. Los pequeños dedos de Jimin estaban enredados en su cabello, dando suaves masajes, tirando de él de vez en cuando, sin que llegase a ser doloroso.

Bajó sus labios hasta el cuello de Jimin y dejó una estela de besos hasta llegar a su hombro, donde dio un suave mordisco y lamió la piel. Aspiró su aroma natural a flores de primavera, y sonrió con satisfacción al darse cuenta que estaba entremezclado con el suyo propio, lluvia y tierra mojada, y la combinación era exquisita.

Lástima que tuviesen que usar neutralizador de aromas al culminar cada encuentro.

Subió la cabeza hasta toparse con la mirada del omega y éste le acarició las mejillas con delicadeza. Jimin sonrió y le dio un casto beso en los labios.

—Creo que me estoy obsesionado con lo lindo que es tu lunar, no puedo dejar de mirarlo.

Acercó de nuevo su cabeza hasta su boca, pero esa vez para dejar un dulce beso en la pequeña mancha bajo su labio inferior.

—Eres hermoso, Jungkook.

El alfa sintió cómo un sonrojo cubría toda su cara y se extendía hasta sus orejas. Su lobo jadeaba feliz, y su corazón palpitaba a toda prisa por el halago.

¿Él era hermoso?

Su madre le decía de pequeño que era un cachorro precioso y, cuando creció y se convirtió en un joven maduro, repetía constantemente que era tan hermoso que los alfas estarían envidiosos, deseando ser así de atractivos para los omegas y betas. Sin embargo, él no lo creía así. Todos los padres les decían a sus hijos que eran los más bonitos del mundo sin que eso fuese estrictamente cierto, sólo porque a sus ojos así lo era. Su nariz y sus dientes eran demasiado grandes, su labio superior muy delgado y el inferior muy grueso, sus ojos también eran grandes con arrugas en las esquinas y tenía una cicatriz en la mejilla izquierda, que se hizo de pequeño por culpa de una pelea con un cachorro abusivo.

nieve de abril ━ kookminWhere stories live. Discover now