CAPITULO 4

1.9K 104 4
                                    

La feria era lo que toda feria de atracciones debe ser, una avalancha de colores alegres y luces intermitentes con el ambiente cargado de alegres sonidos. Tom paró el coche en la entrada y se alejó para buscar aparcamiento.

-¿Por dónde empezamos? -preguntó Kendall.

-Por cualquier sitio -suspiró Emma con felicidad-. El Rizo Gigante y...

-No, el Rizo Gigante no -dijo él con resolución para alivio de _____-. El médico ha dicho que nada demasiado energético.

-Pero montar en el Rizo Gigante no es nada energético -le aseguró Emma con los ojos muy abiertos-. Lo único que tienes que hacer es sentarte ahí. No tienes que hacer nada.

Aquel punto de vista diferente hizo que Kendall y _____ se miraran a los ojos ligeramente sorprendidos. Sintiendo que los había pillado con la guardia baja, Emma presionó en ventaja propia.

-No tienes que levantarte ni correr ni saltar ni...

-No vas a montar en el Rizo Gigante -repitió Kendall.

-Pero si no hay que hacer nada...

-¡Emma!

-No tienes que bailar ni cantar ni hacer nada. Sólo sentarte ahí y estar sentado no quita ninguna energía -terminó Emma triunfal, evidentemente dejando el asunto zanjado a su propia satisfacción.

_____ se dio la vuelta y por un momento se le nublaron los ojos. Eso era otro parecido con Sally, que había tenido también una lógica infantil y tenaz que había dejado a su oponente contra las cuerdas. _____ había aceptado muchas discusiones por puro cansancio.

Entonces se recompuso. Aquél era un día especial para Emma y no iba a estropeárselo. Sonrió a Kendall y dijo:

-¿Por qué no cedes y la montas en el Rizo Gigante?

-Móntala tú -respondió él tan aprisa que Emma soltó una carcajada.

-Papi tiene miedo -susurró con tono conspirador a _____ lo bastante alto para que su padre pudiera oírla.

-Muchísimo -aceptó él con tono afable-. No vas a subir a esa cosa conmigo o sin mí, así que date prisa y vamos a tomar un helado.

Al reconocer la voz de autoridad, Emma cedió y desvió la atención a los cucuruchos de chocolate y vainilla. Se decidió por uno de chocolate y dijo:

-Y uno para _____.

-No creo... -empezó ella para detenerse ante la mirada de disgusto de Emma.

-¿No te gusta el helado?

-Sí, me gusta. La verdad es que me gusta mucho. Tomaré uno de vainilla, por favor.

Se pasearon felizmente entre las casetas y las atracciones discutiendo los méritos de cada una. _____ sintió una mano pequeña deslizarse entre la de ella y bajó la vista, pero Emma no le devolvió la mirada. Estaba observando fascinada una terrorífica máquina que daba vueltas frenéticas por el espacio y le apretó tanto la mano a _____ que ésta se sintió conmovida.

De repente, Emma exclamó:

-¡Mira, papá! -levantó la mano con el helado con tal ansiedad que se derramó todo. Todos siguieron la indicación hacia el cartel que señalaba que con tres tiros acertados se ganaba el premio. El fondo de la caseta estaba llena de pingüinos de peluche-. ¿No son preciosos? -jadeó Emma.

-Eres un poco mayor para un juguete como esos, ¿no crees?

Su hija lo miró fijamente un segundo y _____ notó el enorme parecido entre ellos. No era tanto por el color del pelo ni las facciones, sino por una expresión en los ojos que indicaba determinación para conseguir lo que se proponían lo antes posible. Por fin, Emma suspiró.

Mi Mejor NOCHE DE BODAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora