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Mi respiración se iba calmando mientras me aferraba al pecho de Tobías. Sus manos acariciaban mi nuca, me hacía sentir muy bien, estar con él, con su imponente presencia.

–¿Te encuentras mejor? –preguntó casi en susurro.

Alce la mirada y sus ojos cafés denotaban preocupación. Me aparte de él con delicadeza y asentí.

–¿Quién es Colbyn? –su pregunta provoco que mis ojos se abrieran de par en par.

–¿Col-Colbyn?

–Estabas gritando de que un tal Colbyn te perseguía. ¿Hay alguien más en este edificio? –el tono de su voz cambio repentinamente–. ¿Alguien te está molestando? –añadió con fiereza.

–N-no. No sé lo que dije, el pánico se apodero de mí –me miré los pies, me sentía tan avergonzado por haber gritado hace unos minutos como un loco–. Lo lamento.

–¿Por qué? Tuviste miedo, es normal. ¿Qué haces en un lugar como este?

–Yo... estoy en una incursión de exploración urbana con unos amigos y...

–¿Exploración urbana? –repitió–. No quiero que hagas cosas peligrosas Hanzel, por poco te caes y quien sabe que te pudo haber pasado.

–No tienes por qué tratarme como un niño.

–No lo hago, solo que eres un chico frágil y no estás para estas cosas.

–¿Frágil? –esboce una sonrisa agria–. Yo puedo cuidarme solo, si me iba a caer era porque tú te apareciste en un edificio que se supone que está abandonado –nos quedamos en silencio por un momento y luego continúe–: ¿Qué haces aquí?

Tobías giro la cabeza como queriendo evadir la pregunta.

–Eh, yo estaba explorando el lugar como tú.

–¿Ah, sí? –me cruce de brazos–. Qué casualidad ¿no?

–Sí –dijo entornando los ojos y frunciendo el ceño–, es una casualidad.

Su expresión me sorprendió, y sus palabras fueron como: <<No preguntes más>>

–Hanzel –gritó una voz que provenía desde los escalones, a los segundos llegó Hanna jadeante y con el rostro congestionado–. ¿Qué paso? Te escuche gritar y... ¡Oh! Hola, ¿te acuerdas de mí? Soy Hanna, amiga de Hanzel –le extendió la mano a Tobías y este titubeo por unos segundo y finalmente se la estrecho, no estaba acostumbrado a la estrambótica personalidad de Hanna.

–Hola, Hanna –terció Tobías.

–¿Y bueno? –preguntó Hanna y puso sus manos en sus caderas–. ¿Por qué estabas gritando Hanzel? –sonrió como una niña y añadió–: ¿No me digas que estaban haciendo cositas malas y tu lado salvaje se apoderó de ti, Hanzel?

Mi cabeza ardió. No tenía un espejo en ese momento, pero estaba seguro que en medio del oscuro pasillo, mis mejillas coloradas se veían como dos linternas rojas. Tobías soltó una pequeña carcajada, al parecer no le molesto el hecho de que le había contado a otra persona la nuestro.

–Hanna, no seas imprudente –le espeté.

–No hay que ponerse así –Tobías hizo un ademán mientras le dirigía una sonrisa juguetona a mi amiga–. Y dime Hanna, ¿Ya Hanzel te conto que somos novios?

–¿De qué demonios estás hablando? –dije elevando la voz.

–¿De verdad? –preguntó Hanna con aire risueño–. Eso es maravilloso.

–¡Es mentira, Hanna! –exclame airado–. Sera mejor que salgamos de aquí –bajamos las escaleras y nos encaminamos a la salida–. ¿Dónde están los otros chicos?

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora