Capítulo XI "La fiesta de esta noche"

569 45 0
                                    

En la terraza, Odín y Frigga, reyes soberanos de Asgard, escuchan con atención mis palabras. Ellos me hacen preguntas y yo les respondo lo mejor que puedo, con sinceridad. Les platico cosas generales, como mi disgusto por los abusos que, muchas veces, las naciones y las personas hacen unas sobre otras; mi preferencia hacia la paz por encima de la guerra; mi convicción de que todo puede resolverse con voluntad y a través del diálogo, por muy complejo o enredado que parezca; lo mucho que me preocupa el cómo la humanidad depreda y contamina los recursos naturales del planeta; mi dolor ante el exterminio de animales y plantas. También les cuento cosas más personales: mis travesuras de tiempos infantiles (aquí incluso sonrío de vez en vez y descubro que, en ocasiones, el mismísimo Padre de Todo ríe también); mis confusiones de la pubertad, cuando mis emociones se hicieron un revoltijo; el cómo procuro ayudar a mi familia, a mis amigos y compañeros siempre que me es posible, o cómo opto por no estorbar, cuando eso me parece lo más prudente; mis esperanzas hacia el futuro, cuando termine mis estudios profesionales (¡que me están costando un gran esfuerzo!)

-Es muy amena nuestra charla, doncella –dice el Padre de Todo-. Pero dejadme preguntaros algo. Perdonad si me muestro muy atrevido.

-¡Oh, no hay cuidado, rey de Asgard! -le digo esbozando una sonrisa -Usted se ha mostrado muy amable conmigo. ¡No me ha echado de aquí! Eso significa que me quedaré un poco más, creo -agrego guiñándole un ojo.

-Sois bienvenida en Asgard –me dice Odín, sonriendo -Pero, si pudieseis contestarme, ¿tenéis vos un prometido en Midgard?

Siento cómo me sonrojo.

-¡Rey mío! -dice Frigga, la reina, tocando con suavidad el antebrazo de su esposo -No veo cómo ella ha de sentirse cómoda con tu pregunta.

-Disculpad, doncella. Pasa que mi hijo, Thor, podría asumir el trono muy pronto, y qué mejor que una mujer con el poder y la nobleza suficientes para levantar el Mjolnir, como vos, para hacerle compañía. Le podríais ser de gran ayuda en la diplomacia y en la batalla.

Me sorprenden las palabras de Odín y, por la expresión en el rostro de la reina, Frigga, adivino que para ella también resulta sorprendente lo expresado por el Padre de Todo. Habla, con gran ilusión, de lo mucho que espera de su hijo, el portador del Mjolnir, cuando él llegue al trono. Después agrega cuánto podríamos hacer juntos él y yo: guiar los destinos del pueblo de Asgard; comandar las tropas asgardianas para brindar protección a los Nueve Reinos (¿hay nueve reinos?); pero su mayor ilusión, lo que más le entusiasma, es llegar a conocer a un nieto que a su vez herede, en un futuro no tan lejano, la responsabilidad de mantener la paz. Yo aclaro mi garganta y siento que el rubor en mi rostro sube más, si acaso eso es posible. La reina Frigga viene en mi ayuda.

-Rey mío, es muy pronto para pensar en semejantes cosas –dice la reina –Además, en tales cuestiones, la decisión final de un sí o de un no recae en ella.

-Quizá falte menos de lo que pensáis, reina mía –responde el rey. Creo notar un leve tono de preocupación en la voz del Padre de Todo, notado también por la reina, a juzgar por la tierna y confundida mirada que le lanza a su esposo. Después el rey y la reina me miran. Yo no sé qué decir, así que suelto lo primero que se me cruza por la mente.

-¿Qué hay de Loki? –les pregunto. Mi corazón empieza a latir con mayor velocidad. Dentro mío sé que, a pesar de que él me mintió y me hizo quedar en ridículo delante de Thor y de sus amigos en la batalla afuera de la biblioteca, Loki ha provocado algo en mí. Lo sé porque mi mente viaja cada vez que veo sus ojos, ese iris de un esmeralda que invade mi ser; su hermosa piel tan pálida; su estatura, tan magnífica; su temperatura. No lo había pensado antes, pero creo que al tomarme de la mano en aquella cueva donde encontramos el líquido rojo, la mano de Loki era fría. ¿Es así todo su cuerpo?

Heredera de AsgardTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang