Suplicio

434 54 24
                                    

El caballo de Vincent Eackhart relinchó aterrorizado cuando la nave se tambaleó con brusquedad por segunda vez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El caballo de Vincent Eackhart relinchó aterrorizado cuando la nave se tambaleó con brusquedad por segunda vez. En aquella ocasión el muchacho fue incapaz de calmarlo, haciendo que comenzara a despotricar de un lado al otro en la bodega, donde a penas cabía de pie.

Con una fuerte patada golpeó los barriles de Ron, haciendo que el líquido comenzara a verterse sobre el heno del suelo.

—Mierda.— Se quejó, sujetando las riendas con más fuerza, aunque sabía que era una pérdida de tiempo, el animal estaba aterrorizado y, si debía de ser franco, él también.

Vincent no era un fanático de los barcos, de hecho lo habían aterrado en su infancia hasta que Byron Cross le había obligado a perderle el miedo, aún así todavía se mareaba con facilidad y tantos días dentro de aquella enorme bestia de madera comenzaba a pasarle factura.

Las primeras noches no habían presentado gran dificultad; el mar se había portado tranquilo y la tripulación había estado celebrando el inicio del nuevo año día y noche, pues se habían hecho con las reservas del mejor vino de la mansión Cross antes de zarpar. Para el quinto día el calor había comenzado a aparecer a medida que las aguas del norte se transformaban en el Mar del Sur, la tripulación estaba sedienta y Zafira les había obligado a racionar el agua. El décimo día reinó el caos de proa a popa, la invasión de escorbuto se instaló en el grupo de forajidos que lucían tan espantados ante las manchas rojas y encías sangrantes que Vincent pensó que no había visto jamás a tantos hombres adultos llorar con tanta energía. Fue entonces cuando hicieron la primera y única escala.

Pisar tierra a Vincent le supo a gloria y, más aun para Roth, que galopó de un lado a otro comiendo toda la fruta que los niños de las conocidas Tierras del Cielo le llevaban. Al parecer no había muchos caballos en los territorios de la familia Fenton, casi todo era selva tropical o grandes industrias de globos y zepelines de transporte, que era por lo que se caracterizaban, pero a pesar que el sur a Vincent le parecía una tierra gloriosa, caliente y colorida, el interés que despertó el barco entre los locales no fue poco. Desde que la imponente "Libertadora" aparcó en el muelle, con sus velas verde esmeralda y el enorme ave fénix tallado en la punta frontal, más de un comerciante intentó comprar la nave, entera o en pedazos, y Zafira se negó una y otra vez, cada vez menos amable ante las ofertas que consideraba un insulto. Aún así se quedaron en tierra dos días enteros, mientras los sanadores curaban a los enfermos y las acompañantes atendían a los demás. Vincent se negó a todos los servicios que se le ofrecían, que no fueron pocos, pues al parecer era considerado exótico entre aquella multitud de lugareños.

La mañana del tercer día el barco volvió a zarpar con algunos integrantes nuevos, ansiosos por aventurarse al mundo desconocido, y otros que decidieron quedarse atrás. A la capitana no pareció importarle ninguno de los dos, pero se aseguró de llevarse consigo una buena dosis de limones y naranjas para prevenir otro retraso. El mismo Vincent no veía las horas de volver a emprender viaje, aunque su destino no era uno muy agradable por lo que evitó comentarlo con cualquiera que se lo preguntara. El único que pareció odiar el barco fue Roth, que cada día se ponía un poco más arisco, lo que comenzó a ser una molestia para el resto, pues ya nadie quería alimentarlo ni asearlo y desde entonces ya quince días habían transcurrido.

InfernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora