Demonios

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El viento sopló caliente contra Vincent mientras las gotas de sudor corrían desde su cuello a través de su torso descubierto, el cabello se le pegaba detrás de las orejas y en la frente, y lo único que podía oír era el sonido de su propia respirac...

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El viento sopló caliente contra Vincent mientras las gotas de sudor corrían desde su cuello a través de su torso descubierto, el cabello se le pegaba detrás de las orejas y en la frente, y lo único que podía oír era el sonido de su propia respiración agitada al tiempo que mantenía el equilibrio e la delgada estaca de madera que se alzaba a más de veinte pies de altura.

Baltazar Cross le había obligado a arar la tierra seca, meditar durante horas en una oscura habitación sin ventanas y exorcizar demonios en su calabozo hasta el agotamiento solamente para darle pilas de libros y pergaminos para leer en la noche y quejarse cuando no se despertaba al alba, pero de todos lo que le había ordenado hacer ese era, sin duda, el más ridículo de todos.

Prestó atención al rededor y no oyó ni siquiera el murmullo del aire cuando sintió el dolor clavarse en su pierna izquierda cuando el dardo se incrustó en sus pantalones de lino.

—Eso ha sido patético —la voz de Baltazar retumbó en sus oídos desde la lejanía mientras se llevaba las manos a la zona del impacto y percibía las esquirlas de sangre brotar.

—Sí, no sé como he podido fallar —el aprendiz repuso, tocando la tela que ahora era pegajosa—ah ya, es que tengo los ojos vendados —continuó hasta que otro dolor agudo se le clavó en el hombro haciendo que se tambaleara al haber sido tomado por sorpresa —¡Ah!

—Si tus ojos no son rojos no sirven de todas formas —Baltazar replicó hacia el chico que gruñía en respuesta —. Y no seas hablador.

—Por lo menos así logro que digas algo, aunque sean insultos, es lo único que conoces al parecer —Vincent soltó ajustándose la venda con resignación y se detuvo al oír un conjunto de resoplidos a lo lejos —¿Te has reído? —preguntó asombrado y pronto otro golpe se estrelló, esta vez en su entrepierna, con tanta fuerza que le sacó el aliento.

—Fue Lorenz —Baltazar anunció, viendo como el chico se retorcía, aunque había tenido la bondad suficiente de lanzarle con una roca en lugar de un dardo aquella vez.

Apenas había pasado poco más de medio día desde que el entrenamiento había iniciado pero Vincent se sentía exhausto, sin fuerzas y con la garganta seca mientras sus pies intentaban en vano mantener el equilibrio en el agosto poste y el abrazador sol del desierto le quemaba la espalda pero, de pronto, oyó un silbido lejano que lo puso alerta y, sin ver, se volvió al frente y estiró la mano frente a su rostro, donde una roca se estrelló en su palma con tanta fuerza que si le hubiera dado probablemente acabaría con la nariz rota.

—¡Ah, mierda! —se tambaleó después de desviar la roca y volvió a recuperar el equilibrio con dificultad—¿Le dí? —preguntó entusiasmado, sin obtener una respuesta —¡Baltazar! ¡ah!

—Maestro —le corrigió después de lanzarle otra roca que le rozó la oreja —¿Acaso exorcizar unos pocos demonios menores te ha hecho ganar tanta confianza conmigo, esclavo?

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