Capítulo 38 Arreglo

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Ya estaba aquí, fuera del cuartel.

No podía retractarme, tampoco podía haber rechazado la invitación, que era lo que iba a hacer, pero Nat se escuchaba entusiasmada y oír a Steve pedir que viniera me inundaba de sentimientos inexplicables, así que no me quedaba de otra.

Conduje hasta la entrada del complejo y me estacioné justo al frente. Miré las puertas de cristal por unos segundos y parecía despejado. Inhalé y exhalé un par de veces diciéndome a mi misma que esto me hacía bien, ver a los chicos después de tanto tiempo me llenaría el corazón de alegría.

Fue entonces que vi salir a Steve desde la puerta, llevaba un pantalón azul de mezclilla y una playera negra. Le miré por unos segundos, grabando cada detalle en mi mente, como se veía, que no había cambiado mucho en los últimos años, pero notaba esa pesadez en sus hombros, el rostro caído, que a pesar de la pequeña sonrisa que mostraba, podía notar su aflicción.

Tomé mi bolso, seguido de mi suéter y de la nada escuché la puerta abrirse, giré y le vi sonreír aún más grande, ofreciéndome su mano.

Ni si quiera lo pensé. — Gracias. — dije tomando su mano de forma lenta.

Estaba algo nerviosa, me sentía como las primeras veces en las que salíamos y es que esto era totalmente diferente a desaparecer dos años, creyendo que estaba muerto, a saber que está vivo y preguntando por ti.

Nos miramos por unos segundos, aún con el agarre de nuestras manos y como si de imanes se tratase, nos unimos en un abrazo, fue un poco tonto al principio, pues ninguno de los dos quería apretar tan fuerte al otro, aunque era lo anhelábamos y sobretodo Steve, pues podía leer su mente y escuchar repetirse así mismo: "Al fin está aquí"

Nos separamos, de manera tonta también, vacilando en si debíamos dejar de tomarnos o no, finalmente así fue y él levantó su mano, indicando que caminara.

— Te dejaste crecer el cabello. — mencionó mientras nos dirigíamos al interior del complejo.

Toqué un mechón de mi cabello y lo miré. — Si... en la nueva Asgard no hay... estilistas.
—  bromeé un poco. -— Además, quiero verlo largo, otra vez. —

—  Me gustaría verlo también. —

Asentí riendo un poco, maldiciendo en mi interior, por no haber pensado en alguna contestación. Quería bromear con él aún más, pero los nervios me lo impedían, estaba siendo tímida y yo no era así.

Llegamos a la sala y noté el silencio abismal que había allí, el cual era aterrador, como el resto del mundo.

—  Creí que... ya habría alguien. — murmuré mirando cada rincón del complejo.

Steve suspiró, igualmente mirando hacia varios puntos. — Sí... Sólo llevo aquí dos horas. — rascó su nuca. — Asumo que fui el primero. —

Asentí con una ligera risilla, una falsa, pues quería sacarme los nervios de encima. — ¿Y Nat? —

Steve tomó aire y miró a su alrededor. — La dejé justo ahí. — señaló un escritorio, envuelto en un embrollo de papeles, un control y una tableta.

— Se nota que la cuidas bien. — respondí en tono sarcástico, caminando hacia el escritorio de cristal.

—  A veces estoy muy ocupado. — respondió con el mismo tono.

Le mandé una mirada rápida, al igual que una sonrisa, mientras revolvía los papeles sobre la mesa. — ¿Ah si? ¿Haciendo que? — 

Steve metió ambas manos en sus bolsillos y relamió sus labios. — Pues... hago varias cosas... tengo un grupo de superación. —

Piezas De Mí - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora